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Josep Pla - Crónicas (Octubre 1934) Revolución de Asturias


La ciudad destrozada: Oviedo (25 de octubre de 1934)

Contrasta el optimismo de los comunicados oficiales de militares con el escepticismo de la gente del país. Los asturianos conocen a sus mineros. Saben que son muy duros. Por otra parte, el movimiento ha sido protagonizado por los mineros más jóvenes, que son los más exaltados y los más resistentes. Estos elementos tienen siempre el recurso de echarse al monte y resistir tanto tiempo como quieran. Es Asturias, lo más fácil es lanzarle al campo, porque la puerta delantera de las casas de la zona minera suele dar casi siempre a una carretera y la trasera linda con el monte lleno de castaños y robles. En general , cuando las tropas llegan a algún punto de esta zona solo encuentran a las mujeres y a los hijos de los mineros. Los hombres ya han volado. En las zonas más peligrosas del País Vasco ha sucedido lo mismo. 

Ahora bien, un hecho acelerón la pacificación -me lo dice todo el mundo en Asturias-: el movimiento ha carecido de líder. Ha sido un movimiento gregario, espontáneo, un alzamiento en masa de los mineros. Unos comités endebles como una hoja que se lleva el viento han tratado sucesivamente de controlarlo. Ha sido imposible. Lo que se decía al principio de que las tropas revolucionarias iban uniformadas y estaban encuadradas no se ha confirmado. Los mineros bajaban de las minas simplemente armados. Después, al producirse el saqueo de tiendas y almacenes, se vistieron un poco mejor con los impermeables, abrigos y zapatos robados. Lo que tuvieron y tienen en abundancia son las municiones y la dinamita. 

El primero comité de Alianza Obrera que funcionó en Asturias estuvo integrado casi exclusivamente por socialistas; dicho comité al cabo de pocas horas de haberse iniciado la huelga, ya se había tenido que ocultar. El segundo lo formaron los socialistas y comunistas, y duró un par de días. El tercero fue simplemente comunista. Firmó las órdenes y requisó toda clase de cosas en nombre del comité revolucionario de la Alianza Obrera y Campesina de Asturias. Este comité, según me dicen algunos oficiales que tomaron parte en la toma de Oviedo, dio muestras de un cierto sentido estratégico: la retirada de los revolucionarios fue llevada a cabo defendiendo las posiciones palmo a palmo. 

Regreso a Oviedo aterrorizado por el aspecto que presenta la ciudad. No creo que la lucha civil entre ciudadanos de un mismo pueblo haya llegado nunca al extremo a que llegó aquí. Son los mismos espectáculos de la guerra europea. En el terreno de la lucha política, hay que remontarse a las escenas de la Commune de París para encontrar algo parecido. Y aún más: hay que condimentar estas escenas con la ferocidad de las de las de la guerra civil que vivieron nuestros antepasados. 

Entramos en Oviedo, y en la primera calle encontramos un suelo centelleante de partículas de vidrio. Se tome la calle que se quiera, inmediatamente aparecen casas reventadas, tejados derrumbados, montañas de material humeante derribado, hierros retorcidos. La ciudad desprende un olor insoportable a causa del hundimiento de las cloacas. La gente del país no sabe aún lo que le pasa. Camina errabunda por las calles y parece buscar algo extraño -los cabellos desordenados, sin afeitar-. La gente, cuando se encuentra por las calles, se abraza llorando. Casi todo el mundo se despidió de la vida durante los nueve días de dominio de las turbas y de bombardeos de la aviación. 

El instituto había sido dinamitado y quemado. Del Teatro Campoamor -que era un pequeño teatro provinciano delicioso, con asientos de terciopelo rojo y molduras de oro- solo queda la fachada, desde cuyas ventanas se ve el cielo. Del Palacio Episcopal no queda sino un montón de ceniza. La Delegación de Hacienda ha desaparecido. No pudieron derrumbar la Catedral porque sus bloques de piedra resistieron. Pero incendiaron y chamuscaron las torres -gótico florido- de la basílica. Del magnífico edificio de la Audiencia, del edificio del Banco Asturiano, del Banco Español de Crédito, solo queda el recuerdo. El Banco de España fue atacado y parece que se llevaron, en efectivo y con documentos de las cajas, unos dieciséis millones de pesetas, pero yo personalmente no lo he podido confirmar. 

Todo el barrio comercial moderno de Oviedo ha quedado destruido. Hay manzanas enteras de casas de cinco y seis pisos que no conservan si no las paredes exteriores. Tanta destrucción produce una enorme impresión. Del magnífico hotel Covadonga, del Inglés, del Flora, queda lo mismo que del edificio del Automóvil Club. La visión de estos bloques hendidos, que han sido volados con dinamita, después de ser saqueados, es inolvidable, horroriza. No ha quedado ni un café céntrico en pie. El café Niza, los bares Dragón y Riesgo han desaparecido bajo una montaña de escombros. Todo lo de Oviedo impresiona, pero la destrucción de los cafés debe destacarse, porque no creo que hubiera ocurrido algo semejante en ninguna revolución anterior. Un café, ¿no es la casa de todos, no es el lugar de confluencia de las más diversas ideologías, de los pensamientos más opuestos? La destrucción de estos cafés es un hecho de un sadismo y de una anormalidad total

Pasaran muchas semanas hasta que la vida se normalice; pasarán años hasta que Oviedo vuelva a ser lo que fue. En esta ciudad existe un espléndido espíritu regional y local, y lo que ha caído será otra vez levantado. Pero hay cosas que han desaparecido para siempre, como la universidad y el teatro. 

Esta es la obra del socialismo y del comunismo en comandita con los hombres de Esquerra Catalana. Han sembrado por doquier la destrucción, las lágrimas y el cieno. Cuando se ve Oviedo -como yo acabo de verla- en el estado en que se encuentra, no hay justificación posible de la política que ha provocado semejantes estragos. A la salida de la ciudad me detiene la guardia del cuartel. Me instan a que entre en el edificio, que en parte es hospital de sangre. Mientras arreglo los documentos, siento los alaridos de los heridos, algunos de los cuales yacen esposados. Entran, mientras tanto, sobre una litera llena de sangre, a una niña de doce años, rubia y guapa como un sol, con un pulmón atravesado. Salgo de Oviedo llevándome las manos a la cabeza. 

La rendición de la zona minera - Anomalías asturianas (26 de octubre de 1934)

Los sucesos de Asturias no se explican. Superan todo esfuerzo racional, cualquier explicación lógica. La ultima huelga o tiene explicación en el campo societario. No había parados en Asturias. Todo funcionaba -me dice aquí todo el mundo- a pleno rendimiento. El jornal mínimo en las minas era de nueve pesetas. El ordinario oscilaba entre doce y quince pesetas. La jornada era de siete horas. El jornal mínimo se aplicaba a los trabajadores al aire libre, o sea fuera de las minas. Asturias ofrece un indudable aspecto de prosperidad. Es un país de clase media elevada a todas las categorías del confort, de un capitalismo activo y moderno, de una clase obrera abierta a todas las perspectivas. Viniendo de Castilla, Asturias es un oasis lleno de vida, de actividad, de salud y de agitación. El país dispone de una cocina abundante, un poco tosca, muy popular, alta en calorías. 

Contrastando con estos hechos, ha de observarse que Asturias es un país literalmente saturado de comunismo y socialismo. Las paredes están llenas de rótulos truculentos, en las librerías no hay sino literatura roja, la palabra revolución es la que más se ha repetido en Asturias en estos últimos años. Basta decir que el señor Melquíades y el reformismo son considerados los fascistas del país para comprender la transformación que han experimentado las ideas. Desde la República, Asturias ha tenido una serie de gobernadores a cual peor. No ha habido principio de autoridad de ninguna clase. Las huelgas -como la de Duro Felguera- han durado meses y meses y se han cometido impunemente toda clase de atentados y de acciones violentas; ha habido una suerte de frivolidad que ha acabado trágicamente. Creo que Asturias ha sido la región de España que con la República ha sufrido más la anarquía instaurada en las mentes y en los brazos de la gente. Los sucesos de ahora no son sino la consecuencia naturalísima de un larguísimo proceso.

Los asturianos sensibles están desolados, porque el Día de la Raza, precisamente el Día de la Raza, entraron los moros en esta antigua y tradicional provincia -patria de don Pelayo- para solucionar los problemas del país. La paradoja es enorme, evidentemente, y el hecho tiene un aspecto simbólico muy curioso. Pero, en fin, no hay que apurarse. Si persistimos en los procedimientos y en el espíritu de la Península en estos tres últimos años y medio, otras cosas veremos, si vivimos

Quince días de socialismo puro en la zona minera asturiana - La lucha de Oviedo (27 de octubre de 1934)

Las poblaciones de la zona minera asturiana han vivido, durante quince días, en régimen de socialización absoluta. 

El día 6, por la mañana, los revolucionarios se habían apoderado de toda la zona. La batalla por apoderare de las poblaciones se producía en la noche del 5 al 6. Los ayuntamientos opusieron poca resistencia. Los cuarteles de la Guardia Civil y de los guardias de Asalto resistieron como leones. Se puede decir que, de dichas fuerzas, no ha quedado ninguna persona con vida. En Sama hay enterrados 87 guardias civiles y de Asalto. Los oficiales fueron fusilados. Las personas civiles opusieron una resistencia nula. Las más significadas fueron hechas prisioneras y, en general, bien tratadas. Se cometieron algunos actos siniestros contra sacerdotes: pocos casos. El rector de Mieres, señor Hermógenes, a quien la prensa de Madrid ha degollado varias veces, esta fresco como una rosa en medio de estas montañas. Las monjas han sido respetadas. 

El día 6 por la mañana, tras haber caído ya toda la zona en poder de los revolucionarios, los mineros jóvenes se trasladaron a Oviedo a presentar batalla. En cada pueblo se constituyó un comité central revolucionario que se subdividió en diversos subcomités: el subcomité de guerra; el subcomité de higiene, etc. Se constituyó, en una palabra, un enorme aparato burocrático. Al hacerse cargo de la dirección del pueblo, el comité central de cada pueblo lanzó un manifiesto uniforme -que había sido impreso con mucha anticipación- decretando la abolición de la propiedad privada y otorgando a los obreros la propiedad y el derecho de la gestión de los negocios en que trabajaban y recordando a todas las personas que estaban de alquiler que las cosas que usufructuaban -casa o tierra- pasaban a ser de su propiedad. Al mismo tiempo, quedaba abolida la moneda y se iniciaba el régimen de vales. En dichos manifiestos se dice, también, que serán condenadas a muerte todas las personas que propalen noticias falsas -o sea, contrarias a la revolución-. Al mismo tiempo, se ordenaba que los cafés y tabernas cerraran definitivamente a fin de luchas contra el alcoholismo, y su consecuencia natural, el analfabetismo

Mientras tanto, se dieron las órdenes oportunas para evitar destrucciones. Los equipos de conservación de las minas fueron mantenidos y funcionaron perfectamente. Los desagües de las minas se realizaron normalmente. Los hornos continuaron encendidos. Las bancas fueron totalmente respetadas. He visto las sucursales del Crédito Minero y de la Banca Herrero en Sama de Langreo, La Felguera y Mieres. Están intactas. El deber sagrado de la objetividad y de la verdad siempre ha primado en mí por encima de todo lo demás. En la zona minera de Asturias, la superestructura económica está intacta y ha sido respetada. Esto demuestra una cosa, y es que en la zona minera los socialistas, que no pudieron ser desbordados, demostraron tener una organización enorme, formidable. 

Los comités centrales revolucionarios dieron dos clases de vales: individuales y de familias. Los primeros daban derecho a gastar por valor de 2,40 pesetas al día. Los vales de familia eran calculados en progresión descendente, según el número de individuos que la formaban. Una familia de siete personas tenía derecho a gastar doce pesetas diarias. Con estos papeles se cometieron abusos y se decretó la pena de muerte para quienes cometieran fraudes. La gente -pobres y ricos- iba con dichos papeles a las tiendas y recibía alimentos, ropa o servicios -como los servicios de barbería- ; los comercios tomaban nota del saqueo que podríamos llamar legal y encima tenían que poner buena cara al camarada. Ahora, como los comerciantes debían ser pagados por los comités y estos no pagaron, se presentaron a las autoridades militares exigiendo el pago de lo que entregaban. En una palabra: en esta zona se ha vivido gratis durante quince días. Las tiendas han quedado vacías, y los boticarios, médicos y toda clase de profesionales han trabajado gratis. 

Cuando las tropas han entrado en estas poblaciones, han encontrado destruidos los cuarteles de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto. Aparte de esto, todo se ha encontrado intacto. Cuando se llega a estos pueblos, se siente una sensación que hiela la sangre; se siente que el noventa por ciento de los hombres ha tomado parte directa en la revolución. Excepto los burgueses, los comerciantes, los frailes y curas y las mujeres, niños y viejos, ¿quién no ha participado? El movimiento socialista de Asturias es profundísimo y producirá muchos quebraderos de cabeza. 

Para ir desalojando poco a poco al puñado de hombres que defendía la ciudad, los revolucionarios tuvieron que ir dinamitando literalmente las posiciones ocupadas por defensores. Cuando no pudieron acercarse lo suficiente para volar un punto determinado, prendieron fuego al grupo de casas en el que estaba concentrado el punto de resistencia. A veces, incendiaron una casa para tomar la que estaba situada cinco números más arriba o más abajo de la que quemaban. Por eso hay, en las ruinas de Oviedo, tantas casas incenciadas. 

Los revolucionarios, una vez se hubieron apoderado de los suburbios, rompieron todos los medios de comunicación de la ciudad con el mundo: volaron los puentes, hicieron añicos toda la organización telefónica, las construcciones eléctricas y las del agua. Por ello, Oviedo estuvo dos días, al menos, desconectada de Madrid y el Gobierno no tuvo absolutamente ninguna noticia durante todo este tiempo. Hasta que los primeros aviones no sobrevolaron la ciudad, no se pudo saber exactamente qué pasaba en la capital de Asturias. 

La resistencia, pues, fue enorme, pero la inmensa superioridad numérica de los asaltantes obligó a los defensores de la ciudad a replegarse, al cabo de cinco días de lucha, en el mismo centro comercial y vital de Oviedo; es decir, en los alrededores del parque denominado el Campo de San Francisco. Llegó un momento en que los defensores sufrieron la presión de los asaltantes por los cuatro costados. Fue algo épico, las mismas escenas de la guerra europea agravadas por el vandalismo de la guerra civil. 

Los revolucionarios, a medida que se apoderaban de la ciudad, la sometían a un saqueo sistemático. No quedó en nada en ningún almacén, en ningún comercio, en ninguna casa. Se veían escenas terribles. La gente de la ciudad se escondió, naturalmente, donde pudo. Hubo familias que se refugiaron en ocho casas sucesivas, abriendo agujeros en las paredes medianeras. La gente se tuvo que alimentar del aire del cielo durante nueve días -¡nueve días mortales!-. Los revolucionarios hicieron una enorme cantidad de prisioneros. Fueron robados de la sucursal del Banco de España documentos por valor de catorce millones de pesetas. ¡Las mismas escenas de la primera guerra civil las hemos visto repetirse en Oviedo en el año 1934 de este siglo! Que tomen nota los del progreso indefinido y continuado. 

Los defensores, reducidos a un puñado de fantasmas chamuscados, aun se defendían cuando López Ochoa, con el Tercio y los regulares, entró en la ciudad. Entonces se produjeron las escenas, medio enloquecidos, hambrientos, sucios, de las cuevas, los subterráneos, las cloacas y los escondrijos más absurdos. Se produjeron imponentes escenas de humanidad. 

Los revolucionarios desalojaron las posiciones de Oviedo lentamente, camino de la carretera que va a Mieres y Sama, pasando por el barrio de San Esteban. Por eso, las casas de este barrio han sido destrozadas por la artillería. Pero los revolucionarios aguantaron menos que los defensores de las posiciones: el Tercio y los marroquíes de la mía atacaron a pecho descubierto y asediaron los alrededores de Oviedo con las puntas de las bayonetas.

Josep Pla - Las causas de la revolución


Las causas de la revolución 

Después de una investigación pormenorizada, puedo decir que el movimiento de Asturas es un movimiento inicialmente socialista, desbordado primero por la Juventud Socialista del mismo partido. La huelga comenzó el día 5 y fue, en toda Asturias, pacífica y generalmente fría. La huelga empezó a adquirir un aspecto francamente revolucionario el día 6, a las once de la noche, es decir, cuando se comenzó a saber en estas tierras lo que decían en Barcelona los representantes de la Generalitat. Desde las once de la noche del día 6, este país entró en una situación espasmódica. Los obreros de las minas, en masas compactas, entraron en Gijón, Oviedo, Avilés y en los núcleos urbanos de la provincia, y en general se mantuvieron en ellos -excepto en Gijón- muchos días seguidos. Dieron pruebas, en las primeras horas, de una cierta organización militar y política, pero con una rapidez fulminante fueron desbordados. 

Los revolucionarios, una vez constituidos en los pueblos de que pudieron apoderarse, cometieron un crimen: armaron hasta los dientes a la gente del hampa. Esta gente se dedicó al saqueo desde el primer momento. 

La táctica de las ocupaciones fue como sigue: asedio de los cuarteles de la Guardia Civil o de la Guardia de Asalto. Innumerables matanzas. Ocupación de las tiendas de alimentación y de los almacenes. Instauración del régimen de vales con la abolición de la moneda consiguiente para obtener cosas que comer, beber o vestir. En ciertos pueblos, este régimen fue mantenido y la revolución transcurrió con una relativa tranquilidad. Pero en muchos pueblos el régimen de vales fue superado por el saqueo franco. En Oviedo, la población fue pura y simplemente saqueda. 

Ya daremos detalles más adelante; ahora importa señalar las causas de tales enormidades. La opinión general en Asturias culpa a los socialistas de lo que ha pasado y pasa. Se trata de un caso de enervación de la opinión obrera auspiciado desde la tribuna pública y sobre todo desde el diario socialista de Oviedo Avance, que ha sido dirigido por el periodista madrileño, hoy preso, Javier (Javierito) Bueno. Los dirigentes del socialismo asturiano, Teodomiro Menéndez; Amador (Amadorcito) Fernández; Belarmino Tomás; Perfecto González; González Peña, secretario del sindicato minero asturiano, hombre de carrera; Bonifacio Martín; Gracián Antuña (que ha muerto en la revolución) y algunos otros dirigentes, hicieron tanta propaganda demagógica, prometieron tantas cosas que no pudieron cumplir, hablaron tanto de Rusia y de la revolución, que prácticamente la gente, después de las elecciones, se desbordó. El fruto de la propaganda lo recogió sobre todo la juventud de la minas, que es la que ha llevado y lleva a cabo la revuelta. “No puede figurarse -me decía un ingeniero de las minas de Laviana-, no puede figurarla la pedantería, la cultura primaria y esquemática, la locura interna de esta juventud.” En Asturias ha habido, en los últimos meses, un programa político y social único que se resume en esta frase: “¡Como en Rusia!” ¡Hay que hacer como en Rusia!”.

Ayudó enormemente a todo esto la labor de Avance, el diario socialista. Dicho diario, que hoy está materialmente destruido, llegó a tener una enorme tirada. Realizó una política de lo más pedestre, envenenó las cuestiones más vidriosas de los pueblos, efectuó una tarea de insensatez y de destrucción que debe calificarse de genial. Cualquier cosa infecta sirvió de pretexto para los hombres de Avance y ellos son los responsables, en gran parte, de la situación moral del país asturiano. 

Sobre estas causas imponderables se ha llevado a cabo el movimiento de sedición. Las causas ponderables han sido el dinero, enviado en abundancia desde Madrid, las numerosísimas armas, las ametralladoras, los cañones robados en las fábricas de Oviedo y de Trubia -los sediciosos llegaron a tener doce piezas de artillería y abundantes morteros de las fábricas militares-, y en general -como capa- la debilidad del gobierno Samper durante el verano, que ha hecho posible toda clase de movimientos. 

Pero, naturalmente, estos elementos fueron desbordados enseguida, por lo que decíamos al principio: es decir, por haber armado a los elementos del hampa. Solo hay que referir un hecho que lo ilumina todo: durante los nueve días en que Oviedo estuvo en manos de los sediciosos, tuvo tres comités revolucionarios sucesivos: el primero era exclusivamente socialista; el segundo estaba formado por comunistas y socialistas, y el tercero, por comunistas puros

Los judíos en la Historia de España - María Elvira Roca Barea


Los judíos en la Historia de España (Extractos)
María Elvira Roca Barea
(Fracasología)

En Inglaterra, la expulsión decretada por Eduardo I en 1290 fue tan perfecta y exitosa que no hay un solo documento que mencione a un judío en Inglaterra hasta los tiempos de Oliver Cromwell. Hay fuentes documentales que prueban que desde el periodo anglosajón, esto es, el que precede a la llegada de los normandos, o incluso en tiempos de Roma, hay judíos en Britania. Pero parece que es con la llegada de Guillermo el Conquistador en 1066 cuando la comunidad judía crece y prospera en Inglaterra, y con ella el antisemitismo. Varios hitos marcan esta animadversión. En 1144, en Norwich, los judíos son acusados de haber raptado a un niño cristiano y haberlo crucificado imitando la muerte de Cristo. Este crimen ritual fue luego completado con otros adornos como el haber desangrado a la criatura y el beber su sangre. Es la primera manifestación de una acusación clásica del antisemitismo cristiano que se conoce con el nombre de “blood libel”. Las acusaciones y persecuciones se repiten en Suffolk en 1181, en Bristol en 1183, en Winchester en 1192, en Londres en 1244… En 1247, a petición de las autoridades inglesas, el papa inocencio IV encarga una investigación de estas acusaciones y encuentra que no tienen fundamento y que la persecución a que se está sometiendo a los judíos bajo la acusación de crímenes rituales es totalmente infundada. A estos delitos inventados se añaden otros como el envenenamiento de pozos, la producción de plagas o la práctica de la usura. 

Después de Inocencio IV, otros cuatro papas intervinieron en Inglaterra para hacer lo mismo que había hecho aquel sin éxito porque las acusaciones continuaron. Los judíos se transformaron en el chivo expiatorio que permitió a Eduardo I sobreponerse a los muchos problemas que tuvo en su reinado. Por lo pronto, resolvió sus dificultades financieras, porque las propiedades de los judíos pasaron directamente a la Corona. En 1278 comenzaron los ahorcamientos en masa y más de quinientas personas fueron llevadas a la Torre de Londres. Se cursa orden a todos los sheriffs de los condados para que apliquen el Decreto de Expulsión. Todos los judíos que sean hallados en territorio inglés después del día de Todos los Santos (1 de noviembre) de 1290 serán ejecutados. Solo pueden llevar con ellos sus efectos personales y todas sus propiedades pasan a la Corona (dinero, casas, tierras, etc.) Se produjo un éxodo masivo hacia el continente, aunque parece que algunas familias consiguieron camuflar su identidad y permanecieron en territorio inglés. A los judíos no les estaba permitida la conversión (es muy interesante seguir en la ‘Enciclopedia Judía’ el muy distinto tratamiento dado al antisemitismo en Inglaterra y en España. Frente a los mismos hechos, dos actitudes bastante distintas. Es un ejemplo más de cómo lo europeo general se transforma en lo español en particular). En 1655 Cromwell permitió de facto pero no de iure que algunas familias judías se instalaran en Inglaterra de la mano del rabino Menasseh Ben Israel de Ámsterdam, pero hasta 1858 los judíos ingleses no tuvieron los derechos inherentes a la ciudadanía. 

En Francia se sucedieron varias expulsiones: 1182, 1306, 1321, 1394… (el antisemitismo está presente en Inglaterra incluso cuando no hay judíos). A finales del siglo XII crece en Francia el antisemitismo. La población judía es cargada con más y más impuestos y en 1171 son quemados en Blois treinta y un judíos acusados de crímenes rituales, envenenamiento de pozos y el rosario habitual de acusaciones antisemitas. La situación de la comunidad judía va a peor durante el periodo de Felipe Augusto . Poco después de llegar al trono, el rey ordena que todos los varones judíos sean llevados a prisión y exige un rescate para liberarlos. Más tarde anula los préstamos hechos por judíos y se declara a la Corona beneficiaria de estos. Finalmente terminará confiscando sus propiedades y expulsándolos de París para, en 1198, permitirles regresar bajo pago. En el reinado de Luis IX (1226-1270) el antisemitismo no decae y se producen varios progromos en la zona occidental del reino. En 1236, el paso de los cruzados franceses por Anjou y el Poitou da ocasión a nuevas persecuciones. Muchos judíos son bautizados a la fuerza y se calcula que unos tres mil fueron asesinados. A la postre, en 1254 los judíos fueron expulsados de Francia y sus propiedades y sinagogas pasaron a la Corona. Luego, previo pago, se les permitió regresar. Este juego perverso de expulsión, confiscación de bienes y luego regreso comprado con pagos adicionales a la Corona fue practicado a menudo en Francia. 

En tiempos de Felipe IV el Hermoso, un nuevo decreto manda a prisión a todos los judíos del reino y se ordena una confiscación de bienes tan estricta que solo se les permite conservar la ropa que llevan puesta. Esto sucede en 1305. La expulsión afectó a más de cien mil personas. 

La inefable Wikipedia en francés nos cuenta que “es sobre todo gracias a los progresos de la filosofía de las Luces que la opinión (pública) tomó conciencia del absurdo de la condición (social) en que se tenía a los judíos”. Difícilmente. Hay pocos grupos intelectuales más antisemitas que les philosophes. El admiradísimo Voltaire escribió: “Por qué no habrían sido los judíos antropófagos? Habría sido la única cosa que hubiera faltado al pueblo de Dios para ser el más abominable de la Tierra”. Y sigue: “Observamos a los judíos con la misma mirada con la que miramos a los negros, o sea, como una raza humana inferior”. 

La historia del antisemitismo en Francia puede seguirse a lo largo de los siglos hasta la Revolución francesa. Durante el reinado del Terror (1793-1794), las sinagogas fueron clausuradas y la comunidad judía volvió a sufrir nuevas persecuciones. Napoleón determinó en qué lugares de Francia podían vivir los judíos y en cuáles no, al tiempo que declaraba ilegal los préstamos concedidos por judíos, lo que ocasionó la ruina de muchas comunidades. Publicaciones y periódicos antisemitas menudean abiertamente desde comienzos del siglo XIX, como La France Juive (1886) de Eduard Drumont, que constituyó un gran éxito editorial. En medio de un creciente antisemitismo estalla el famoso caso Dreyfus, cuando el capitán Alfred Dreyfus es arrestado y condenado en 1894 contra toda evidencia. La vida de los judíos durante el siglo XX no fue fácil y durante la Segunda Guerra Mundial las autoridades francesas se encargan de aplicar las medidas antisemitas emanadas del régimen nacionalsocialista, sin que esto, al parecer, haya contaminado la historia de Francia para siempre. 

Quien se entretenga en consultar la Wikipedia encontrará que bajo la entrada “Expulsión de los judíos”, la sucedida en España ocupa muchas más líneas que las demás, y que hay en ella silencios clamorosos, como lo que atañen a las persecuciones sucedidas en territorio germánico, apenas mencionadas. Hay que ir y venir a la Wikipedia, porque constituye hoy la fuente primordial de información de Occidente y desde luego no tiene rival como herramienta de consulta para nuestros alumnos de enseñanza media. 

Hubo masacres que llevaron a comunidades judías a suicidarse en masa en tiempos de la Primera Cruzada, que volvieron a repetirse con ocasión de la segunda, si bien no se llegó a los niveles de demencia ocurridos en la primera gracias a la intervención de Bernardo de Claraval. A finales del siglo XIII, los Judenbreter masacraron a las comunidades judías de Alsacia. Ni la condena del clero católico ni siquiera la excomunión decretada por los obispos para quienes atacaran o violentaran a los judíos pudieron detener los progromos. Entre 1336 y 1339, los Judenschläger (asesinos de judíos) impusieron un régimen de terror desde Suabia hasta Alsacia.

A pesar de los millones de muertos que el antisemitismo ha provocado en Alemania, este asunto no ha sido nunca un tema preferente de la historiografía germánica previa a la Segunda Guerra Mundial. Hay cientos de persecuciones, a cual más cruenta y terrible. Las sucedidas como consecuencia de las predicaciones antisemitas del luteranismo fueron horrorosas. 

Según Robert Michel, el antisemitismo luterano, al adquirir la categoría de norma bíblica, contribuyó poderosamente a empeorar la situación de los judíos en los territorios germánicos. Su influencia puede verse desde los progromos de Berlín en 1572, cuando los seguidores de Lutero saquearon la ciudad y al año siguiente consiguieron la expulsión de los judíos de este y otros estados alemanes, situación que se reprodujo en las décadas siguientes y en distintos lugares, como explica Paul Johnson. Solo en 1612 los progromos de Frankfurt produjeron la muerte de tres mil judíos. 

Como se ve, el antisemitismo está profundamente arraigado en Occidente y en modo alguno ocupa un lugar destacado en la historia de España, a pesar del sinnúmero de publicaciones que ha generado. Hay que considerar, además, que la relación entre los judíos y España es interesante desde diversos puntos de vista porque enseña varias lecciones. Durante siglos, la presencia de judíos en España no sirvió más que para igualar español y judío y excitar el sentimiento antisemita contra los españoles. 

Pero en el siglo XIX se produce un giro radical que sitúa la expulsión de los judíos en el origen de todas las calamidades españolas, además de ser la prueba definitiva de su crueldad e intolerancia, sin parangón en Europa. Buscando causas remotas que expliquen los fracasos del presente, las élites españolas encuentran esta, que está siendo fabricada en este momento en lengua inglesa y se acogen a ella con fervor. Se trata de un procedimiento habitual de nuestras élites, el seguidismo acrítico de los temas que para la historia de España se fabrican en los departamentos universitarios foráneos. Una extraña ceguera ha impedido investigar exactamente los mismos asuntos en la casa del vecino, dando por buena siempre la versión que ese vecino ofrece de sí mismo. 

De Giner de los Ríos pasamos a Américo Castro, Márquez Villanueva y otros muchos. Una de las razones que explica el cultivo de esta sintonía es que tiene éxito fuera, gran aspiración de nuestras élites y el más claro síntoma de subordinación cultural que padece España. Va a ser muy difícil que si un estudioso español se pone a investigar el antisemitismo y sus consecuencias (o la intolerancia religiosa o el tratamiento dado a las minorías…) en los países vecinos, sea acogido allí con palmas y olivos, como aquí sí sucede. 

Parece como si España demostrara su naturaleza bárbara y cerril en no haber sido capaz de integrar las minorías mora y judía, comáis todos los demás sí lo hubieran hecho. Los ingleses no han sido capaces ni de integrar a otros protestantes no anglicanos, pero esto no les hace ni bárbaros ni cerriles. La historia de España se transforma en una incesante persecución de mudejarismo y marranismo, pero no hallamos en la historia inglesa, ni siquiera como tema remoto, interés por la presencia marginada de los irlandeses. 

Josep Pla Crónicas (Octubre, 1934)


Tres periodistas en la revolución de Asturias

Josep Pla
Crónicas (Octubre, 1934)

(Extractos)

El momento actual, 10 de octubre de 1934


Las escenas de Asturias, el asesinato de nuestro inolvidable amigo el diputado Oreja, las profanaciones y los crímenes que se han cometido, nos hacen retroceder a épocas de pura barbarie. 

Los socialistas y los políticos de izquierdas, que son los organizadores del plan general, cometieron, sin embargo, el error psicológico de promover el movimiento de en un momento desfavorable. No han querido creer en la existencia en España entera de un gran movimiento de reacción de derechas, tan sólido, mucho más sólido que su despecho. Esto ha hecho que en vez de encontrarse ante un país inerte y fatigado, se hayan encontrado ante el muro infranqueable de la opinión pública, que les ha cerrado el paso. Han tenido que localizar el movimiento en determinadas regiones. Fuera de Asturias, el País Vasco, la ciudad de Madrid y Cataluña, no han movilizado nada. Al contrario, se han topado con una opinión galvanizada por tres años de desastres y de desorden que ha respondido como un solo hombre y se ha puesto al lado del gobierno. Creían asimismo en la debilidad de Lerroux y en el desorden indudable que reina en todos los sectores políticos. El hecho es que Lerroux ha resistido, que el Gobierno ha encontrado un instrumental de actuación magnífico, preparado por Salazar Alonso, y que los partidos legalistas se han puesto al lado del Gobierno. 

Los hombres de Esquerra, que gobernaban en la Generalitat de Cataluña, a pesar de la magnífica posición de privilegio de que disfrutaban dentro del régimen, privilegio que no había conocido nunca ningún partido político catalán, han creído que tenían que ligar su suerte a la política de los hombres más destructivos, más impopulares y más odiados de la política general. Se han equivocado, y lo han pagado caro. Han comprometido, sobre todo, lo que tendría que haber sido sagrado para todos los catalanes de buena fe: la política de la Autonomía, el Estatuto de Cataluña. No nos corresponde a nosotros emitir un juicio histórico sobre esta oligarquía que desaparece. Diremos solo que Cataluña sigue con su historia trágica, y que solo eliminando la frivolidad política que hemos vivido últimamente se podrá corregir el camino emprendido. 

El movimiento, en estos momentos, está casi totalmente dominado. Todavía hay algún pequeño núcleo que resiste, en Asturias y en el País Vasco. Es cuestión simplemente de tiempo acabar con la sangrienta lucha. En Madrid, la situación ha mejorado enormemente y hoy han sonado pocos tiros. La tranquilidad de la ciudad se va notando progresivamente. En general, las noticias periodísticas y las oficiales coinciden en afirmar que nos encontramos ante la liquidación del movimiento. 

Al empezar la sesión del Congreso, el entusiasmo era indescriptible. La entrada del señor Lerroux en el hemiciclo ha sido saludada con vivas delirantes y diversos. La Cámara ha aprobado de forma fulminante la ley restableciendo la pena de muerte y la concesión de un suplemento de crédito para el orden público. Se ha leído una proposición firmada por el señor Gil-Robles. En un breve discurso, el dirigente de la CEDA ha hecho un elogio inflamado del Gobierno y del señor Lerroux, y ha dicho que en estos momentos no había política posible. 


El movimiento de Asturias visto desde Moscú, 12 de Octubre de 1934

Los agentes diplomáticos en Berlín comunican que, según la prensa de Moscú, el movimiento de Asturias no tiene nada que ver ni con la táctica socialista ni con la anarcosindicalista y que se trata de un movimiento comunista de enorme trascendencia en la historia de la revolución mundial. Todo parece indicar, en efecto, que la táctica desarrollada en Asturias es un fenómeno desconocido hasta ahora en la Península y que se trata del primer movimiento de gran estilo llevado a cabo, según la táctica moscovita, por los comunistas del país. La prensa rusa destaca los sucesos de Asturias, y en cambio trata despectivamente las infantiles veleidades revolucionarias de socialistas y separatistas. 

El señor Lerroux, pese a tener ante sí una oleada de opinión que pide fusilamientos y juicios sumarísimos, no piensa apartarse del camino de la más estricta legalidad, y más bien quiere ser magnánimo. Todo indica que este hombre que, tras una vida de subversión hoy se encuentra en la posición de tener que ser implacable con la propia revolución, obrará con generosidad y magnanimidad. De todas formas se considera seguro que habrá unos cuantos, quizá siete u ocho, fusilamientos. 

La toma de Oviedo, 13 de octubre de 1934

En el ambiente político se comienza a hacer balance de los últimos acontecimientos con vista al futuro. Se considera que el marxismo ha recibido un golpe mortal tan fuerte al menos como en Italia, Alemania, Austria y, por un camino más normal, Inglaterra. Ahora los socialistas se convierten en delirantes defensores de la táctica evolucionista de Besteiro. Notoriamente, este partido utiliza a sus hombres según los momentos. Es difícil, no obstante, que a estas horas la mencionada táctica convenza a nadie. La gente se va separando de este partido de esnobistas, de ex ministros y de ex embajadores que tantos estragos ha hecho en el país

El campo de las izquierdas era reducidísimo. Ahora ya no existe. Todo el mundo sabe que los señores Azaña, Botella Asensi, Martínez Barrio y Maura se han separado de la legalidad republicana. Esto, sin embargo, resulta a estas alturas una mera afirmación, porque, si se han separado de algo, realmente, es de la gente. El partido de Maura se ha disuelto. Los pocos diputados de Martínez Barrio están desesperados con la situación en que les ha puesto su líder. El señor Azaña está en el vapor Ciudad de Cádiz y cada vez está más implicado -parece- en el asunto del contrabando de armas. 

Dada la reacción de la opinión pública española ante la política de Esquerra Catalana, el hecho de encontrarse el señor Azaña en Cataluña el día 6 ha puesto al mencionado señor en una situación de la que se duda si podrá salir con bien. 

Los últimos hechos revolucionarios, por el contrario, han demostrado que lo que se creía destruido, o sea el ejército, tenía aun una vitalidad relativamente formidable. En efecto, el triunfador de estos últimos días es el ejército. El señor Lerroux tocó un timbre, el del estado de guerra, y la oficialidad y la tropa formaron con automatismo, con un vigor indudable. 

La situación en el País Vasco - La táctica desastrosa de los nacionalistas, 21 de octubre de 1934

La huelga general, en el País Vasco, ha sido absoluta; pero, en términos generales, se ha desarrollado pacíficamente. Hablo en términos relativos, claro. Quiero decir que la huelga ha sido más pacífica que la del año 1917. Nada más. Ha habido muertos y heridos. A fecha de hoy, día 14, la aviación bombardea, aún, pueblos e la zona mineril: considerados peligrosos. Son los últimos puntos de la resistencia.

La relatividad que señalaba no es obstáculo para que se reseñen los estragos cometidos: el asesinato del diputado tradicionalista Marcelino Oreja Elósegui planea como una pesadilla sobre la población sana de Bilbao, y el incendio del palacio de la Casa Salazar, en Portugalete, palacio que estaba lleno de libros antiguos y de obras de arte, ha producido una crispación violenta en los ambientes burgueses e intelectuales. Se han quemado iglesias y destruido obras tradicionales. En el año 1917, los hombres libraron la batalla cara a cara. Por el contrario, la última revuelta se ha caracterizado por la astucia, en gran parte. Como en Madrid, en Bilbao se ha disparado desde los terrados, desde los tejados, desde puntos especialmente elegidos para asegurar la impunidad. 

Los diputados nacionalistas vascos no saben hoy dónde meterse. Están abrumados. Tienen al secretario del partido encarcelado y a una parte de la dirección en fuga o escondida. No se podría afirmar que ellos personalmente hayan tomado parte en el movimiento. Lo cierto es, sin embargo, que su organización obrera - la Solidaridad de Obreros Vascos- rivalizó con las fuerzas de Prieto en Bilbao y la UGT, formadas principalmente por los trabajadores forasteros -llamados “maquetas” por la gente del país, por provenir de las provincias castellanas-, rivalizó, decía, en la declaración de la huelga. La orden del final de la huelga fue comunicada minutos antes de que la UGT diera la misma orden a su afiliados.

Los nacionalistas vascos crearon, junto a su partido, una organización obrera para hacer frente a lo que ellos llamaban la bolchevización fatal del pueblo español. Era un seguro para la patronal con miras a luchar contra el socialismo. La organización tomaba como base la Rerum novarum y contenía filtraciones indudablemente clericales. Todo esto ha fallado. Inmersos en el proceso revolucionario de este verano, los nacionalistas han seguido el juego de Prieto como unos niños. Han ido a la huelga los primeros; han creado un ambiente de revolución: no han salido armados porque no es su naturaleza. Aparte de esto, han representado todos los papeles del aleluya, los más extravagantes. 

Las consecuencias que todo esto ha acarreado al nacionalismo vasco han sido fatales. Vamos a explicarlo.


Las fuerzas del nacionalismo vasco no han tomado parte en la revolución de forma directa; lo han hecho indirectamente, a través de la Solidaridad de Obreros Vascos, que dependía de ellos. Esto es lo que ha producido la enorme extensión que ha tenido la huelga de Bilbao, extensión que ha matado la intensidad de la propia huelga. Los efectos políticos, ¡tanto da! Los dirigentes del nacionalismo vasco se han jugado la posibilidad de tener un estatuto. No han querido escuchar ningún consejo. Se han entregado a la frivolidad más inexplicable. En Cataluña, Esquerra ha vivido pendiente de los humores de Azaña. En Vasconia, los nacionalistas han sido un fácil instrumento de Prieto, y de los socialistas. Durante el curso de la huelga, Prieto no ha estado en Bilbao. Es fácil imaginarse el pensamiento actual de los productores de Bilbao. Habían imaginado que el movimiento nacionalista pensaba en el bien del país; que lo supeditaba todo a sus intereses; que estaba desligado de las veleidades de los movimientos revolucionarios provenientes de Madrid. 

La opinión objetiva y juiciosa, en Bilbao, no perdona lo que han hecho los directores políticos del País Vasco. Ahora hacen publicar en Euzkadi los informes elaborados por la policía sobre lo que les habría pasado a sus partidarios en caso de triunfar el movimiento socialista y comunista. De dichos informes se desprende que las primeras víctimas del movimiento habrían sido los nacionalistas de los pueblos y de las capitales. Hay innumerables listas requisadas a los sediciosos en que constan circunstanciados los nombres de los personajes del partido que había que encarcelar y sacrificar. Esto, que es tan sencillo hoy en día, lo era igualmente hace diez años. ¡Pobres infelices directores del nacionalismo vasco! ¡Creían que la revolución se podía dominar como si fuera una máquina automática!

El asesinato de Marcelino Oreja - La famosa teoría del desbordamiento, 23 de octubre de 1934

Mondragón es una pequeña población vasca, situada en un valle lleno de paz, verdor y humanidad, a unos cincuenta kilómetros de Bilbao. Tiene fama de ser una de las poblaciones más católicas del país. En esta población hay una fábrica, La Cerrajera SA, una de las empresas metalúrgicas más potentes del País Vasco, de la que fue gerente el malogrado diputado tradicionalista  señor Marcelino Oreja Elósegui. El señor Oreja fue asesinado el día 5 en el mismo pueblo a cuya prosperidad había consagrado una vida llena de seriedad, de sentido, constructivo y de modernidad. 

El señor Oreja fue asesinado en Mondragón el día 5 de octubre. Fue asesinado en el mismo pueblo que había hecho crecer y vivía de sus inquietudes de industrial. Este terrible acontecimiento ha producido una enorme impresión en el País Vasco. Ha sido un golpe indudable contra los nacionalistas, y en general, contra los partidos que habían coqueteado con la revolución. La figura del finado era bastante considerable en todos los campos de la actividad del país, era lo bastante respetada como para que el horror que se ha sentido ante el suceso sangrante se haya traducido en una crítica despiadada contra los partidos que por inconsciente frivolidad han hecho posible la práctica de enormidades semejantes. 

El señor Oreja era un patrón modelo. Alrededor de la fábrica que dirigía se mueve un conjunto de instituciones sociales modélicas que le acreditaban como hombre saturado de sentido humano. Enamorado de la doctrina social católica y, a un tiempo, del particularismo del país, su sueño había sido, años atrás, encuadrar el movimiento obrero vasco en las doctrinas de la democracia cristiana. Pero después de grandes esfuerzos desistió, a causa del camino peligroso que tomaba el nacionalismo vasco en casi todos los campos. Los últimos acontecimientos le han dado la razón, y ha dejado la vida en el momento en que todas sus reservas se han confirmado. 

En Mondragón hay una auténtica desolación. La gente con quien hablo insiste, en todos los tonos, en eximir de responsabilidad al pueblo. Parece demostrado, en efecto, que fueron las turbas fugitivas de Eibar, tras ser tomadas la población y la fabrica de armas por el ejército, las que cometieron los asesinatos. Las mismas turbas asesinaron, en el propio Eibar, al señor Larrañaga. Después, se lanzaron como fieras sobre Mondragón y cometieron las atrocidades. 

Recojo dos versiones de la muerte del señor Oreja. Según los socialistas, el señor Oreja se encontraba en el despacho de su fábrica cuando las turbas entraban en la plaza misma del pueblo. Se aconsejó al señor Oreja que saliera por una puerta excusada y huyera. Sin embargo, parece que salió por la puerta principal, alegando que no tenía que esconderse por nada. En la puerta, una descarga le dejó sin vida, muerto en el acto. Una versión más dolorosa es la que procede de los sectores de la derecha: la detención del diputado, el proceso que le hizo un tribunal revolucionario y el fusilamiento después de haber hecho sufrir al diputado un calvario.

Indago entre la gente del pueblo. La gente no quiere hablar de nada. El suceso es demasiado reciente como para comprometerse. En cambio, me cuentan que los de Eibar proclamaron en Mondragón el comunismo libertario, abolieron la moneda y montaron un restaurante en la Casa del Pueblo de la localidad, ¡en el que se comió y se bebió largamente las sustancias sólidas que fueron robadas en las casas… de los demás!

Los nacionalistas vascos me dicen:

- Nosotros, los directores del movimiento, no queríamos la revolución. Nuestros cuadros pensaban lo mismo. Así se lo dijimos al señor Lerroux. Pero nos ha ocurrido una cosa: hemos sido desbordados.

- ¿Desbordados por quién?

- Por la Solidaridad de Obreros Vascos, que era el ala izquierda de nuestro partido. 

- ¡Ah!

Ahora ya verán ustedes cómo se pone de moda la teoría del desbordamiento. Companys ha sido desbordando por Dencàs. Besteiro habrá sido desbordado por Largo Caballero y los intelectuales extremistas del socialismo. Los nacionalistas (Horn, Aguirre, Monzón) habrán sido desbordados por la Solidaridad de Obreros Vascos. Ya veremos cómo, en Asturias, Teodomiro Menéndez habrá sido desbordado también por hombres que un día u otro figurarán en las primeras páginas de los diarios. 

Los hombres del nacionalismo vasco son, pues, los responsables de la situación de su país. Son un partido formado por católicos. Son un partido tradicionalista y burgués. Son un partido contrario a la violencia, a la anarquía y al desorden. El hecho es que durante todo el verano funcionaron según el estilo de Esquerra de Catalunya. Con plena inconsciencia han seguido el juego de las fuerzas más subversivas del país. Nacionalistas a ultranza muchos de ellos, se convirtieron a última hora en seguidores de Prieto, Azaña y los comunistas. Es absurdo pensar y suponer que no iban a ser desbordados; lo extraño es que no lo hayan sido antes y más intensamente. 

Es triste tener que decirlo y recordarlo. Se han quemado iglesias y asesinado sacerdotes; ha habido muertos y heridos en Éibar, en Pasajes, en todos los puntos de concentración social del país. Se ha asesinado a los señores Larrañaga y Oreja Elósegui. En Bilbao ha habido momentos desagradabilísimos. El asalto y saqueo a las tiendas y comercios de Sestao asciende a más de seiscientas mil pesetas. Ha sido quemado el Palacio Salazar de Bermeo. En comparación con lo que ha pasado en Asturias, esto, ciertamente, es poco. Pero que todo esto haya podido hacerse y llevarse a cabo flirteando con un partido católico, capitalista, tradicionalista y contrario a la violencia, pasa realmente de la raya.