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Franco desde una perspectiva histórica -1ª Parte-

Fuente: Franco, una biografía personal y política. 


Franco escribió su nombre en toda una época de la historia de su país, e incluso algunos de sus enemigos reconocieron que había llegado a ser la figura más importante de España desde los tiempos de Felipe II.


Perteneció a la época de los grandes dictadores europeos: Mussolini, Stalin y Hitler. Franco fue el cuarto en importancia del grupo, pero se puede decir que era el más normal de los cuatro y, tal vez por ello, el que tuvo más acierto.


Franco nunca mandó ejecutar a una persona que hubiera sido un estrecho colaborador, como sí hicieron Hitler, Stalin y Mussolini.


De hecho, Franco, casi nunca habló mal de nadie, salvo en abstracto. Comparado con los otros tres dictadores, tampoco sufrió de aberraciones sexuales ni de excesos; fue el único de los cuatro completamente fiel y devoto esposo y padre, así como el único cristiano del grupo, por modesta que fuera su caridad.


Es cierto que Franco fracasó en su objetivo de hacer de España una potencia militar relevante, pero tras su muerte dejó una sociedad más feliz, próspera, potente y moderna que aquella de la que se hizo cargo. Y esto es mucho más de lo que se puede decir de Stalin, que creó una gran potencia militar, pero destruyó en el proceso una gran parte de su sociedad, reduciéndola a la miseria e impidiendo su desarrollo histórico de cara al futuro.


Creía firmemente en un nuevo papel imperial de España en la época de los imperialismos europeos. Franco nunca se opuso directamente a la República democrática, cuya legitimidad aceptó durante bastante tiempo, pese a ser personalmente partidario de gobiernos fuertes y autoritarios, al igual que muchos jefes militares europeos de su generación.

Era un convencido católico, incluso devoto y, al contrario que su colega Mola, prefería una relación cercana entre la Iglesia y el Estado, aunque habría aceptado la separación en determinadas circunstancias.
Franco fue el único de los grandes dictadores del siglo XX que, en gran medida, modificó y transformó su programa inicial.
La proclamación de la Segunda República no fue en absoluto de su agrado, pero, como la mayoría de los españoles, aceptó su legitimidad mientras la República respetó la ley. Franco siguió siendo un militar profesional hasta el final del periodo republicano y no quería politizarse, aunque desde 1935 su postura era claramente conservadora.
Sabemos que la opción política que prefería era la de la CEDA, el centro-derecha moderado que insistía en la obediencia a la ley y el rechazo a la violencia, al tiempo que abogaba por la reforma de la Constitución y la promoción de los intereses católicos.
Franco entró en política de manera directa, por primera vez, cuando aceptó ir en la lista de la derecha en la repetición de las elecciones en Cuenca.... Sin embargo, ante la presión de Primo de Rivera, preso en la cárcel Modelo de Madrid, optó por retirar su candidatura.
Para Franco, mientras hubo una razonable posibilidad de que la crisis sociopolítica se pudiera solucionar, la revuelta militar carecía tanto de justificación como de perspectivas de éxito. solo cambió su actitud cuando la situación alcanzó el punto de ruptura con los socialistas, al provocar estos intencionadamente una reacción militar (y hasta cierto punto, también el gobierno), que desatara la revolución para que la izquierda radical se hiciera con el poder. De hecho, Franco solo se unió a la rebelión cuando pensó que era más peligroso no rebelarse que rebelarse.
Con frecuencia se le ha acusado de ser el general que dirigió un golpe de Estado fascista contra una república democrática, pero tal afirmación es incorrecta en casi todos sus extremos.
La República dejó de ser democrática en la primavera de 1936 al no respetar la ley, quedar vacía de contenido legal, violando la Constitución, y al claudicar el gobierno de "izquierda burguesa" ante la presión de los revolucionarios.
La democracia y las elecciones libres murieron a manos del Frente Popular, y en última instancia, esta fue la razón de la insurrección militar, aun cuando muchos de los rebeldes no fueran demócratas.
Franco no era el líder, sino Mola, que fue el director-organizador, mientras que el jefe de la rebelión fue el general Sanjurjo.

La insurrección no fue fascista ya que desde el principio la Falange tuvo un papel subordinado. La revuelta pretendía instaurar un tipo de gobierno republicano autoritario y conservador, y después convocar un hipotético referéndum sobre la cuestión de la monarquía.

La acción no se planeó como un golpe de Estado, pues desde el primer momento estuvo claro que el control de Madrid sería imposible en un primer momento y que solo se tomaría la capital en la fase final de la insurrección.
Si la democracia se hubiera mantenido, no se habría producido una insurrección general de la derecha, como, de hecho, no se produjo durante los primeros cinco años de la República. En cambio, sí hubo una rebelión de los socialistas y de los moderados y radicales de izquierda en el otoño de 1934. La desaparición del respeto a la ley y a la propiedad desde febrero de 1936 fue la consecuencia del levantamiento militar de julio, levantamiento que fue apoyado por una parte de la sociedad.
Al comenzar la Guerra Civil, la cuestión no era tanto si el gobierno español tendría un carácter autoritario, puesto que en cierta medida ya lo tenía, como el tipo de acciones que debían llevarse a cabo para rectificar la situación, tal y como apuntó con total precisión Ramón Franco en Washington, mientras dudaba si unirse a su hermano o no.
En el verano de 1936, España era el país más conflictivo y dividido de Europa. Pero Franco tenía poco o nada que ver con esa situación, que se habría producido igualmente aunque él no hubiera existido. La insurrección y la Guerra Civil fueron provocadas deliberadamente por la izquierda, y habrían tenido lugar igualmente con la participación de Franco o sin ella. En este sentido, la izquierda revolucionaria y el Partido Socialista fueron tanto o más responsables de que surgiera el Franco político que la derecha, aunque fuera el propio Franco el que finalmente se decidiera, para bien o para mal, a asumir la responsabilidad.
Inicialmente no hubo nada inevitable en su elección como Generalísimo. El momento decisivo por el que se llevó a tal acuerdo fue consecuencia de los tres primeros meses de la Guerra Civil: Franco era el comandante de la única fuerza operativa efectiva que poseían los insurgentes, el único capaz de derrotar a los republicanos y el que había conseguido una ayuda exterior vital, ayuda que distribuyó después entre sus camaradas alzados en armas. Además, ningún otro general tenía tanto prestigio como él, aunque algunos fueran más veteranos.
No hay ninguna evidencia de que Franco conspirara para convertirse en Generalísimo, aunque desde el inicio de la insurrección desempeñó un papel audaz y asertivo.
Una vez elegido Generalísimo, Franco nunca titubeó ni dio un paso atrás. Insistió en hacerse con todo el poder político, eliminando cualquier límite temporal y transformando su liderazgo en una dictadura sin restricciones, por más que no fuera esto lo que sus colegas militares pretendieron al rebelarse y al elegirlo. Algunos no estuvieron satisfechos con el resultado, pero lo aceptaron. Incluso el mordaz y crítico Queipo de Llano admitió a regañadientes que, si no lo hubieran hecho, probablemente no habrían ganado la guerra.
Una utópica democracia como la que se plantea en la España de 1936 era del todo inviable, sencillamente porque no existía. La democracia había sido destruida, y por ello surgió la Guerra Civil.
Franco no creó la crisis, sino que, para bien o para mal, la resolvió.

Si los nacionales hubieran perdido la Guerra Civil, el resultado difícilmente habría sido una democracia. En el momento de la guerra, un tercio de la República estaba dominada por unas poderosas fuerzas revolucionarias dedicadas a la eliminación política de todos sus adversarios -la mitad o más de los españoles-. Durante el conflicto, las ejecuciones en masa del Frente Popular fueron casi tan numerosas como las de la zona nacional, y si la izquierda revolucionaria hubiera vencido, no hay ninguna razón para creer que el resultado final habría sido más moderado, puesto que se registraron nuevas ejecuciones en 1937 y 1938 en aquellos pequeños territorios en los que el ejército popular volvió a recuperar el control durante un breve tiempo. La fuerza de la dictadura de Franco no provino únicamente de su poder de represión, por importante que esta fuera, sino de la convicción de gran parte de la población de que la alternativa izquierdista no habría sido muy diferente.

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