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Arthur Moeller van den Bruck y la revolución conservadora alemana . Alain de Benoist.




Pedidos: Ediciones Fides


- Quería fundar su saber más en los viajes que en los libros; decía que era visual (ein Augenmensch).

- Todo su bagaje intelectual lo obtiene esencialmente como autodidacta. Sus universidades fueron los cafés literarios, las premieres teatrales, los talleres de los pintores de vanguardia, las exposiciones e innumerables noches blancas en las cuales acumula extraordinarios conocimientos sobre literatura e historia del arte. 

- “Nietzsche se volvió nuestro Rousseau y la ciencia natural moderna y la técnica , nuestra Revolución”. 

- Manifestará su simpatía por el expresionismo, y después por el futurismo italiano

- Al igual que muchos intelectuales del fin de siglo -observa Clemens von Klemperer- Moeller había padecido la influencia de la tesis de Burckhardt, según la cual un pueblo no puede tener una gran cultura y una significación política al mismo tiempo. 
Para él, esto deriva en una supremacía de la estética: así, un proyecto de sociedad es, por principio, un proyecto artístico. Siguiendo a Richard Dehmel, reafirma con fuerza su fe en la misión de su arte, y llega incluso a sugerir que esto puede servir de religión: “Tenemos el arte -escribe Moeller- un arte que vuelve superflua la religión y proporciona a los ciudadanos del mundo moderno una seguridad que, de otra manera, sólo les podría conferir la creencia en Dios”. 

- La verdadera libertad - ya lo decía Hegel- consiste en comprender la naturaleza de las necesidades del momento. Moeller, a su vez, declara que el hombre es tanto más creador en la medida en que sienta en su ser los imperativos del tiempo presente, es decir, que sólo se puede ser libre asignándose una finalidad, la cual depende estrechamente de la época que determina su misión. 

- Prusia es para él el elemento que debe permitir a Alemania apegarse a ese otro “pueblo joven” que es el pueblo ruso. Paralelamente, el papel de Prusia es dar una nueva forma a Alemania. “Prusia es lo que Alemania habría debido ser” -escribe Moeller- quien además añade que Alemania debía volverse prusiana para que Prusia pudiera volverse alemana. La nación alemana, heredera de la vieja Mutterland germánica, debe así recibir la “forma prusiana”. El estilo prusiano debe volverse el “clásico” alemán, así como hubo un “clásico” italiano expresado por el arte toscano de la Edad Media. 

- Al finalizar la guerra aparece un nuevo Moeller van den Bruck. Pero en realidad, es menos el hombre que la época quien realmente ha cambiado. Como lo señala Ger-Klaus Kaltenbrunner, “son las ideas las que, en la crisis ideológica, adquirieron desde 1914 un carácter de marcada actualidad”. Se podría incluso, junto con Clemens von Klemperer, aventurar un paralelo con Marx: éste escribió el Manifiesto Comunista después de la derrota social de 1848, así como Moeller va a producir sus más importantes textos teóricos después de la derrota nacional de 1918. Ambos, además, critican la explotación capitalista y burguesa -y el papel del proletariado de Marx, como factor de renovación política, recuerda el que Moeller atribuye a los “pueblos jóvenes”. La comparación, de cualquier manera, no podría llevar muy lejos. Sea lo que fuere, lo que es cierto es que, al final de la Gran Guerra, el antiguo esteta de fin de siglo, el contestatario de “pues ligeros”, el “Plutarco alemán” de los cafés literarios se convirtió en un verdadero teórico político , que ya nunca abandonará Alemania y que rápidamente se volverá uno de los autores más sobresalientes de la Revolución Conservadora. 

- Es probablemente de Dostoievski de quien Moeller descubrió la idea del contra-movimiento “conservador-revolucionario”, al que luego se le dará el nombre de “Revolución Conservadora”. 

- “Con Moeller van den Bruck -escribe Günther- entendemos por principio conservador no la defensa de lo que era ayer, sino una vida fundada en lo que siempre ha tenido valor”. 

Esto quiere decir que el conservador no vive solamente en el futuro, como lo hace el progresista, ni solamente en el pasado, como el reaccionario -vive en el presente en el que, en tanto portador de sentido, se unen el pasado y el futuro. La metáfora del Gran Mediodía subyacía bajo estas frases…

- Moeller pretende demostrar que el solo sufragio universal no basta para fundar una democracia, porque no hay una verdadera democracia más que cuando existe para cada ciudadano la posibilidad de participar en la vida pública sin consideraciones de clase, fortuna o rango. La misma idea es explicada igualmente por Edgar J. Jung: “Una verdadera democracia existe cuando el circulo en cuyo seno se reclutan los dirigentes es lo más amplio posible, y no cuando el mayor número de gente posible tiene voz en la decisión”. Los neoconservadores ponen el acento, pues, sobre todo en el principio, no en las instituciones. 

- Moeller demuestra cómo Lenin remplazó a Cristo en la imaginería popular. 

- Rusia es, ante todo, una potencia terrestre y continental: “Un marino ruso es una contradicción en sí”. 

- Fiel a su método, Moeller percibe primeramente en la idea del Tercer Reich un principio con valor de mito, el “pensamiento de una concepción del mundo” a la que añade una puesta en perspectiva histórica. El Primer Reich fue el del renacimiento carolingio -pero los emperadores romano-germánicos se suicidaron políticamente para beneficio exclusivo de los papas y de Roma. El Segundo Reich, el de Bismarck, cae en las mismas dificultades: se dedica a fundar un “Estado alemán de raza alemana” en lugar de empeñarse en hacer hacer un “Imperio alemán de estilo prusiano”. El Tercer Reich, cuyo advenimiento anhela Moeller, no se relaciona con los anteriores en el sentido de su continuidad o discontinuidad, de su reversibilidad o irreversibilidad. Tampoco representa una particular culminación, pues su rango no prejuzga su valor. En cambio, al igual que los anteriores, se aprecia  a través de sus opuestos: El Tercer Reich se opone a la “civilización” occidental, de la misma manera en que el primero se opuso a la “cultura” antigua y el segundo a la “belleza” italiana desde el instante mismo en que perdieron su potencia creadora. Obra de la voluntad de un “pueblo joven”, el Tercer Reich será una realidad esencialmente dinámica, rica en nuevas posibilidades y, por consiguiente, siempre inacabada. 

- Para Moeller, igual que para Dostoievski, el enemigo número uno es, evidentemente, el liberalismo. 

- “El liberalismo ha  minado las culturas; ha destruido las religiones; ha arruinado las patrias”. Con el liberalismo, los pueblos marchan “a su ruina”. 

- “La sospecha que pesa sobre el liberalismo está basada en el engaño que consiste en justificar los intereses por las ideas”. Moeller considera también el carácter “abstracto” y “disolvente” del liberalismo, por la manera en que disgrega las identidades colectivas y los cuerpos intermedios. Al liberal le basta, escribe, que una generación de los que disfrutaron pueda suceder a otra para que la salvación de la humanidad, según él, esté asegurada -y en todo caso, su bienestar personal, que es lo que, ante todo, importa. El conservador no se deja engañar por esta charlatanería. No vacila en decirle al liberal que, cualquiera que sea, eso depende de las condiciones de vida de una comunidad determinada. Tampoco duda en decirle que él, que podría pasar por encima de todas las relaciones obligatorias, no hace más que disfrutar lo que otros le han preparado. No vacila en decirle que el liberalismo sólo es el que usufructúa el conservadurismo que le antecedió. 

- El liberalismo pretende asumir que todo lo  hace por el pueblo; en realidad, elimina al pueblo y lo remplaza por el yo. El liberalismo es la expresión de una sociedad que ya no es más una comunidad… El liberalismo no explica ya a una sociedad organizada sino a una sociedad disuelta… Cualquier hombre que ya no se siente miembro de una comunidad es, en cierta forma, un liberal. 

- La naturaleza del liberalismo es la humanidad promedio, y lo que quiere conquistar no es otra cosa que la libertad de cada uno para tener el derecho de ser un hombre promedio. Su ideal es el aburguesamiento en lugar del ennoblecimiento, la vida banal en lugar de la vida excepcional. En la vida física, desea dejar-hacer-lo-que-sea; en la vida moral, comprender todo y perdonarlo todo; en la vida económica, sufrir el perjuicio debido al principio de libertad  comercial; en la vida internacional, predicar -mediante frases cosmopolitas- la fraternidad de los pueblos y la guerra defensiva exclusivamente. 

- Marx se detiene en las “condiciones de producción” sin cuestionarse acerca del sentido mismo de dicha producción. No comprendió que la burguesía, antes de despojar a la gente de la plusvalía de su trabajo, le robaba su alma. Para Moeller, por el contrario, es en el dominio espiritual donde reside el fundamento de la cuestión social, así como las premisas de su solución. No solamente -nos dice- la economía es inferior a lo espiritual, sino que la economía misma depende de lo espiritual. “Algún día se reconocerá que la gran indignidad del siglo XIX habrá sido haber hecho del estómago la única medida de lo que es humano”. La transposición mecánica, en las sociedades humanas, del concepto darwiniano de “selección natural” es por sí misma un error. Pero el valor operativo de la teoría marxista de la lucha de clases es aún más débil. Le impidió a Marx comprender que un pueblo (Volk) entero puede también ser oprimido por otro pueblo y es por ello que se mantiene mudo ante los grandes conflictos nacionales. 

- Moeller no abjura por lo tanto del socialismo. Incluso reafirma enfáticamente que “cada pueblo tiene su propio socialismo”. ¿Qué es, en efecto, el socialismo, si no “el hecho de que la nación entera siente que viva junta”? Al Marx que declara que los trabajadores no tienen patria, Moeller le responde lo contrario, que ya solamente les queda eso: su patria. La resolución de la cuestión social es, pues, indisociable de la cuestión nacional. Por una parte, la “socialización” es una con la “nacionalización”. Por la otra, no puede haber justicia entre las clases, en el interior de la nación, si no existe primero justicia entre las naciones. Moeller repite que el pueblo entero puede ser víctima de una alineación impuesta por otros. No es, entonces, profesando el internacionalismo que se pondrá fin a la opresión, sino permitiendo que cada pueblo disponga libremente de sí mismo. 

- El reaccionario es peor incluso que el revolucionario, pues mientras este último siempre es susceptible de salir de su error cuando su proyecto se topa con la sanción de los hechos, el primero, al situarse de golpe fuera del campo de la experiencia, puede mantenerse indefinidamente en su punto de vista. Lo que hace más falta al reaccionario es la conciencia de la historia. El reaccionario “cree que no tenemos que renovar las formas antiguas para que todas las cosas vuelvan a ser como estaban”. Y mientras que el conservatista adquiere conciencia de lo inmutable viendo el futuro, el reaccionario no experimenta este sentimiento, al que contempla en el pasado:
El reaccionario se representa el mundo tal y como siempre ha sido. El conservador lo ve como será en adelante; tiene la experiencia de su época y la experiencia de la eternidad. Lo que fue no volverá a ser jamás. Pero lo que siempre es puede, por lo tanto, emerger de nuevo a la superficie. 
Esta es la razón por la cual, en el fondo, el reaccionario no comprende nada de política: “La política reaccionaria no es una política. La política conservadora es la gran política. La política no se vuelve grande más que cuando crea la historia: entonces no sabría perderse”. 

- Para que la revolución pueda ser “ganada” para que entre en su “fase conservatista”, Moeller pregona una actitud que se podría resumir en la formula de Julius Evola: “cabalgar el tigre”. 

- Lo que hoy es revolucionario, escribe Moeller, mañana será conservador. 

- Moeller van den Bruck era de la raza de los que prefieren la muerte a la victoria y, muriendo, pretenden asegurar la victoria de los suyos. No concibo su suicidio como una renuncia, sino como una preparación; no como un fin, sino como un germen; quiso que fuera una provocación a la esperanza y a la revuelta..

Últimas palabras de Yukio Mishima


Takashi Furubayashi - Hideo Kobayashi
Alianza Literaria 









(A este Dalí a la japonesa lo privaron del Nobel su juventud, sus excentricidades y sus opiniones políticas ultranacionalistas).

- Siempre habrá alguien dispuesto a ayudar a los débiles. Es decir, a la debilidad hay que dejarla tal como está. Más bien, se puede afirmar que actualmente vivimos en una época en la cual es la fuerza la que es maltratada. Sí: debido a los denuestos que en nuestros días merece la fuerza, se desprecia la ética de los que aspiran a ser fuertes. Por eso no puedo pensar en otra cosa que no sea el renacimiento de la fuerza. Por muy cabeza dura que me consideren, no dejaré de afirmar que mi misión en esta vida es el renacimiento de la fuerza.

- Estoy harto de escuchar la idea, moneda corriente de la posguerra a esta parte, de que el terrorismo está mal y ha matado a la gente. En la Revolución Rusa y también en la francesa mataron a todos los nobles. Si a los revolucionarios les hubieran preguntado: “¡Eh, vosotros! ¿Es que no se os ha ocurrido pensar en todo lo que sufrió María Antonieta cuando la mataron?”, ¿se habría detenido la corriente revolucionaria? Por mi parte, si yo pudiera ayudar al débil, lo haría. ¿Sabe usted por qué admiro a los oficiales que se alzaron en el incidente del “dos-dos-seis”? Pues porque no derramaron la sangre de ninguna mujer ni de ningún niño. Creo que fue estupendo. Es sucio matar a mujeres o a niños. En las guerras de ahora, como esta de Vietnam, se mata indiscriminadamente, sin importar que se trate de mujeres o niños. Es sucio; y yo odio la suciedad. Pero cuando hablamos de un acto bello, aunque sea terrorista, yo lo apruebo. El ser humano tiene que ser fuerte. 

- Como detesto todo lo que no es puro, no desearía recibir ningún sueldo del Partido Liberal Demócrata. Si recibiera algo de dinero de ellos, de los políticos, todo lo que quiero decir se iría a la ruina. Dicho claramente: en este momento y soy un ser antipolítico. Todo lo que quiero hacer ahora es un movimiento por la justicia. Y digo esto sabiendo que tal vez alguien se ría. Mi objetivo es promover la justicia en el mundo actual. 
- No me interesan los movimientos de orden espiritual, pero me parece que el llamado ser humano no tiene otra salida que vivir de acuerdo con lo que ha elegido y mantenerse fiel a su voluntad. Si, como resultado, así se alcanza una revolución social, creo que es suficiente. Lo que no me gusta es que sean otros quienes me impongan su justicia de librea. 

- El problema para mí es la justicia. No me importa lo que diga la gente. 

- Por lo que respecta a Europa, el erotismo únicamente se halla en el mundo del catolicismo. Esta religión cuenta con mandamientos severos cuya violación constituye el pecado. Y el pecador, le guste o no, deberá comparecer ante Dios. Pues bien, el erotismo es el método de establecer contacto con la divinidad a través del pecado. Es el tema de una mis obras teatrales, Madame de Sade. En el siglo  XVIII, el marqués de Sade puso en práctica este método y  no lo hizo tan sólo por oponerse al sistema, es decir, por un asunto de dimensiones banales como el político. Si la Revolución francesa no se hubiera visto compensada por el pensamiento de Sade, no se habría convertido en una verdadera revolución. Es decir, si no hay un pesimismo capaz de negar por completo el optimismo de una revolución, ésta no funciona. 

- En el relativismo del mundo actual el erotismo no pasa de ser una especie de sexo libre. No se opone a nada. Es un sexo sin relación alguna con lo absoluto. En mi opinión, nada más lejos del verdadero erotismo.

- Si no existieran los dioses, habría que hacerlos nacer. Y es que sin Dios no hay erotismo. Y debido a esta forma de pensar mía, he hecho lo imposible por hacer renacer el absoluto. Es entonces cuando surge el erotismo. ¿Qué tiene que ver todo esto con el sexo cotidiano? Pues nada. Digamos que se trata de una suerte de “panerotismo”. Eso es. Esta búsqueda es el objetivo principal de mi literatura. 

- Siento antipatía hacia el emperador como individuo. Y rechazo frontalmente el anuncio de su conversión en ser humano -llamémoslo así- que realizó cuando acabó la guerra. 

- Lo que se dice enemigos son el gobierno, el Partido Liberal Demócrata y todo el sistema político de la posguerra. También lo son el Partido Socialista y el Comunista. Sí, porque para mí este partido, el Comunista y el Liberal Demócrata son la misma cosa. Sí, son exactamente lo mismo: el símbolo de la hipocresía. Jamás caeré en las garras de esa banda. Espere y verá lo que hago.

- De momento, ya tengo tomada la decisión de no caer nunca en las garras de esa gente. De todos modos, no sirve de nada que hable ahora. Por favor, tenga un poco de paciencia y observe los acontecimientos… En este momento se dirán “Ha venido un tonto a echarnos una mano; a darnos el dinero que ha ganado escribiendo”. A mí me conviene que piensen así; al fin y al cabo, ahora sólo estoy interpretando este papel. Es un tema que tiene que ver con el bajo nivel de la política. Lo importante es que hasta el final no caiga en sus garras… Es absolutamente necesario que la institución imperial renazca según mis ideales. Es mi obsesión.

- Hace poco se publicaba en un periódico la escena de una comisión que investigaba la crueldad. Era en Sucia. En el banquillo de los testigos había de pie un campesino vietnamita con heridas y vendajes en el cuerpo. Vestía con harapos. Era compadecido por los miembros de la comisión, caballeros de mediana edad, bien vestidos y con perros caros en sus casas. Ahora les tocaba escuchar la querella del campesino con entusiasmo y, llevados por su simpatía hacia éste, dejaban escapar repetidamente expresiones de rechazo por lo que oían. El periodista que escribió esta crónica afirmaba sentir cierta artificiosidad en la conducta de esos hombres. A mí todo esto me hace pensar que el sistema político sueco tiene problemas.  

Hace ciento cincuenta años, Suecia perdió una guerra con Rusia, y por no haberse recuperado de su herida, tengo la impresión de que se ha convertido en un país afeminado que vive en el relativismo. Para compensar la perdida del espíritu del pueblo, este país se ha refugiado en el ideario de la paz de la humanidad. Estos ideales lo han conducido a adoptar el relativismo  como sistema político. De ahí ha surgido la noción de lo que se llama “Estado del bienestar”. El concepto de que el valor máximo de la humanidad es el bienestar social es una engañifa. Por eso, hasta este Partido Liberal Demócrata que tenemos en Japón ahora reflexiona sobre el asunto. No conozco cuál es la posición del Partido Comunista o del Socialista al respecto, pero sí estoy seguro de que en diferentes ámbitos de nuestra sociedad está teniendo lugar una reflexión sobre la noción del Estado del bienestar. 

- En los tiempos de la Restauración Meiji (en el siglo XIX), los patriotas morían uno detrás de otro. Y me desagrada que se crea que los hombres de aquella época morían porque eran simples, o porque eran pobres o porque eran samuráis. No. No importa la época en que se viva ni la clase social a la que se pertenezca.: la persona valora mucho la vida. Es parte de la naturaleza del ser humano. No puedo pensar que exista alguien en el mundo que no valore su vida. Sin embargo, el hombre tiene que ser capaz de separarse sin vacilar de ella, debe demostrar que tiene el valor de morir. No importa cuál sea el pretexto para mostrar tal arrojo, podrá ser una restauración, podrá ser una revolución. Lo que pasa es que la educación de la posguerra ha impregnado por completo las mentes de los miembros del Zenkyöto, una educación que, naturalmente, atribuye el máximo respeto  y valor a la vida humana. 

- La liberación total es imposible; a lo sumo podría realizarse únicamente en un ámbito relativo. Ni siquiera en un país tan liberal como Suecia estará permitido el llamado “homicidio de placer” hasta que el ser humano pueda gestionar su vida social. Jamás podrá el sexo alcanzar el absoluto en medio de una liberación así de relativa. El absoluto no se consigue de ningún modo sin la presencia de prohibiciones y mandamientos. Por eso el catolicismo es estupendo. Es la religión que tiene más erotismo. 

- Mi interés por el caso Solzhenitsyn está relacionado con el que tengo por el destino de la novela. Este genero se ha desarrollado a partir del siglo XIX teniendo como base una idea de la libertad característicamente teñida de los derechos fundamentales del hombre de la Revolución francesa. Es una libertad neutral que no pertenece a la derecha ni a la izquierda, una libertad opositora al sistema. Llegado a este punto, me surge la siguiente pregunta: ¿qué es la libertad en el seno del sistema estatal de la Unión Soviética? En este país, antes existía una clase gobernante cuyo poder se transmitía por vía hereditaria. Ahora el pueblo, en un ejercicio de plena libertad, ha asumido el poder político y ha formado un Estado comunista cuyo ideal es la dictadura proletaria. Dicho de otro modo, la formación del Estado, del sistema político, se halla determinada por una libertad no opositora al sistema. Es decir, el Estado soviético se puede considerar la plantación de una libertad pública y no opositora al sistema. Ahora bien, en el sistema comunista es natural que libertades como la del individuo o la libertad neutral o la opositora sean secundarias. Sin embargo, esta clase de libertades, aunque constituyan una fuerza pequeña, son capaces de detener la carrera brutal de la masa, que es algo que no puede hacer de ninguna manera la libertad no opositora. Éste es el motivo de que en ese país se haya llegado al estalinismo. 

- En los países libres, cuando se descubre a alguno de estos críticos neutrales desfasados respecto a su tiempo, de inmediato se monta la fiesta: “¡Ah, ahí tenemos a un aliado, a alguien con nuestro mismo ideario de libertad, a alguien que se atreve a criticar el sistema soviético desde dentro! ¡Qué admirable conciencia la suya y qué gran ejemplo para todos los intelectuales!”. Sin embargo, la misma noción de intelectual con conciencia ya es algo clasista en sí. Es un prejuicio de los países libres. De esa manera, atrapados por sus propios prejuicios, ponen por las nubes a Solzhenitsyn y le conceden el Nobel. Y cuanto más lo elogian, más se enfurecen en el país de origen del elogiado. Es natural que el gobierno soviético esté furioso. 

- Hoy en día, esta libertad se vende a partes iguales al frutero, a la mujer del pescadero, a la abuela del estanquero. El escritor es como el frutero y el pescadero… ¿O es que no vivimos en una democracia? Se habla de la libertad y de los privilegios del artista, pero, en realidad, no se tiene ni una ni otros. Claro que no. Lo único que nos diferencia está en el uso: el pescador tiene la libertad de ganarse la vida vendiendo pescado; el novelista hace lo mismo cuando proyecta su obra literaria. La libertad de hoy está estandarizada, está despojada de individualidad. Hasta con el sexo pasa igual. Se habla de sexo libre, pero en realidad lo único que se hace es ofrecer a todos la misma taza de té. Así es. 

- Las mujeres no comprenden que refutar su posición va en desventaja para ellas. -Qué tontas por no darse cuenta!

- La idea de la muerte no es adecuada cuando se habla de arte. ¿Por qué? Pues porque el arte tiene que vivir, vivir y vivir largamente; de lo contrario, ni puede completarse ni pulirse. En cambio, si hablamos de acción, uno puede morir incluso a los dieciocho años. Sólo entonces se consigue la perfección. A mi parecer, vivir sin hacer nada, envejecer lentamente, es una agonía,  es desgarrarse el propio cuerpo. Todo esto me ha llevado a pensar que, como artista que soy, debo tomar una decisión.

- Los seres humanos somos muy simples: cuando se está bajo, se compensa con algo; cuando se está alto, se rebaja con algo. Es lo que le pasa al común de los mortales. Tomemos esa mesa como ejemplo. Si notamos que está coja de una pata, la cortamos un poco de la otra. ¿Y si está baja de ésta? Pues la cortamos de la primera pata. ¿Y si de una tercera? Pues la cortamos un poco de la cuarta pata. ¿Qué pasa con la mesa si no dejamos de cortar aquí y allá? Pues que pronto se queda sin patas. ¿No ocurre lo mismo con la vida? Yo ahora siento que me hallo al borde del momento de mi vida en que todas las patas de la mesa han desaparecido. 

- ¡Ah, a lo mejor es mi última obra! (Nota: El mar de la fertilidad)  No sabría decirle. De momento, no tengo ningún plan para el futuro. Estoy agotado.

- El teatro me tiene cansado. Lo que quería decir ya lo dije en “Mi amigo Hitler” y en “LA terraza del rey leproso”. 

Crítica a la modernidad, Joseph De Maistre

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- Si bien el soldado también ejecuta a otros hombres sobre el campo de batalla sin ser por ello objeto de reprobación por nadie, el verdugo ejerce la misma función, pero pese a hacerlo como garante del orden del universo, y respaldado por la ley, sufre el mayor de los rechazos.

- El soldado es, como el verdugo en otra situación.

- La razón humana es claramente incapaz de guiar a los hombres; porque pocos están capacitados para razonar bien y ninguno es capaz de razonar bien del todo.

- Aquello que hoy se llama idea nueva, pensamiento ardiente o gran pensamiento, se llamaría casi siempre, en el diccionario de los escritores del siglo XVII, audacia criminal, delirio o atentado.

- Es imposible equivocarse sobre Dios si no se tiene conocimiento del mismo.

- ¿Por qué se ha cometido la imprudencia de conceder la palabra a todo el mundo?

- El foso de un castillo y su fin.

Supongamos que yo hago excavar un foso en torno a mi castillo; uno dice que sirve para conservar el pescado; frente a otro que sostiene que lo he excavado para defenderme de un ladrón; un tercero, finalmente, dice que sirve para sanear los terrenos. Todos pueden estar equivocados. Solamente quien se limita a decir “Lo ha hecho excavar con un objetivo que sólo él conoce” tendría ciertamente la razón.

- La teocracia papal.

Ninguna soberanía es ilimitada en el verdadero sentido de la palabra, y ninguna puede serlo: siempre, y en todas partes, ésta ha sido, de cualquier modo, limitada. Una intervención del poder espiritual era, sin duda, aquello más natural y menos peligroso, especialmente entre las naciones jóvenes y agresivas. La hipótesis de todas las soberanías cristianas reunidas por la fraternidad religiosa en una suerte de república universal, bajo la supremacía atemperada del poder espiritual supremo, esta hipótesis, decíamos, no tenía nada de inconveniente (…) ¿quién sabe qué habría sucedido si la teocracia, la política y la ciencia hubieran podido encontrar un tranquilo equilibrio, como siempre ocurre cuando las cosas son abandonadas a sí mismas y se deja actuar al tiempo? Las más terribles calamidades, las guerras de religión, la revolución francesa etc, nunca habrían sido posibles este orden de cosas. 

- La Iglesia y la esclavitud 

Sería inútil demostrar difusamente aquello que no es ignorado por nadie, y aquello que el mundo entero, hasta el cristianismo, ha estado siempre lleno de esclavos, y que lo sabios nunca han censurado tal uso. La verdad de esta afirmación es absolutamente incontestable.

La religión comenzó a trabajar sin tregua en la abolición de la esclavitud; algo que ninguna otra religión, ningún legislador o filosofo nunca se habría atrevido a emprender, ni tan siquiera a soñar. El cristianismo, que actuaba divinamente, justo por esto actuaba lentamente, porque todas las operaciones justas, sean del tipo que sean, se completan siempre de forma inadvertida.


- Utilidad de una lengua litúrgica universal.

¡Qué idea sublime aquella de una lengua universal para la Iglesia universal! De un lado a otro, el católico que entra en una Iglesia de su rito está en su propia casa, y nada es extraño a sus ojos. Llegando siente aquello que ha sentido toda la vida; puede unir su propia voz a aquella de sus hermanos. La fraternidad que resulta de una lengua común es un vinculo misterioso de una fuerza inmensa. 

- Una lengua inmutable para una religión inmutable.

Y, finalmente, una lengua que cambia a continuación, mal se adhiere a una religión inmutable. El movimiento natural de las cosas altera continuamente las lenguas vivientes; y sin hablar de aquellos grandes cambios que la saturan completamente, existen otros que no parecen importantes, pero que, en cambio, lo son, y mucho. La corrupción del siglo se apodera cada día de ciertas palabras y se divierte corrompiéndolas. Si la Iglesia hablase nuestra lengua podría depender de la imprudencia de un bello espíritu convirtiendo la palabra más sagrada de la liturgia en ridícula o indecente. Por ese motivo, desde este punto de vista, también la lengua religiosa debe ser sustraída del dominio del hombre. 


- La enfermedad aguda no es transmisible, mientras que aquella que consume los tumores se convierten en enfermedades originarias que pueden corromper a toda una raza.

- El mal lo ha profanado todo, y el hombre en su totalidad es una enfermedad.

- Nadie es inocente, no existen los justos en el sentido absoluto de la palabra, y somos todos culpables porque estamos degradados en nuestra naturaleza.

- Nunca he llegado a entender esta perpetua argumentación contra la providencia, basada en la infelicidad de los justos y la prosperidad de los malvados. Si el hombre recto sufriese porque es recto y si el malvado tuviese la suerte por ser malvado, la demostración sería incontestable; sin embargo ésta cae de inmediato cuando se supone que el bien y el mal son distribuidos indiferentemente entre todos los hombres (…) se ha probado claramente que los males de cada género llueven sobre todo el género humano como las balas sobre un ejercito: sin distinción alguna entre las personas. Sin embargo, si el hombre honesto no sufre porque es un hombre honesto, y si el malvado no tiene suerte porque es malvado, la objeción cae en beneficio del buen sentido.

- Aunque el mundo es recto solamente desde las leyes generales no creo que vosotros tengáis la pretensión o los fundamentos del suelo en el cual nos encontramos fuesen socavados por un corrimiento de tierras, que Dios suspenda las leyes de la gravedad en nuestro beneficio solamente porque esta tierra rige actualmente entre hombres que nunca han matado ni robado: tened por seguro que también caeremos nosotros, y acabaremos aplastados.

- Cada hombre, en cuanto hombre, está sujeto a todos los males de la humanidad; la ley es general, por ese motivo es justa. Pretender que la dignidad o las virtudes de un hombre tengan el poder de sustraerlo a la acción de un tribunal inicuo o  engañado sería como querer que su dignidad y virtudes lo exonerasen de la apoplejía o de la misma muerte. 

- El niño sufre y muere porque pertenece a una masa que debe sufrir y morir a causa de la degradación que ha experimentado en sus inicios y porque desde aquella degradación se ha derivado la triste ley según la cual, cada hombre, en cuanto hombre, está sujeto a todos los males que pueden golpear al hombre. Por ese motivo todo nos conduce a esta gran verdad: todo mal, o hablando más claramente, todo dolor es un suplicio impuesto por alguna culpa actual u original.

- Si una falsa opinión reina sobre un pueblo, no la encontraréis tomada por el pueblo vecino; o si alguna vez parece extenderse, ya no digo sobre la totalidad del planeta sino sobre un gran número de pueblos, el tiempo la borra con su paso.

- Sin el cristianismo el hombre no sabe quién es él, porque se encuentra aislado en el universo, y no puede compararse a nada; el primer servicio que le ofrece la religión es aquel de mostrarle cuánto ha costado éste: “Miradlo, es un Dios que hace morir a un Dios”.

- Quien ha transcurrido su vida sin que nunca le hubiesen interesado las cosas divinas; quien ha limitado su espíritu y enardecido el corazón con estériles especulaciones que no pueden hacerlo mejor en esta vida ni prepararlo para la otra; éste, está convencido, rechazará tales pruebas, y no habrá entendido nada. Existen verdades que el hombre no puede captar con el “espíritu de su corazón”. (…) Cuando el hombre más hábil no posee el sentido religioso, no solamente no podemos convencerlo, sino que no tenemos ni tan siquiera medios para que nos entienda; lo que demuestra solamente su infortunio. 

- El castigo es un gobernador eficaz; él es el verdadero administrador de los asuntos públicos, él es el verdadero legislador, y los sabios lo llaman el garante de los cuatro órdenes del Estado para el exacto cumplimiento de sus deberes. El castigo gobierna la humanidad entera; el castigo la custodia; el castigo la vela mientras los hombres de guardia duermen. El sabio considera el castigo como la perfección de la justicia. Cuando un monarca deja de castigar, el más fuerte acabará por quemar al más débil. La raza humana en su integridad es mantenida en el orden del castigo; de hecho la inocencia es rara, y es el temor de la pena el que permite al universo disfrutar de la felicidad que le es destinada. 

- Pese a que toda grandeza, todo poder y toda sujeción se basan en el verdugo: él constituye el horror y el vinculo de la asociación humana. Quitad del mundo a este agente incomprensible, y en ese mismo instante el orden dará paso al caos, los tronos se hundirán y la sociedad desaparecerá. 

- Existe en el ámbito temporal una ley divina y visible que castiga el crimen; y esta ley, estable como la sociedad que la hace subsistir, es aplicada invariablemente desde que las cosas tuvieron origen: porque el mal existe sobre la tierra y actúa constantemente, en consecuencia debe ser retomado por medio del castigo; y, de hecho, vemos en toda la faz de la tierra una acción constante de todos los gobiernos para detener o castigar todo atentado del crimen; la espada de la justicia no tiene vaina: debe amenazar continuamente o golpear. 

- Si se considera al hombre con su razón, sus sentimientos y sus afectos no es fácil explicar cómo la guerra es humanamente posible. Sin embargo, en el hombre existe una enorme degradación, un elemento de amor que lo conduce hacia sus propios iguales: la compasión le es tan natural como el respirar. Y entonces, como por arte de magia, al primer redoble de tambor, está listo para despojarse de estos caracteres sagrados e ir sin resistencia, y hasta con una cierta alegría, que también tiene un carácter particular, a herir o masacrar sobre el campo de batalla al hermano que nunca le ha ofendido y que, igualmente, avanza para hacer sufrir la misma suerte. 

- No existe más que violencia en el mundo; estamos viciados por la filosofía moderna, la cual ha dicho que todo está bien, mientras el mal lo ha ensuciado todo, y se puede decir con certeza absoluta que todo está mal porque nada está en su lugar. Habiéndose basto en proporción según la regla de la armonía. Todos los seres se lamentan, y tienden con cansancio y con dolor hacia otro orden de cosas. 


- No existe ni un solo instante en el que un ser viviente no sea devorado por otro.

- Por encima de estas numerosas razas animales se ha colocado al hombre, cuya mano destructora no se escatima a ser viviente alguno; él asesina para alimentarse, asesina para vestirse, asesina para adornarse, asesina para atacar, asesina para defenderse, asesina para instruirse y asesina por asesinar: rey supremo y terrible, ha necesitado de todo y nada se le resiste. 

- Observad bien y la descubriréis bien en todas las obras filosóficas del siglo XVIII. Ellas no lo dicen abiertamente: “No existe Dios alguno”, aserción que habría podido comportar algunos inconvenientes prácticos; por el contrario dicen: “Dios no está aquí. No está en vuestras ideas, las cuales vienen de los sentidos; no están en vuestros pensamientos, los cuales no son más que sensaciones reelaboradas; no están en los azotes que os afligen, los cuales son fenoles físicos como otros, explicables a través de las leyes que conocemos. Dios no piensa en vosotros; no ha hecho nada en particular por vosotros; el mundo está hecho tanto por insectos como por vosotros. Dios no se venga de vosotros porque sois demasiado insignificantes etc”. 

- Para ser criminales nosotros debemos vencer a nuestra naturaleza: el salvaje la sigue, siente la necesidad del delito, no tiene remordimientos. Mientras que el hijo asesina al padre para evitarle los padecimientos de la vejez, la mujer destruye su propio seno el fruto de sus amores barbaros para sustraerse de las fatigas de la lactancia. El salvaje arranca la cabellera sanguinolenta del enemigo todavía vivo; lo descuartiza, lo asa y lo devora cantando.

- Existe en la revolución francesa algo de satánico que la distingue de todo aquello que se ha visto hasta ahora. ¡Se recuerdan las grandes sesiones! El discurso de Robespierre contra el sacerdocio, la solemne apostasía de los sacerdotes, la profanación de los objetos de culto, la institución de la diosa Razón y aquellas escenas inauditas en las que las provincias buscaban superar a París; todo esto salió de la esfera ordinaria de los crímenes y parece pertenecer a otro mundo. 

- Aquellos que han instituido la república lo han hecho sin quererlo o sin saber aquello que hacían: han sido llevados por los acontecimientos; un plan preestablecido no habría tenido éxito. 

- Desde hacía tiempo no se había visto un castigo así de espantoso, infligido a un gran número de culpables. Están entre los inocentes, sin duda, entre aquellos desventurados, pero son muchos menos de los que se imagina comúnmente.

Todos aquellos que se las han ingeniado para liberar a su pueblo de su credo religioso; todos aquellos que han opuesto sofismas metafísicos a las leyes de la propiedad; todos aquellos que han dicho: haced daño para que podamos obtener un beneficio; todos aquellos que han aconsejado, aprobado y favorecido las medidas violentas empleadas contra el rey: todos ellos han querido la revolución, y todos aquellos que la han querido han sido justamente las víctimas, según nuestras restrictivas visiones. 

- La filosofía política moderna es, en su conjunto, demasiado material y demasiado presuntuosa para tomarlas como verdaderamente funcionales en el mundo de la política. Una de sus locuras es aquella de creer que una asamblea pueda constituir una nación, que una constitución, es decir, que un conjunto de leyes fundamentales que convienen a una nación y que deben dar cualquier forma de gobierno, sea una obra que solamente requiera de ingenio, conocimientos y ejercicio; que se pueda aprender el oficio de lo constituyente y que, algunos hombres, el día que a ellos les venga en gana, puedan decir a otros hombres: haced un gobierno, como se dice a un trabajador: hazme una trompeta de fuego o un marco para las medias. 


- Entonces todo se reduce a la regla general: el hombre no puede hacer una constitución y ninguna constitución legítima podría ser escrita. No se ha escrito nunca ni se escribirá nunca el conjunto de las leyes fundamentales que deben constituir una sociedad civil y religiosa. Pero después de que la sociedad sea constituida, sin que se pueda decir de qué modo, es posible hacer declarar o ilustrar por escrito ciertos artículos particulares; pero casi siempre estas declaraciones son el efecto o la causa de grandísimos males y cuestan más a los pueblos de lo que valen.

- La constitución de 1795, como sus hermanas mayores, está hecha por el hombre. Pero no existe el hombre en el mundo. En mi vida he visto a franceses, italianos, rusos etc; también sé, gracias a Montesquieu, que se puede se persa; pero en cuanto al hombre declaro no haberlo encontrado nunca en mi vida; si existe yo no lo conozco. 

- Ciertamente se puede preguntar si la República posee la mayoría; pero que ella la tenga más o menos carece de importancia: el entusiasmo y el fanatismo no son condiciones duraderas. En política como en mecánica las teorías engañan si no se toman en consideración las distintas cualidades de los materiales que componen las máquinas. 

- Para hacer la revolución francesa ha sido necesario derribar la religión; ultrajar la moral, violar todas las propiedades y cometer todos los delitos:  para esta obra diabólica ha sido necesario emplear tal número de bribones que quizás no han sido vistos tantos vicios intentando llevar a cabo tantos males. 

- El rey no debe hablar el lenguaje de las revoluciones. 

- No existe idea más feliz que aquella de reunir ciudadanos pacíficos que trabajen, recen, estudien, escriban, den limosnas, cultiven la tierra y no cuestionen nunca a la autoridad. 

- Una juventud impetuosa, innumerable, libre para su desgracia, ávida de honores y riquezas, que se precipita hacia enjambres sobre la vía de los impíos. 

- Si se pregunta cuál es el gobierno más natural para el hombre, la historia le responde: es la monarquía. 

- Se ha demostrado de forma rigurosa que los pueblos están hechos para el mismo régimen, que toda nación tiene todo aquello que se le adecua mejor, y que, sobre todo, “la libertad no es la guía de todos los pueblos, y que cuanto más se refleja sobre este principio enunciado por Montesquieu, tanto más se advierte la verdad”. Ya no se entiende qué significan las proclamaciones sobre los vicios del régimen monárquico. Se tiene el objetivo de hacer sentir más vivamente tales abusos a los infelices destinados a soportarlos, es un pasatiempo realmente bárbaro. Los empuja a rebelarse contra un gobierno hecho para ellos, es un crimen sin nombre. 

- Rousseau, que nunca ha podido perdonar a Dios no haberlo hecho nacer Duque de igual manera, ha mostrado mucha acelera contra un régimen que vive, especialmente, de distinciones. Principalmente se lamenta de la sucesión hereditaria que expone a los pueblos “a darse por líderes a los niños, monstruos e imbéciles pudiendo evitar el inconveniente de tener que discutir sobre la elección de un buen rey”. 

- Entonces el régimen monárquico es aquel que más puede prescindir de las habilidades del soberano, y probablemente aquí está la primera de sus ventajas. 

- Nosotros no queremos que se juzguen a los soberanos, no queremos juzgarlos.

- Se puede afirmar en general que todos los regímenes no monárquicos son aristocráticos porque la democracia es solamente una aristocracia electiva. 

- La monarquía es la soberanía demandada por un solo hombre; y la aristocracia es esta misma soberanía demandada por algunos hombres (más o menos).

- Rousseau diría, hablando de la monarquía hereditaria: “Se arriesga a tener por líderes a chiquillos”. Otro ejemplo de su sagacidad; todavía se debe observar que el argumento es más débil cuando se aplica a la aristocracia, si se considera que la inexperiencia de los senadores de veinte años es ampliamente compensada por la sabiduría de los ancianos. 

- Y como la ocasión se presenta naturalmente, observaremos que la mezcla de jóvenes y hombres maduros es justo una de las mejores características del régimen aristocrático; todas las funciones están sabiamente distribuidas en el universo: aquella de la juventud es la de hacer el bien, aquel de la senectud impedir el mal; el ímpetu de los jóvenes, que demanda solamente acción y creación, es muy útil para el Estado; pero ellos están demasiado inclinados a innovar, a demoler, y provocarían muchos daños sin la presencia de los viejos, cuya función es la de detenerlos; pero estos últimos a su vez se oponen también a las reformas útiles, es demasiado rígida, y no sabe adaptarse a las circunstancias, y alguna vez un senador de veinte años puede encontrarse oportunamente al lado de un viejo de ochenta años. 

- Le democracia pura no existe, al igual que el despotismo absoluto. “Si se interpreta este término en su resultado más riguroso -dice correctamente Rousseau- nunca habría existido una verdadera democracia y nunca existirá. Está contra el orden natural que el gran número gobierne y que el pequeño sea gobernado”. 

- En un sentido estricto creo poder definir la democracia: es una asociación de hombres sin soberanía. Si bien ningún pueblo, como ningún individuo, puede poseer un poder coercitivo sobre sí mismo, si existiese una democracia pura, en su pureza teórica, no existiría, evidentemente, soberanía en este Estado: porque es imposible entender por esta palabra otra cosa que un poder represivo que actúa sobre el súbdito y que es situado fuera de él. Por eso el término súbdito, que es un término relativo, es extraño a las repúblicas, porque si en una república no existe un soberano propiamente dicho tampoco puede existir un súbdito, así como no puede existir un hijo sin un padre. 

- En las democracias la justicia es a veces débil, y otras apasionada. 

- Si bien el castigo de un culpable o de un acusado ilustre es un auténtico disfrute para la plebe, que así se consuela ante la inevitable superioridad de la aristocracia, la opinión pública favorece poderosamente estos tipos de juicios; pero si el culpable es un individuo cualquiera o si el delito no hiere el orgullo ni el interés inmediato de la mayoría de los individuos de un pueblo, la opinión predominante se resistirá a la acción de la justicia y la paralizará. 

- Generalmente la justicia es siempre débil en la democracia cuando camina sola, y siempre cruel y desconsiderada cuando se apoya en el pueblo.

- La masa del pueblo influye muy poco sobre las elecciones así como sobre otros asuntos. 

- Ciertamente no quiero negar a los atenienses que constituyan un ejemplo admirable por tantos versados; pero creo también que se les ha admirado demasiado. Cuando leo la historia de “este pueblo ligero, sospechoso, violento, rencoroso y ávido de poder” es incapaz casi siempre de ser útil, yo me inclino hacia el sentimiento de Voltaire, que llamaba a la democracia ateniense el gobierno del canalla. 

- En una república de una cierta extensión, aquello que se llama democracia no es sino el sacrificio absoluto de un gran número de hombres por la independencia y el orgullo de un pequeño número. 

- Se debe partir de un principio general e incontestable, y esto significa que cada régimen es bueno cuando está establecido y existe desde un tiempo prolongado sin contestación.

- El problema no es saber cuál es el mejor régimen, sino cuál es el pueblo mejor gobernado según los principios de su régimen. 

- ¿La población permite valorar un régimen? La población no es el único termómetro en la prosperidad de los Estados; debe estar acompañado por la riqueza y el bienestar del pueblo, y es necesario que la población sea rica y posea bienestar. Un pueblo cuya población fuese aumentada al mayor nivel posible, y donde cada individuo poseyese solamente lo estrictamente necesario, sería un pueblo débil e infeliz. La mínima sacudida política lo oprimiría y traería calamidades. Una nación de quince millones de hombres puede ser no solamente más feliz, afirmación que no tiene necesidad de ser probada, sino también más poderosa que otra de veinte millones: esto lo han probado perfectamente los economistas. 


- El mejor régimen para cada nación es aquel que en el espacio ocupado por esta nación es capaz de procurar la mayor felicidad y fuerza posible al mayor número de hombres durante el periodo más largo posible. 

El sol y el acero, Yukio Mishima

- Si mi ser era mi morada, entonces mi cuerpo era como un huerto alrededor de la misma. Una de dos, podía cultivar ese huerto en toda su extensión, o dejar que la maleza se adueñara de él. La elección era libre, pero esa libertad no era tan ostensible como se podría pensar. En efecto, mucha gente acaba llamando “destino” a los huertos de sus respectivas moradas.

- ¡Cuánto amaba yo mi foso, mi habitación en penumbra, la zona de mi mesa donde se apilaban los libros! ¡Cómo disfrutaba de la introspección, amortajado en la tarea de pensar! ¡En qué trance no escuchaba yo el ajetreo de frágiles insectos en la espesura de mis nervios!

- Mi reconciliación, mi apretón de manos con el sol, se produjo en 1952 a bordo del barco en que hacía mi primer viaje al extranjero. A partir de entonces, me he visto totalmente incapaz de apartarme de él. El sol quedó asociado a la ruta principal de mi vida. Y mi piel se ha ido tostando paulatinamente, señal de que yo pertenecía a la otra raza. 


- ¿Quién presta atención a un teórico de la educación física en plena decrepitud?


- Los músculos que se han vuelto virtualmente superfluos en la vida moderna, aunque sigan siendo vitales para el cuerpo humano, son obviamente inútiles desde el punto de vista práctico, y una musculatura conspicua es tan innecesaria como lo es una educación clásica para la mayoría de los hombres prácticos. Los músculos se han ido convirtiendo en algo similar al griego clásico. Para resucitar un idioma muerto se requería la disciplina del acero; para transformar el silencio de la muerte en la elocuencia de la vida, la ayuda del acero era esencial.

El acero me enseñó con exactitud la correspondencia entre el espíritu y el cuerpo: así, las emociones endebles se me antojaban músculos flácidos, el sentimentalismo, un estómago fofo, y la impresionabilidad excesiva, una piel blanca y en exceso sensible. Unos músculos fuertes, un vientre plano y una piel dura, razonaba yo, corresponden respectivamente a un intrépido espíritu de lucha, una disposición intelectual desapasionada y un temperamento robusto. 

- Con dieciocho años, me sentía incapacitado para el fallecimiento prematuro que yo ansiaba. Me faltaban los músculos adecuados para una muerte trágica. 

- Tenía pendiente, algún día, conseguir algo, destruir algo. Fue ahí donde intervino el acero; fue el acero el que me proporcionó la pista que necesitaba. 







- Igual que los músculos van aumentando su parecido con el acero, así también el mundo nos va dando forma poco a poco; y aunque ni el acero ni el mundo pueden llegar a poseer un sentido de su propia existencia, una infundada analogía nos hace alimentar, involuntariamente la ilusión de que ambos poseen dicho sentimiento. 

- Por mucho que el filósofo, en la soledad de su cuarto, medite sobre la idea de la muerte, seguirá siendo incapaz, mientras esté disociado del coraje físico que constituye el requisito previo para la conciencia, de empezar siguiera a comprenderla. Debo dejar claro que estoy hablando de coraje “físico”; aquí no entro para nada en la “conciencia del intelectual” o en el “coraje intelectual”. 

- Los músculos que yo había formado, que existían, podían dar carta blanca a la imaginación de otros, pero ya no admitían que la mía propia los fuera royendo. 

- La victoria, en lo que respecta a la mente, proviene del equilibrio conseguido ante la siempre inminente destrucción. 

- Es como intentar saber de qué manera experimenta la existencia el nativo de otro país;  en tal caso, lo único que se puede hacer es explicar conceptos inclusivos, abstractos, tales como género humano, humanidad universal, etcétera, y hacer deducciones en función de estos criterios hipotéticos. 

- En una época, yo había sido la clase de muchacho que se asoma a la ventana esperando día tras día que le sucedieran toda clase de cosas inesperadas. Aun cuando podía ser incapaz de cambiar el mundo, no podía menos de esperar que el mundo cambiara por sí solo. Para un chico de estas características, con todas las ansiedades inherentes, la transformación del mundo era una necesidad prioritaria; era algo que me nutría diariamente; algo sin lo cual no habría sabido vivir. La idea de cambiar el mundo era tan necesaria para mí como dormir y hacer tres comidas al día. Era el útero que alimentaba mi imaginación. 

- No hay momento más deslumbrante que aquel en que nuestras fantasías acerca de la muerte y el peligro y la destrucción del mundo se transforman en deber. 

- Del mismo modo que el mejor disfraz para hacer invisibles las palabras es el músculo, así el mejor disfraz para hacer invisible el cuerpo es el uniforme. Sin embargo, el uniforme militar está concebido de tal manera que nunca sienta bien a un cuerpo escuálido  o barrigudo. 


- Dos diferentes voces nos llaman continuamente. Una viene de dentro, la otra de fuera. La que llama desde fuera es el deber cotidiano. Si la parte de la mente que responde al deber se correspondiera exactamente con la voz interior, entonces uno alcanzara la felicidad suprema.