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Después del Reich. Crimen y castigo en la posguerra alemana - Giles MacDonogh


Después del Reich, Crimen y castigo en la posguerra alemana. Giles Macdonogh


  • Los angloamericanos evitaron exigir reparaciones porque sabían que, en ese caso, tendrían que pagar para dar de comer a los alemanes, mientras que, si les dejaban una base industrial, podrían alimentarse a sí mismos. 
  • Los alemanes derrotados sorprendieron a sus conquistadores por su docilidad. 
  • Es posible que los aliados decidieran calificarse de “libertadores”, pero llegaron acompañados por el odio… son cosas que podemos comprender, pero nunca aprobar, desde luego. 
  • Los Aliados reutilizaron todos los campos de concentración más infames, junto con los de trabajo: los rusos, Auschwitz-Birkenau, Sachsenhausen y Buchenwald; los norteamericanos, Dachau; y los británicos, Bergen-Belsen; por no mencionar el espeluznante Ebensee, en la región de Sazkammergut, donde los americanos retuvieron a 44.000 hombres de la SS.
  • El infortunio que padecieron los judíos horrorizó a británicos y norteamericanos y exacerbó su actitud para con la nación conquistada -en especial a los segundos-, mientras que las autoridades soviéticas no le sacaron un gran partido. La autora anónima de Una mujer en Berlín, por ejemplo, se manifestaba sorprendida: “Ningún ruso me ha reprochado hasta ahora la persecución de los alemanes contra los judíos”. 
  • El “vansittartismo”, que consideraba a los alemanes una tribu de patanes incorregibles desde la época de Tácito hasta el presente, se había convertido en el pensamiento dominante en los círculos del gobierno. Aquella concepción fue desarrollada por el diplomático Robert Vansittart, quien durante una parte de la guerra se dedicó a emitir programas de radio en los que analizaba uno tras otro a distintos alemanes señalando cuán repugnantes eran todos ellos. El “vansittartismo” indujo a los historiadores a rastrear en los archivos nuevas pruebas de la profunda maldad de los alemanes. Y, hasta cierto punto, aún hoy día sigue latente. 
  • En los designios de los Aliados había influido, no obstante, una bibliografía de extensión considerable salida de las plumas de los exiliados. Libros de Hermann Rauschning y Konrad Heiden, además de la obra de Sebastian Haffner Alemania: Jekyll y Hyde, instruyeron a los Aliados sobre cómo enfrentarse a la Alemania posterior al nazismo. 
  • Una encuesta realizada a comienzos de 1945 mostró que el 76% de los franceses deseaba la fragmentación de Alemania; el 59% quería que se deportara a una parte de los alemanes; el 80% apoyaba la propuesta del general Leclerc de fusilar a cinco alemanes por cada ataque contra miembros del ejército francés; dos tercios estaban a favor de anexionarse el Sarre; el 87% pensaba que los soviéticos serían capaces de castigar debidamente a los alemanes, mientras que sólo el 9% confiaba en los norteamericanos. 
  • Se mencionó la cifra de seis millones de alemanes como el número de desplazados requerido. En privado, Churchill explicó a Byrnes que se acercaría más bien a nueve. 

El caos

La caída de Viena
  • Joseph Goebbels había expuesto con suficiente claridad lo que les iba a ocurrir. Algunos desdeñaron sus advertencias como “propaganda para sembrar el terror”, pero la triste verdad era que el Ejército Rojo violaba dondequiera que se presentaba. 
  • Se ha discutido mucho el por qué los rusos violaron y asesinaron a tantas mujeres durante su marcha hacia el río Elba. Es indudable que fueron azuzados por Ehrenburg y otros propagandistas soviéticos que veían en la violación una expresión del odio y, por tanto, un acto apropiado para fortalecer la moral. A los soldados soviéticos se les habían mostrado además fotografías de las víctimas de los nazis en el campo de Majdanek, donde los muertos habían sido identificados simplemente como “ciudadanos soviéticos”. Los alemanes habían estado en Rusia, habían quemado sus ciudades y sus pueblos y se habían presentado como un Herrenvolk, una nación de señores… La probabilidad de violar era mucho menor entre los viejos soldados y entre quienes poseían formación universitaria. Cuanto más alto era el nivel de vida con que se topaban los soldados rusos, tanto mayor era el número de violaciones que perpetraban. 
  • En Hietzing, algunas vecinas expresaron su preocupación sobre lo que podría ocurrir con su “inocencia” si los soldados bebían vino. Adolf Schärf tuvo el mismo pensamiento: “La gran provisión de vino y aguardiente existente en Viena, sobre todo en las comarcas de viñedos, fue probablemente una de las causas de las violaciones sufridas por las mujeres cuando se produjeron”. 
  • “El capítulo de las violaciones, que anteriormente -e incluso al comienzo de la ocupación- habíamos atribuido con ligereza a la propaganda alemana, se había convertido en una cruda realidad.” Las víctimas daban ahora parte a los médicos. Ninguna edad ni condición social ofrecían protección. Se decía que los rusos habían violado a mujeres de hasta ochenta años. 
  • En casi todos los casos de violación o saqueo, los rusos habían sido guiados hacia sus presas por trabajadores extranjeros o por los propios vieneses… algunas mujeres se suicidaban tras los ultrajes; muchas contrarían enfermedades venéreas; otras quedaban embarazadas y tenían que abortar. Médicos que en el pasado se habían negado a interrumpir embarazos, estaban ahora dispuestos a dejar de lado sus objeciones morales. Las únicas mujeres que no querían ni oír hablar de ello eran las monjas, que aguardaban impasibles su suerte en un hospital vienés. 
Tiempos violentos: un cuadro de la Europa Central liberada en 1945

  • Junto con la terrible pérdida de vidas humanas se perdieron también para siempre grandes tesoros y ciudades que habían sido la gloria de Centroeuropa habían dejado de existir. 
  • Dresde había quedado hecha trizas como un regalo del día de San Valentín al Ejército Rojo; en Múnich, la destrucción de tantos monumentos culturales indujo a Richard Strauss a componer su obra más conmovedora, Die Metamorphosen… Bayreuth fue víctima de su culto a Wagner; dos tercios de Weimar quedaron arrasados a causa de su vinculación con Goethe y Schiller.
  • Hamburgo había sido el campo de pruebas para las armas británicas y estadounidenses de destrucción masiva de 1943: en dos días de bombardeos murieron cincuenta mil personas. 
  • Breslau siguió ardiendo mucho tiempo después del final de la guerra mientras los rusos encendían hogueras en sus ruinas. 
  • En el curso de una sola noche, el Ejército Rojo mató a setenta y dos mujeres y a un hombre. La mayoría de las mujeres habían sido violadas, la de más edad tenía ochenta y cuatro años. Algunas de las víctimas habían sido crucificadas. 
  • Los prusianos orientales recurrieron a todos los medios imaginables para abandonar su asediado territorio y llegar a la orilla occidental del Vístala, que consideraban una zona segura. Pero los trenes se encontraron con el avance ruso y fueron detenidos en sus vías. Los pasajeros se congelaban en medio de unas temperaturas glaciales y los muertos eran arrojados por las ventanillas. 
  • La primera noticia de la caída de Königsberb le llegó al cirujano Hans Lehndorff cuando unos soldados rusos asaltaron su hospital y robaron los relojes a sus pacientes, golpeando a todo aquel que se interpusiera en su camino. La siguiente presa fueron las plumas estilográficas. Los enfermos y heridos fueron arrojados de sus camas, se les arrancaron las vendas de las heridas y se quemaron documentos a fin de tener luz suficiente para perpetrar los robos. Todas las provisiones del hospital fueron consumidas o desperdiciadas en cuestión de horas. Uno de los asaltantes, “un tipo realmente joven, estalló de pronto en lágrimas pues todavía no había encontrado un reloj. Levantó tres dedos. Iba a fusilar a tres personas si no conseguía uno enseguida”. Y le consiguieron un reloj de pulsera. 
  • Las enfermeras del hospital fueron violadas por “niños sedientos de sangre” que no tenían más de dieciséis años. 
  • Lo peor llegaría cuando los rusos encontraran alcohol. El 11 de abril localizaron la destilería Mental de Königsberg. A continuación incendiaron los sectores de la ciudad que no habían sufrido daños. La irritación del Ejército Rojo se agravó debido a la sífilis y la gonorrea. Los soldados acudían corriendo a los hospitales y exigían tratamiento a punta de fusil. Sin embargo, en sus salvajes orgías habían hecho añicos la farmacia. 
  • Terminada la diversión, los ciudadanos que aún permanecían en la ciudad fueron obligados a marchar hacia los campos de prisioneros. A los que eran demasiado viejos o estaban demasiado enfermos se les ejecutaba en el acto. 
  • Ante la promesa de recibir un trato mejor, algunos alemanes actuaron como Kapos -prisioneros que habían ascendido trabajosamente hasta ocupar puestos de confianza-, golpeando en nombre de sus amos soviéticos… Königsberg había sido otorgada a la URSS, y estaba siendo administrada como una ciudad soviética. La población alemana sería, en el mejor de los casos, deportada; y en el peor, exterminada. 
  • Se calcula que el 9 de abril aun permanecían en Königsberg 110.000 alemanes. Cuando los soviéticos realizaron un censo el mes de junio, quedaban 73.000. El conde Plettenberg afirmó que los rusos habían descuartizado a miembros de las Juventudes Hitlerianas atándoles a caballos por sus extremidades, pero ante la ausencia de otros informes hay que descartar que en Königsberg se hubiesen producido actos de ese tipo. No obstante, “una persona valía menos que el reloj que llevaba”. 
  • Un testigo que logró llegar a Occidente contó la historia de una pobre muchacha de un pueblo violada por los integrantes de un escuadrón de tanquistas desde las ocho de la tarde hasta las nueve de la mañana. Un hombre fue abatido a tiros y arrojado a los cerdos como comida. 
  • Otra mujer intentó tomar el último tren que partía de Mohringen, pero el convoy descarriló y los pasajeros continuaron  pie para acabar cayendo en manos de los rusos. La mujer describe cómo los soldados encontraron una granja y encontraron una Cruz de Hierro de segunda clase. El propietario de la condecoración y su esposa fueron sacados de la casa y ejecutados de un disparo en la nuca. La propia narradora fue violada unas veinte veces la noche de su captura, pero aún le quedaban cosas peores que sufrir. Fue sacada por dos oficiales y siete hombres, de quienes sospechaba que habían desertado o se habían apartado temporalmente de la unidad. Los soldados la alojaron junto otras ocho mujeres, incluida una muchacha de catorce años, en una casa del bosque, donde las violaron a lo largo de una semana. 
  • Los rusos no se mostraban, de todos modos, demasiados selectivos, y por edad, las víctimas iban desde niñas pequeñas hasta bisabuelas. 
  • Mientras las mujeres de la finca se marchaban en masa para hallar refugio, los rusos volvieron en busca de armas y relojes. Vieron a la señora Wesphal e intentaron sacarla de casa. Su hijo de diez años la defendió con un hacha hasta que, finalmente, los rusos desistieron y se limitaron a robarle un puchero de manteca… de los pueblos vecinos les llegaban noticias que empezaban a ser habituales: una mujer había sido violada veinte veces, y no era la única. La señora Von Norman observaba a su hijo. “No llora, pero mientras viva no olvidaré nunca la mirada de indescriptible sufrimiento en los ojos de mi pequeño de diez años.”
  • En Danzig se volvió a abrir la veda para los soldados rusos, que violaron, asesinaron y saquearon. Se violó a mujeres de entre doce y setenta y cinco años; los chicos que intentaban rescatar a sus madres eran abatidos a tiros sin piedad. Los rusos profanaron la antigua catedral de Oliva y violaron a las Hijas de la Caridad… Se violaba a las enfermeras en las salas de operaciones sobre los cuerpos de pacientes inconscientes… Los médicos que intentaban impedir aquellos actos eran fusilados sin más contemplaciones. El comportamiento de los polacos era tan brutal como el de los rusos. En consecuencia muchos habitantes de Danzig se quitaron la vida. 
  • Quienes escaparon de Breslau cruzaron el río Neisse en Görlitz. Las condiciones eran allí tan malas que la localidad ha sido calificada como “la peor ciudad de Alemania” en aquella época. En un incidente atroz, treinta mujeres fueron llevadas a un establo y violadas. Una de ellas se negó y fue asesinada de un disparo. Aquella atrocidad llegó a los oídos del comandante soviético local, quien, acto seguido, acudió al establo y fusiló a cuatro de sus hombres. 
  • Una vez calmadas la furia y la lujuria iniciales, los ejércitos soviéticos se dedicaron al desmontaje. El 1 de julio desmantelaron la central eléctrica de Kraftborn. Le siguieron las principales fábricas, y tras ellas las farolas de las calles, los tendidos eléctricos y los trenes de carga. La soldadesca siguió robando relojes de pulsera, marcos de ventana, carretillas y bicicletas. También se llevaban todos los pianos que podían encontrar. 
  • Los soldados violaban a todas las mujeres que encontraban; una niña de doce años se quejó del terrible desgarro que le habían provocado. 


Dachau fue liberado por el 157 Regimiento de Infantería de la 45ª División de Estados Unidos, así como por las divisiones 222 y 42, que convergieron en la localidad para tomar un puente que las llevaría hasta su presa: Múnich. 

Se dijo que un hombre de la SS dirigió brevemente su subfusil contra los prisioneros que salían de sus cabañas para observar la llegada de los norteamericanos. Este gesto desató la ira de los conquistadores, que dispararon contra todos los que defendían el complejo, hicieron bajar a los guardias de las torres de vigilancia y a continuación los mataron. Reunieron a 122 presos. Un soldado americano acribilló el grupo con su ametralladora, y cuando se disponía a matar a los tres que seguían en pie -dos con las manos en alto y el otro con los brazos cruzados en actitud desafiante-, llegó un oficial y le dio una patada en la cabeza. “La violencia de Dachau consiguió implicar a todos, incluso a los libertadores.”

 Al principio, los prisioneros se permitieron un juego inocente obligando a los guardianes a bailar al son de su música. Gritaban: “Mützen ab!” (¡Descubrirse!). Y los hombres de la SS tenían que quitarse la gorra. Luego, los americanos colaboraron y secundaron a los prisioneros en su venganza. Un soldado prestó a un interno una bayoneta para que decapitara a un guardián. Encontraron a un Kapo que yacía desnudo con el cuerpo lleno de cortes y un disparo en la cabeza. Le habían restregado las heridas con sal. A otro lo golpearon con palas hasta matarlo. A otros guardias les dispararon a las piernas para inmovilizarlos. Informes posteriores corrieron un tupido velo sobre lo ocurrido en aquellos momentos, aunque se sabe con certeza que algunos de los alemanes fueron descuartizados. Al parecer, otro cuarenta guardias y Kapos murieron de ese modo…. 

Una sección importante de la gira fueron los crematorios y la cámara de gas, aunque nunca se supo con certeza si esta última se había llegado a utilizar.

• Un sargento británico provisto de guantes quirúrgicos cacheó los anos y demás orificios de ministros, funcionarios y secretarias. Speer había sido sacado del castillo de Glücksburg y sometido a la misma vejación. Lo atribuyó a que Himmler se había escapado (mordiendo una cápsula de cianuro) de la red tendida por los británicos y éstos estaban decididos a que no volviera a suceder algo parecido, pero Himmler murió aquel mismo día. La idea de humillar a los prisioneros no debió ser tampoco ajena a sus intenciones. El almirante Von Friedeburg se envenenó en un lavabo para eludir la deshonra, al igual que la secretaria de Dönitz. Unos soldados rasos expoliaron el cadáver de Friedeburg.


  La única persona a la que se dejó en paz fue el subjefe de operaciones del OKW; calzaba unas botas tan ajustadas que los soldados británicos no pudieron sacárselas. El capitán al mando de la operación se enfureció tanto que arrancó la Ritterkreuz (Cruz de Caballero) del cuello del oficial alemán y la pisoteó. Relojes y anillos se esfumaron en los bolsillos de los soldados. El equipaje de Dönitz fue desvalijado y alguien le hurtó su bastón de mariscal incrustado en joyas.

  • En el caos de la Alemania de 1945 era difícil saber si el escritor Ernst Jünger había sobrevivido. Muchos de sus amigos y admiradores habían perecido en los patíbulos hitlerianos. Otros -tanto soldados como civiles- habían caído víctimas de las bombas y las balas. Jünger, sin embargo, estaba en su hogar de Kirchhorst, cerca de Celle, en Hanóver. Contempló con actitud distanciada el avance de las tropas estadounidenses, que pasaron dejándolo literalmente de lado. Los soldados negros del ejército de Estados Unidos fueron motivo de un sinfín de habladurías. Un niño de nueve años dijo a Jünger: “Me da miedo”, refiriéndose a un soldado negro. Los negros fueron acusados de perpetrar varias violaciones; en un caso, la víctima fue una muchacha de catorce años del pueblo de Altwarmbuch. 
  • Los pueblos estaban llenos de soldados negros borrachos con mujeres del brazo en busca de camas. 
  • Los esqueletos vivientes de Belsen se vengaron de los odiados Kapos arrojando a unos ciento cincuenta desde las ventanas de un primer piso ante la mirada de los británicos. 
  • El II Cuerpo de Ejército francés había tomado Espira antes de avanzar hacia Karlsruhe. El 12 de abril alcanzó Baden-Baden para entrar luego en la Selva Negra y dirigirse hacia Freudenstadt. No es fácil saber si el comandante francés se sintió influenciado de algún modo por el nombre de la localidad, pero Freudenstadt (que significa “Ciudad de la alegría”), la llamada “perla de la Selva Negra”, fue sometida a tres días de asesinatos, saqueos, incendios y violaciones. 

El 17 de abril bombardearon la ciudad con fuego de artillería, destruyendo el centro histórico. Las unidades que entraron en Freudenstadt estaban compuestas por soldados franceses de la 5ª División acorazada, miembros de la Legión Extranjera y tropas marroquíes y argelinas de la 2ª División marroquí y la 3ª argelina de infantería. Se cuenta que algunos obreros polacos de la localidad se unieron a ellos. Los franceses dejaron claro desde el principio que la población recibiría el castigo que se merecía. Habría tres días de saqueo. Un sargento dijo que se eximiría a la tropa de la disciplina, y un furriel añadió: “Ninguna mujer quedará intacta en las noches siguientes”. 

A los pacientes les robaron los relojes en los hospitales, y un francés al que encontraron ingresado en uno de ellos fue muerto a tiros en su cama. Las casas que permanecían indemnes fueron destruidas una tras otra con benceno: 649 de ellas quedaron reducidas a cenizas. Se había abierto la veda contra cualquier mujer de entre dieciséis y ochenta años. Al parecer, quienes peor se comportaron fueron los marroquíes. Todo el que intentaba interponerse en su camino era abatido a tiros. Una de las víctimas fue una robusta conductora de camión llamada Sofie Hengher, que intentó impedir que los soldados agredieran a sus hijos. Tras el paso de los franceses se presentaron en el hospital de la localidad unas seiscientas mujeres. El 10% de las examinadas estaban embarazadas. Setenta personas fueron asesinadas. Freudenstadt, fue, sin duda, el ejemplo más destacado de una quiebra de la disciplina en el ejército francés, pero hubo otros, y los franceses no se privaron de amenazar con aplicar un trato similar a Königfeld y la ciudad universitaria de Tubinga. 

Se cree que el comportamiento de algunos soldados franceses en Stuttgart, donde se violó a más de tres mil mujeres y a ocho hombres, incrementó la furia de los americanos porque habían rebasado sus líneas. Otras quinientas mujeres fueron violadas en Vaihingen, donde el ejército francés encontró un gran número de muertos y moribundos en un campo de concentración satélite. Los habitantes del cercano pueblo de Neuenbürg fueron expulsados de sus casas para dejar sitio a los enfermos y a la guarnición francesa. En todos esos casos se culpó a los marroquíes. El general norteamericano Devers redactó una carta de protesta a De Lattre. Freudenstadt no había contribuido a dar buena fama al ejército francés. Más tarde, los alemanes quisieron saber quién había permitido aquellos desmanes a los soldados. Al parecer, el hombre que estaba al mando en Freudenstadt era un tipo moreno de aspecto meridional llamado comandante Deleuze, pero también se mencionó a un tal capitán De l’Estrange, así como a un comandante apellidado Chapigneulles y a su ayudante, Poncet de Lorena, famoso por sus palizas. Las torturas eran aplicadas por un tal Guyot y por un supuesto ex jesuita llamado Pinson. La prensa británica achacó las atrocidades al comandante De Castries, vástago de una de las familias francesas más antiguas. 

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         En los pueblos de la comarca se repetía la misma escena: soldados borrachos, aristócratas muertos. Una mujer había matado ella sola a tiros a quince miembros de su familia y se había suicidado arrojándose al agua. 


Los checos se mostraron aún menos considerados que los rusos. El doctor E.Siegel oyó hablar de la llegada a la Pequeña Fortaleza de Theresienstadt (la actual Terezin, en la República Checa) de veintiún hombres acusados de pertenecer a los Werwölfe. Fueron conducidos al paredón. Durante la noche, el doctor escuchó los habituales gritos y restallidos de látigos. Más tarde oyó decir que unos prisioneros habían limpiado la puerta de acceso de sangre, sesos, dientes y pelo y habían tenido que esparcir arena nueva. Los hombres fueron registrados oficialmente como “muertos en el momento de llegar”. 

Berlín 
 Para los rusos, Berlín -incluso en su estado ruinoso- era la representación de la elegancia… Se sentían fascinados por los retretes con cisterna, y, según se dice, los utilizaban para lavar las patatas en su interior. 

 Algunos Algunos berlineses salieron bien parados de aquella experiencia. Un residente de Charlottenburg fue detenido y despojado de su elegante chaqueta de cuero. A cambio de ella, el asaltante ruso le arrojó encima su propia cazadora. Su abatimiento inicial por aquel trueque no tardó en transformarse en júbilo: en los bolsillos de la prenda del soldado encontró dos relojes y dos joyas, entre ellas un anillo de gran valor. 

 Ruth Friedrich observó como un soldado de Mongolia que había trabado amistad con ella vaciaba sus bolsillos de relojes de pulsera, encendedores, anillos de oro y collares de pata, “igual que un niño, calificándolos de “trofeos”.

 Al parecer, las berlinesas andaban escasas de comida pero estaban bien provistas de venenos. Hubo casos de suicidio masivo por envenenamiento. El actor Paul Bildt y unas veinte personas más se dieron muerte de ese modo, aunque él volvió en sí y vivió doce años más. Su hija fue uno de los muertos… la muerte era preferible a la deshonra. 

 Por un grito atroz del humor de la época, los niños berlineses solían practicar el juego de “Frau, komm mit!” (¡Mujer, ven conmigo!), en el que los chicos desempeñaban el papel de los soldados, y las chicas el de sus víctimas. En tiempos normales, los niños habían imitado el “Zurücktreten, Zug fährt ab!” (¡Échense atrás! ¡El tren va a efectuar su salida!), frase que oían cada vez que tomaban la U-Bahn o la S-Bahn, la red del metro berlinés. Durante la guerra, el equivalente había sido la expresión: “¡Achtung! Achtung! Schwacher Kampfverband über Perleberg in Richtung auf die Reichshauptstadt” (¡Atención, atención! Una unidad de combate libera sobrevuela Perleberg en dirección a la capital del Reich) 

 Los hombres tienen mala prensa en los relatos, contemporáneos, pero el hecho de ver u air cómo se violaba a la mujer amada y ser incapaz del impedirlo debió de ser una experiencia castradora. Un hombre que había presenciado cómo su mujer reía, bebía y dormía con los rusos, la mató y luego se suicidó de un disparo. Otros se atormentaban con reproches por su pasividad en el momento de la agresión. Las mujeres se lamentaban de que sus maridos las desdeñaban después de la experiencia, pero a su vez muchas mujeres se volvieron frígidas tras haber sido violadas y rechazaban a sus maridos y amantes. El hecho de que las víctimas hablaran con otras mujeres sobre sus experiencias mientras sus maridos podían escucharlas no facilitaba, seguramente, las cosas.

 Kelin Machnow, de dieciocho años, había sido violada setenta veces. 

 En 1946 se calculaba que uno de cada seis niños nacidos fuera del matrimonio tenían padres rusos. 

 Corrió el rumor de que Stalin había prohibido a las mujeres deshacerse de sus hijos porque deseaba ver un cambio en la composición racial.

 Aunque la incidencia de abortos resultó masiva, se calcula que llegaron a ver la luz del día entre 150.000 y 200.000 “bebes rusos”. 

 Los americanos resultaron decepcionantes. Los berlineses tenían la sensación de que no sabían por qué estaban allí. 

 Sin embargo, cuando llegaron los americanos, una de las muchachas fue violada con tanta brutalidad que tardó años en recuperarse de la conmoción.

 Los americanos tenían por norma no dar nada y tirarlo todo. Así pues, las alemanas que trabajaban para ellos estaban fantásticamente bien alimentadas, pero en cambio no podían llevarse nada para sus familias o sus hijos… A los americanos les indignaba que los famélicos berlineses se atrevieran a servirse de lo que ellos comían. El coronel Frank Howley había llegado a Berlín con dos jabalíes domesticados adoptados por el ejército durante su avance hacia el este. Cuando un alemán pretendió comerse uno de ellos fue brutalmente derribado a golpes. No obstante, los oficiales compañeros de Howley convencieron a éste de que los jabalés causaban más molestias de lo que valían, y los americanos se zamparon los dos. 

 Los soldados tenían prohibido dar la mano a los alemanes o hacerles regalos y debían tratarlos como a una raza conquistada. 

 Al principio, las mujeres habían sido violadas por los rusos, y luego tuvieron que servir de putas a los americanos. 

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