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Los años verdes, Jukio Mishima


  • Si uno duda de todo, acaba siendo un filósofo al que no le queda más remedio que encerrarse en su estudio. Si, por el contrario, uno no duda de nada, podrá saborear una felicidad a ras de tierra. 

  • Un malentendido es evidentemente responsable de que el sentimentalismo sea atribuido por lo general al temperamento femenino. Pero lo sentimental, esa capa de maquillaje que cualquier hombre rudo y simple se coloca sin darse cuenta en el corazón, es un atributo masculino. 

  • Las personas aprenden el individualismo de una sociedad en estado normal, igualmente el adolescente, antes de eso, aprende el heroísmo de una sociedad anormal. El aumento de la amplitud de vibraciones de una sociedad provoca convulsiones en el individualismo. El heroísmo es, así, un individualismo que grita elocuentemente contra la sociedad misma. Y de tanto gritar, los adolescentes que maduraron en la década de los 30 acabaron quedándose roncos. 

  • Aunque tardamos mucho en darnos cuenta, la verdad es que odiamos a nuestro padre porque es la persona que más se parece a nosotros mismos. 

  • La filosofía alemana carece de válvula de seguridad; además, el freno jamás le responde. 

  • La política suele encargarse de que la verdad fracase. 

  • En las personas tímidas  la decisión y el impulso son semejantes al paroxismo. En realidad, sin embargo, tales personas carecen de valor para ejecutar acciones temerarias sin cerrar los ojos. Para este tipo de individuos la decisión de emprender una acción es como realizar por sí mismos una operación quirúrgica en su cuerpo de carne y hueso. Es, por lo tanto, cruel criticarlos porque se anestesien antes. 

  • En todos los patriotismos late una sombra de narcisismo. Quizás por eso, todos los patriotismo parecen necesitar vestirse de atractivos uniformes. 

  • Si uno quiere tener una desilusión, hasta la misma desilusión puede ser objeto de una ilusión. Si ser hombre significa estar siempre deseando algo, también puede significar estar siempre olvidando el objeto de deseo. 

  • La ciencia podría cambiar fácilmente las facciones feas o bellas de las mujeres, lo cual no dejará de ser un gran problema para todas ellas. Si todas las mujeres, gracias a la ciencia, fueran guapas, dejaría de haber referentes comparativos entre guapas y feas. En tal situación, ya no existiría la felicidad que ocasiona el que una fea se vuelva guapa, ni la que hace que una guapa se sienta tan especial por ser guapa.

  • El materialismo es un hijo natural del prejuicio capitalista que afirma: “no hay nada que no se pueda comprar con dinero” o “con dinero se puede comprar cualquier felicidad”. 

  • “La sociedad” es la ilusión más humana de todas las ilusiones posibles producidas en la era moderna. Ya no se busca la forma original del ser humano en el individuo, sino tan solo en la sociedad. “La sociedad” de nuestra era moderna busca solamente el deseo, como hacían los hombres primitivos; es una sociedad que vive, se mueve, ama y duerme como los primitivos. La razón de que la gente lea ansiosamente en el periódico los artículos de sucesos, se debe al deseo de conocer “la vida y las noticias” de cada mañana de este hombre primitivo. Es el deseo de un lacayo, de un lacayo que ambiciona el éxito social para alcanzar, como mucho, el nivel de vida de su señor. 



Socialismo Fascista, Pierre Drieu La Rochelle, 1933-34


  • Lo que el proletario gana de un lado, lo pierde del otro. Cuantas más ventajas adquiere, más carácter pierde. Por otra parte, sus dificultades se confunden cada vez más con las de las otras clases. 

  • Tener el poder no es tener acceso a la mayor parte de las funciones medias o inferiores de la administración, no es tampoco tener un acceso casi exclusivo a ciertas ramas, es tener en la mano los mecanismos de mando. 

  • En realidad no hay nunca sino una pequeña élite que gobierna y que, para gobernar, se apoya en una o varias clases, de hecho siempre sobre un complejo de clases. 

  • Una clase no gobierna, apoya un equipo de gobierno. Esa idea del gobierno de las otras clases por una clase nace del siguiente error: se confunde el poder político con los privilegios sociales. 

  • La masa de una clase no gobierna, en consecuencia, durante un gran cambio político y social, una clase gobernante no es reemplazada por una de las clases gobernadas. Hay un simple remplazo de una élite de gobierno por otra, animada por un nuevo espíritu, armada con una nueva técnica. En 1789, la burguesía no remplazó al gobierno de la nobleza porque esta no gobernaba, no había gobernado nunca; pero un equipo de gobierno de un nuevo tipo remplazó a un equipo de un tipo superado. 

  • Lo que cambia, sobre todo es la técnica: bajo la apariencia del régimen representativo, la técnica burocrática es definitivamente abstracta, complicada, refinada. Y alrededor de la nueva élite política se forma una nueva esfera social de privilegiados y aprovechados. De la misma manera que la nueva élite obedece a nuevas consignas (actúa sobre la opinión con manifiestos, discursos, prensa, elecciones, maniobras parlamentarias, y ya no a través de intrigas cortesanas, con una presión indirecta sobre las clases), la esfera privilegiada, siguiendo nuevas aspiraciones, busca el dinero que da prestigio y ya no el prestigio que da dinero. 

  • A despecho de las figuras del sufragio universal y la representación parlamentaria, no hay remplazo en la soberanía de una clase menos numerosa por una clase más numerosa; no hay ampliación en la base en el orden del gobierno. La relación de cantidades permanece fija; el flujo social pasa a través de estos términos como el agua de un río a través de las esclusas. 

  • Tenemos el derecho de devolver el razonamiento de Marx y proponer: “Igual que la burguesía no ha remplazado a la nobleza como clase gobernante, el proletariado no remplazará nunca a la burguesía en esa relación”. La dictadura política del proletariado para ser un mito construido como contrapartida del mito de una dictadura de la burguesía, una imposibilidad en el futuro, frente a una irrealidad en el pasado. 

  • Que no se nos diga que en el curso de nuestro razonamiento hemos jugado con las palabras: son Marx y Engels los que emplean las palabras con ligereza. Ya que, o se contradicen, o en su espíritu uno de los términos de la contradicción en que caen pese a si mismos, es más fuerte que el otro. En efecto, cuando adelantan que “la potencia gubernamental moderna no es sino una delegación que gestiona los intereses de la clase burguesa”, su análisis sumario tiene el aire de acercarse poco a la relación real de una clase en su masa con la esfera gubernamental. Entreven que hay una distancia entre la clase que se aprovecha y el círculo gobernante. Pero, por otra parte, de forma contradictoria, hablan de la soberanía política total asumida por la clase burguesa. Y prometen esa soberanía política total a otra clase, la proletaria. Ese es el fondo de su concepto. 

  • La potencia gubernamental no puede ser delegada por una clase, porque hay varias clases. 

  • Los marxistas, después de Marx, se han agotado corrigiendo esas formulas absolutas; pero nunca han querido renunciar a las mismas. De ahí, su continua decepción delante de la historia europea desde hace tres cuartos de siglo.

  • No puede haber gobierno de clase -ni directo, por la razón psicológica que pocos hombres puede gobernar a la vez, ni indirecto-, por el motivo social  de que colocado siempre delante de un complejo de clases, un gobierno no puede subsistir sino reconociendo todas las clases que están en ese complejo y no negando ese complejo en provecho de una de ellas. 

  • La monarquía en Francia se estableció antaño entre la nobleza antigua de la espada, la nueva nobleza de la toga, el clero, el tercer estado. Y sucumbió porque no fue capaz de actualizar los cálculos de su equilibrio. Los gobiernos que se han sucedido desde 1789 han debido trabajar constantemente por el equilibrio entre la burguesía rica, la mediana y pequeña burguesías, el campesinado y el proletariado, entre industria, comercio, agricultura, profesiones liberales. Todos aquellos que han descuidado o calculado erróneamente ese equilibrio han perecido. 

  • Allá donde antaño se sentaba un noble ahora se sienta un burgués. 

  • Negamos que exista el remplazo de una clase por otra. 

  • En contra de lo que cree Marx, no se forma nunca una nueva clase frente a la antigua. 

  • Marx y Engels cometieron el error de mirar siempre hacia Francia, y de presentar en consecuencia el proceso ruidoso y evidente del 89 como modelo de toda evolución social. 

  • No hay remplazo de una clase por la otra, sino fusión de las dos clases en una sola bajo una nueva regla vital. Lo que después de todo, acabó por hacerse también en Francia. Y se realiza también en Italia y Alemania. 

  • Para que haya lucha de clases, hace falta en efecto suponer una cierta estabilidad en los grupos antagonistas. Pero su tema de la lucha de clases descansa de nuevo ahí en una propuesta en modo alguna demostrada. En este punto, como en otros, Marx ha aceptado los prejuicios de su tiempo.

  • El proceso que Marx nos propone del reemplazo de clases las unas por las otras acaba por disolverse delante nuestro. Existe siempre una vasta y vaga clase superior que cambia de época en época de costumbres, técnica, espíritu, y sin duda alguna en parte de contenido humano, pero no hay sustitución de clases. 

  • Una clase no puede ejercer el poder político , que pertenece siempre a una élite independiente de las clases. Así pues no ha habido un poder ejercido sucesivamente por nobleza y burguesía. Ni lo habrá por parte del proletariado. La lucha de clases de Marx para la conquista del poder, carece de objeto. 

  • Según el lenguaje marxista, se ha proclamado la dictadura del proletariado. Pero no es sino una palabra: la masa proletaria no gobierna tampoco con Stalin, a través del sutil filtrado de la jerarquía soviética, como tampoco la masa burguesa bajo los Napoleón, o a través de los equipos de ministrables durante la Restauración. Y el proletariado no es la clase privilegiada; la nueva clase privilegiada en Rusia es una burocracia, una nueva clase que se compone , según el proceso que hemos indicado, de elementos tomados en todas partes. Los bolcheviques, intelectuales alimentados de historia, han pretendido, según una falsa interpretación de esa historia, confiscar la revolución rusa inmensa e indefinida en provecho del proletariado como creían que había hecho antes que ellos la burguesía. Pero simplemente han creado un nuevo equipo gubernamental tan estrecho o más estrecho que los demás, y una nueva clase de privilegiados. 

  • En Rusia, dictadura del proletariado quiere decir dictadura del partido proletario y, más exactamente, en nombre del partido, dictadura del jefe del partido. En los países fascistas el escamoteo es aún más cínico. 

  • Vemos en esta fuerza la abstracción que en Mussolini y Hitler el marxismo están tan presente como en Lenin y Stalin. 

  • Lejos de que haya una dictadura de clase, ni siquiera hay una dictadura del partido; hay una obediencia del partido. En Moscú como en Roma o Berlín.

  • La prensa, como antes el asiento parlamentario, se ha convertido en un verdadero instrumento del gobierno, a principios del siglo XX. Sigue siéndolo, fundiéndose poco a poco en la radio. La radio destruye la necesidad del procedimiento parlamentario y nos devuelve a formas antiguas de la vida pública. Los gobernantes de nuevo puede hablar directamente a la masa y a toda la masa: eso nos devuelve a la ciudad antigua o medieval, a la horda germánica o gala y a una más intensa demagogia y a la forma por excelencia de la demagogia, la dictadura. En la paz como en la guerra los progresos de la ciencia se vuelven fácilmente contra los hombres. No más necesidad de intermediarios, no más necesidad de diputados. Desde que el Sr. Gaston Doumergue habla personalmente al pueblo, los diputados franceses bien podrían ponerse un uniforme como los alemanes. El Parlamento es una institución asesinada por la prensa y la radio como los ferrocarriles, en que los parlamentarios no pagan el viaje, son asesinados por el auto y el avión. El dictador es un periodista como Mussolini, o mejor aún, un sonámbulo del micrófono como Hitler. Demagogia del siglo XX, el héroe susurrante viene a seducirnos en la cama. 

  • ¿Acaso el espíritu de Nietzsche no se encuentra en el corazón de todos los grandes movimientos sociales que se han desarrollado frente a nosotros durante los últimos veinte años? Nietzsche ha determinado en Mussolini, lo sabemos, ¿Pero acaso, no ha influido sobre Lenin?

  • Cuando el futuro jefe del partido socialista italiano, Mussolini, comienza a leer a Nietzsche -sería curioso saber si es en el mismo momento en que lee a Marx o poco después- ¿podemos decir que deja entrar así en su espíritu una sustancia que destruirá puramente al otro? No; nietzscheanismo y marxismo se destruyen por su esencia exclusiva, pero renacen en partes importantes en la forma social completamente nueva que surge de la amalgama de sus influencias. 

  • Es evidente que las revoluciones de Roma y Berlín han extraído directamente todo su impulso del antimarxismo por excelencia, del relativismo y del pragmatismo nietzscheano. 

  • No podemos dejar de pensar que nadie ha criticado más que Nietzsche el espíritu alemán, y que sin embargo nadie ha sido más alemán que Nietzsche. 

  • La masa de la izquierda no practica el pacifismo nada más que para no practicar el socialismo. 

  • Bien, aquí está; el mundo de la derecha y el mundo de la izquierda, que descansan sobre las mismas bases mezcladas -geográficas y sociales- participan de la misma combinación político-económica , pero se separan en la división de los beneficios. 

  • A bulto, el mundo “nacional” de derecha es más bien el que toma los beneficios económicos , y el mundo “social” de izquierda los beneficios políticos. A bulto, el mundo radical es el mundo que se une a la máquina política más que a la máquina económica. Y el mundo socialista, a través de los sindicatos de los empleados, funcionarios y obreros que trabajan en los grandes servicios públicos, también. El mundo de la izquierda, secretamente nacional, vagamente social, no es en absoluto socialista, aún menos proletario. El burgués y campesino más que obrero, y muy funcionarizado.

  • Profundamente, los mundos de la derecha y la izquierda se apoyan mutuamente y no pueden separarse. Unos y otros dentro del marco nacional, unos y otros a caballo en todas las clases, participan del sistema económico político de la democracia capitalista. 

  • El mundo de extrema izquierda es incapaz de derribar el capitalismo, como el mundo de extrema derecha es incapaz de derribar la democracia, porque los dos mundos de izquierda y derecha se sostienen entre sí.

  • Los corruptores aman aún más a los corrompidos, que los corrompidos a los corruptores. 

  • Ya no se dice izquierda y derecha en un país fascista. Ya no hay sino capitalismo contra socialismo, enlazados en una lucha a muerte. 

  • La gente de izquierda no sabe de qué se trata. Dicen: “El fascismo, es la última defensa del capitalismo. Es un último triunfo del capitalismo”. Pero no, como en Moscú, se trata en Berlín y en Roma de una reacción mucho más pura. De una reacción como no se había soñado desde el Sr. Joseph de Maistre. La reacción pura y simple. E incluso como no se había vuelto a ver desde el combate entre el sacerdocio y el imperio. Ya que se nos da una teocracia pura en donde lo espiritual y lo temporal se confunden por fin. Es la gran reacción que ya conoció la Roma Imperial. Y sin embargo lo quiero. La libertad está cansada, el hombre debe volver a sumergirse en su fondo más oscuro. Digo eso, yo el intelectual, el eterno libertario. 

  • Necesito tan pocas cosas. 60.000 francos año. Dos habitaciones y un cuarto de baño. Algunos taxis. Dos trajes, uno de cambio. Uno o dos viajes por Europa. He renunciado a Asia y a los niños. Soy un monje. Contemplativo, disfrutaría tanto de un aparato estatal como siendo pobre he disfrutado del capitalismo. Ni siquiera necesito estar cerca de los jefes para disfrutar de un mecanismo que adivino. 

  • Lo que me preocupa, es la salud física y moral de los hombres. Sufro por el cuerpo de los hombres. El cuerpo humano es innoble, al menos en Francia. Horrible, pasearse en las calles y encontrarse con tantas dolencias, fealdades o cosas inacabadas. Esas espaldas combadas, esos hombros caídos, esos vientres hinchados, esas piernas delgadas, esas caras apáticas. No, sufro demasiado, yo élite, necesito reaccionar contra esto. 

  • ¿Y esa gente en que cree? Se les ha hecho creer en sí mismos: es estúpido. Hace falta darles un dios. Puesto que ya no queda un dios en el cielo, démosles un dios en la tierra. Los dioses nacen en la tierra, después ascienden al cielo.

  • ¿Qué diferencia entre mussolinismo, hitlerismo o estalinismo? Ninguna. 

  • Si Francia comenzase ahora a buscar un dictador, lo haría con retraso. Ya que habéis pensado que la moda de los dictadores pronto pasará en Europa. Para mí, creo que ese entusiasmo hacia un remedio de caballo no resistirá a la muerte del primero de aquellos que vemos gobernar hoy. ¿Habéis pensado en la gran desilusión, el día en que uno de nuestros grandes hombres se largue? Ese día la Europa del siglo XX comenzará a meditar sobre los inconvenientes de la dictadura; como ya tuvo ocasión de hacerlo Europa en el siglo XIX después de Waterloo y Sedan. Y un dictador que muere en su lecho deja un hueco tan grande como un dictador derrotado. 

  • Cuando Mussolini o Hitler, o Pilsudski, o Stalin, mueran, se producirán sucesos que mostrarán a los europeos el inconveniente capital de la dictadura, que es que un día se acaba. Entonces, rascándose el mentón, delante de un sillón vacío, un teléfono descolgado, grandes pueblos descubrirán que un dictador organiza todo un Estado a su medida, que construye la máquina buscando el intenso rendimiento que puede producir bajo una dirección genial. Pero que el día en que el genio ya no se encuentre remplazo para el mecánico sublime; hay diez candidatos mediocres que se combaten y hace falta rechazar. Hace falta mucho tiempo para reducir los engranajes a la media de los gobernantes que nos traen lo ordinario de las temporadas. Precisamente  en el momento en que los franceses partirán en busca de un dictador, verán a rusos e italianos regresar al arte de superarlo. 

  • Me parece imposible que en tres o cuatro años, vivan al mismo tiempo dictadores durante más de una veintena de años. Ciertamente Stalin, Mussolini y Hitler son jóvenes . Pero si llegan a viejos, no podrán mantener sus países en el estado de tensión en que se encuentran desde hace ya tanto tiempo. 

  • Las mismas causas que precisan de una dictadura, al atenuarse, hacen difícil, sino imposible, su mantenimiento. Una dictadura es siempre consecuencia de una revolución, no se necesitan tanto de un gran jefe para comenzar una revolución como para fijar sus resultados. Cuando se comienzan a implantarse sólidamente, ya no se necesita al dictador. Por el contrario, se vuelve molesta, ya que  impide que la vida recupere su agilidad. Mussolini o Stalin pueden morir, lo esencial del régimen que han establecido les sobrevivirá, (si analizo severamente la idea de la dictadura, no creáis que por eso soy antifascista), pero con otro ritmo. Ahora bien, su demasiado prolongada presencia impedirá el establecimiento de ese nuevo ritmo. 

  • Europa, si la siempre presente y benéfica muerte no la ayuda, encontrará bastantes más dificultades para desembarazarse de sus dictadores que las que ha encontrado para aceparlos. 

  • Ciertamente, los marxistas de buena raza colocan en su amor fraterno hacia Lenin algo de humano y razonable, pero las masas no les han seguido de manera igualmente medida. Me parece en todo caso indudable que el ejemplo de Moscú ha desencadenado sobre Europa una ola de monomanía dictatorial. Allá, como en tantos otros puntos, el fascismo de Roma o Berlín, de Varsovia o Ankara, me parece haber derivado de la corriente llegada de Moscú más que de haber reaccionado contra él. 

  • El fascismo no surge de la dictadura, es la dictadura la que nace del fascismo. El fascismo ha salido del cerebro de Mussolini como Minerva de la frente de Júpiter. Ha tenido en Italia todo el movimiento, todo el esfuerzo de una generación  que ha buscado y encontrado el fascismo y que al mismo tiempo o después se ha buscado y encontrado en Mussolini. Un individuo no puede comenzar nada, no puede crear todas las piezas de una maquinaria política: no puede sino tomar en sus manos un impulso colectivo, unirlo y proyectarlo. Para un elegido hacen falta muchos convocados. Hace falta que muchos hombres busquen, reflexionen, actúen, para que después el mejor de ellos, impulsado por ellos, a su vez los impulse. 

  • La espera en que vemos en muchos franceses hoy es estéril. Es un signo de irreflexión y debilidad. No se espera un hombre. Los hombres deben trabajar, arreglárselas por sí mismos; y si se ayudan bien, un jefe los ayudará. Un jefe es la recompensa de numerosos esfuerzos continuados. Es lo que vemos leyendo la historia no tan solo de Mussolini, sino de Hitler, Lenin, Stalin, Kemal. 

  • Antes de ser dictador, Mussolini fue durante largo tiempo uno de los jefes del partido socialista. Hitler tardó dos años en triunfar, entre otros veinte jefes, otros veinte pioneros. Lenin estaba en el seno de una pléyade numerosa y brillante en la que había tres o cuatro émulos, uno de los cuales ha podido tomar honorablemente su lugar. 

  • La guerra moderna es en todos los aspectos una abominación. Me he esforzado desde hace quince años en demostrar y hacer sentir que esa guerra, en efecto, destruye todos los valores viriles. 

  • La revolución rusa fue una guerra llevada a cabo por hombres que no temían la violencia, que la saludaban como una necesidad. Los revolucionarios rusos no tan solo han destruido a sus adversarios, también han destruido en sus filas a aquellos que dudaban en emplear la violencia. La larga lucha y la feroz victoria de los bolcheviques contra los otros partidos autoproclamados revolucionarios (mencheviques, socialistas revolucionarios etc.), ha sido la lucha y la victoria del espíritu guerrero en la revolución contra el espíritu pacifista. Masacres, hospitales y prisiones, he aquí los jalones de la guerra civil tanto como de la guerra militar. Las revoluciones italiana y alemana han sido hechas también por hombres que admitían francamente la violencia contra los hombres que escapan de ella o la negaban. 

  • Sin juventud no hay guerra. 

  • Un comunista francés habla sin cesar contra la “guerra capitalista”. Pretende con ello decir que no hay guerras sino por culpa del capitalismo. 

  • Por otra parte, si una guerra estalla entre la URSS y no importa que otro país, está dispuesto a apoyar esa guerra. La apoyará como una molesta, pero ineludible necesidad. ¿Pero acaso no ha pasado lo mismo con todas las guerras?

  • Si queremos rechazar la guerra absolutamente hace falta colocarse en el único terreno en el que la sociedad no es un absoluto. Pero para todos aquellos que son absolutamente sociales como los nacionalistas y los comunistas, la guerra es un medio social del que no pueden escapar. 

  • Napoleón nunca hizo la guerra sino por razones tácticas. El belicismo puro no existe sino en la literatura. 

  • La guerra explota, en cinco años. Francia y Alemania se lanzan la una contra la otra. Francia solo sería derrotada, aun más seguramente que en 1914; durante algunos años, habrá un joven francés contra dos jóvenes alemanes rearmados. Así pues, los otro deberán intervenir. Todos los demás. No estarán de más. 

  • Italia sabe bien que, marchando con Alemania, se encontrará en un estado de inferioridad absoluto respecto a sus compañeros de combate al día siguiente de una victoria. Eso va de por si  y no es eso lo que me interesa. 

  • Mirad del otro lado. ¿Qué hace Polonia? Marcha contra Alemania. ¿Estáis seguros? Planteo la cuestión porque miro más lejos. 

  • En efecto, ¿qué hace Rusia? Aunque enfrentada con Japón, Rusia marcha contra Alemania. Porque Alemania (hitleriana o no) supone para Rusia un peligro mayor que cualquier otro grupo humano. Alemania es aun para Rusia el gran vecino cuya superioridad técnica no ha sido abolida. Y a continuación, hay entre el semisocialismo de los fascistas alemanes y el semifascismo de los comunistas rusos el mismo odio familiar que entre el imperialismo  de los Romanov y el de los Hohenzollern y los Habsburgos. En ambos lados, misma base fuertemente nacional, por debajo la misma tendencia hacia la evangelización mundial. La que lleva a la lucha. 

  • Así pues, Rusia marcha contra Alemania. ¿Pero entonces? Ahí  os espero. Que Polonia marche o no con o contra Alemania, Rusia la invadirá. Y esto imprimirá su carácter capital a la nueva gran guerra. Como amiga o enemiga, Rusia invade Polonia y todos los jóvenes países eslavos que le son limítrofes, y los países bálticos. Rusia invade Rumania, Polonia y Estonia. Y en todos esos países se proclaman Soviets -tanto si Moscú los mueve como si no. De ser necesarios, los comunistas locales forzarán la mano a los generales y comisarios rusos. La ventaja rusa parece probable porque Polonia, lo sabemos, ha absorbido demasiados territorios en 1918. Toda la zona polaca limítrofe de Rusia en profundidad y desde el Sur al Norte, encierra poblaciones ucranianas, ruso blancas y lituanas que ya están siendo trabajadas por el nacionalismo. Ese nacionalismo, es verdad, amenaza tanto a Rusia como a Polonia. Pero con su hábil política de nacionalidades, Rusia, por débil que pueda ser aún, industrial y militarmente, rica con la fuerza vital de su juventud, encontrará sin duda ahí un terreno propicio para su ofensiva o su defensa. 

  • La futura guerra europea será mucho mas claramente que la anterior una guerra social al mismo tiempo que una guerra internacional. 

  • Pero la próxima vez será la lucha a toda costa entre fascismo y comunismo. 

  • ¿Se hará Occidente comunista por odio hacia Alemania?