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Crítica a la modernidad, Joseph De Maistre

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- Si bien el soldado también ejecuta a otros hombres sobre el campo de batalla sin ser por ello objeto de reprobación por nadie, el verdugo ejerce la misma función, pero pese a hacerlo como garante del orden del universo, y respaldado por la ley, sufre el mayor de los rechazos.

- El soldado es, como el verdugo en otra situación.

- La razón humana es claramente incapaz de guiar a los hombres; porque pocos están capacitados para razonar bien y ninguno es capaz de razonar bien del todo.

- Aquello que hoy se llama idea nueva, pensamiento ardiente o gran pensamiento, se llamaría casi siempre, en el diccionario de los escritores del siglo XVII, audacia criminal, delirio o atentado.

- Es imposible equivocarse sobre Dios si no se tiene conocimiento del mismo.

- ¿Por qué se ha cometido la imprudencia de conceder la palabra a todo el mundo?

- El foso de un castillo y su fin.

Supongamos que yo hago excavar un foso en torno a mi castillo; uno dice que sirve para conservar el pescado; frente a otro que sostiene que lo he excavado para defenderme de un ladrón; un tercero, finalmente, dice que sirve para sanear los terrenos. Todos pueden estar equivocados. Solamente quien se limita a decir “Lo ha hecho excavar con un objetivo que sólo él conoce” tendría ciertamente la razón.

- La teocracia papal.

Ninguna soberanía es ilimitada en el verdadero sentido de la palabra, y ninguna puede serlo: siempre, y en todas partes, ésta ha sido, de cualquier modo, limitada. Una intervención del poder espiritual era, sin duda, aquello más natural y menos peligroso, especialmente entre las naciones jóvenes y agresivas. La hipótesis de todas las soberanías cristianas reunidas por la fraternidad religiosa en una suerte de república universal, bajo la supremacía atemperada del poder espiritual supremo, esta hipótesis, decíamos, no tenía nada de inconveniente (…) ¿quién sabe qué habría sucedido si la teocracia, la política y la ciencia hubieran podido encontrar un tranquilo equilibrio, como siempre ocurre cuando las cosas son abandonadas a sí mismas y se deja actuar al tiempo? Las más terribles calamidades, las guerras de religión, la revolución francesa etc, nunca habrían sido posibles este orden de cosas. 

- La Iglesia y la esclavitud 

Sería inútil demostrar difusamente aquello que no es ignorado por nadie, y aquello que el mundo entero, hasta el cristianismo, ha estado siempre lleno de esclavos, y que lo sabios nunca han censurado tal uso. La verdad de esta afirmación es absolutamente incontestable.

La religión comenzó a trabajar sin tregua en la abolición de la esclavitud; algo que ninguna otra religión, ningún legislador o filosofo nunca se habría atrevido a emprender, ni tan siquiera a soñar. El cristianismo, que actuaba divinamente, justo por esto actuaba lentamente, porque todas las operaciones justas, sean del tipo que sean, se completan siempre de forma inadvertida.


- Utilidad de una lengua litúrgica universal.

¡Qué idea sublime aquella de una lengua universal para la Iglesia universal! De un lado a otro, el católico que entra en una Iglesia de su rito está en su propia casa, y nada es extraño a sus ojos. Llegando siente aquello que ha sentido toda la vida; puede unir su propia voz a aquella de sus hermanos. La fraternidad que resulta de una lengua común es un vinculo misterioso de una fuerza inmensa. 

- Una lengua inmutable para una religión inmutable.

Y, finalmente, una lengua que cambia a continuación, mal se adhiere a una religión inmutable. El movimiento natural de las cosas altera continuamente las lenguas vivientes; y sin hablar de aquellos grandes cambios que la saturan completamente, existen otros que no parecen importantes, pero que, en cambio, lo son, y mucho. La corrupción del siglo se apodera cada día de ciertas palabras y se divierte corrompiéndolas. Si la Iglesia hablase nuestra lengua podría depender de la imprudencia de un bello espíritu convirtiendo la palabra más sagrada de la liturgia en ridícula o indecente. Por ese motivo, desde este punto de vista, también la lengua religiosa debe ser sustraída del dominio del hombre. 


- La enfermedad aguda no es transmisible, mientras que aquella que consume los tumores se convierten en enfermedades originarias que pueden corromper a toda una raza.

- El mal lo ha profanado todo, y el hombre en su totalidad es una enfermedad.

- Nadie es inocente, no existen los justos en el sentido absoluto de la palabra, y somos todos culpables porque estamos degradados en nuestra naturaleza.

- Nunca he llegado a entender esta perpetua argumentación contra la providencia, basada en la infelicidad de los justos y la prosperidad de los malvados. Si el hombre recto sufriese porque es recto y si el malvado tuviese la suerte por ser malvado, la demostración sería incontestable; sin embargo ésta cae de inmediato cuando se supone que el bien y el mal son distribuidos indiferentemente entre todos los hombres (…) se ha probado claramente que los males de cada género llueven sobre todo el género humano como las balas sobre un ejercito: sin distinción alguna entre las personas. Sin embargo, si el hombre honesto no sufre porque es un hombre honesto, y si el malvado no tiene suerte porque es malvado, la objeción cae en beneficio del buen sentido.

- Aunque el mundo es recto solamente desde las leyes generales no creo que vosotros tengáis la pretensión o los fundamentos del suelo en el cual nos encontramos fuesen socavados por un corrimiento de tierras, que Dios suspenda las leyes de la gravedad en nuestro beneficio solamente porque esta tierra rige actualmente entre hombres que nunca han matado ni robado: tened por seguro que también caeremos nosotros, y acabaremos aplastados.

- Cada hombre, en cuanto hombre, está sujeto a todos los males de la humanidad; la ley es general, por ese motivo es justa. Pretender que la dignidad o las virtudes de un hombre tengan el poder de sustraerlo a la acción de un tribunal inicuo o  engañado sería como querer que su dignidad y virtudes lo exonerasen de la apoplejía o de la misma muerte. 

- El niño sufre y muere porque pertenece a una masa que debe sufrir y morir a causa de la degradación que ha experimentado en sus inicios y porque desde aquella degradación se ha derivado la triste ley según la cual, cada hombre, en cuanto hombre, está sujeto a todos los males que pueden golpear al hombre. Por ese motivo todo nos conduce a esta gran verdad: todo mal, o hablando más claramente, todo dolor es un suplicio impuesto por alguna culpa actual u original.

- Si una falsa opinión reina sobre un pueblo, no la encontraréis tomada por el pueblo vecino; o si alguna vez parece extenderse, ya no digo sobre la totalidad del planeta sino sobre un gran número de pueblos, el tiempo la borra con su paso.

- Sin el cristianismo el hombre no sabe quién es él, porque se encuentra aislado en el universo, y no puede compararse a nada; el primer servicio que le ofrece la religión es aquel de mostrarle cuánto ha costado éste: “Miradlo, es un Dios que hace morir a un Dios”.

- Quien ha transcurrido su vida sin que nunca le hubiesen interesado las cosas divinas; quien ha limitado su espíritu y enardecido el corazón con estériles especulaciones que no pueden hacerlo mejor en esta vida ni prepararlo para la otra; éste, está convencido, rechazará tales pruebas, y no habrá entendido nada. Existen verdades que el hombre no puede captar con el “espíritu de su corazón”. (…) Cuando el hombre más hábil no posee el sentido religioso, no solamente no podemos convencerlo, sino que no tenemos ni tan siquiera medios para que nos entienda; lo que demuestra solamente su infortunio. 

- El castigo es un gobernador eficaz; él es el verdadero administrador de los asuntos públicos, él es el verdadero legislador, y los sabios lo llaman el garante de los cuatro órdenes del Estado para el exacto cumplimiento de sus deberes. El castigo gobierna la humanidad entera; el castigo la custodia; el castigo la vela mientras los hombres de guardia duermen. El sabio considera el castigo como la perfección de la justicia. Cuando un monarca deja de castigar, el más fuerte acabará por quemar al más débil. La raza humana en su integridad es mantenida en el orden del castigo; de hecho la inocencia es rara, y es el temor de la pena el que permite al universo disfrutar de la felicidad que le es destinada. 

- Pese a que toda grandeza, todo poder y toda sujeción se basan en el verdugo: él constituye el horror y el vinculo de la asociación humana. Quitad del mundo a este agente incomprensible, y en ese mismo instante el orden dará paso al caos, los tronos se hundirán y la sociedad desaparecerá. 

- Existe en el ámbito temporal una ley divina y visible que castiga el crimen; y esta ley, estable como la sociedad que la hace subsistir, es aplicada invariablemente desde que las cosas tuvieron origen: porque el mal existe sobre la tierra y actúa constantemente, en consecuencia debe ser retomado por medio del castigo; y, de hecho, vemos en toda la faz de la tierra una acción constante de todos los gobiernos para detener o castigar todo atentado del crimen; la espada de la justicia no tiene vaina: debe amenazar continuamente o golpear. 

- Si se considera al hombre con su razón, sus sentimientos y sus afectos no es fácil explicar cómo la guerra es humanamente posible. Sin embargo, en el hombre existe una enorme degradación, un elemento de amor que lo conduce hacia sus propios iguales: la compasión le es tan natural como el respirar. Y entonces, como por arte de magia, al primer redoble de tambor, está listo para despojarse de estos caracteres sagrados e ir sin resistencia, y hasta con una cierta alegría, que también tiene un carácter particular, a herir o masacrar sobre el campo de batalla al hermano que nunca le ha ofendido y que, igualmente, avanza para hacer sufrir la misma suerte. 

- No existe más que violencia en el mundo; estamos viciados por la filosofía moderna, la cual ha dicho que todo está bien, mientras el mal lo ha ensuciado todo, y se puede decir con certeza absoluta que todo está mal porque nada está en su lugar. Habiéndose basto en proporción según la regla de la armonía. Todos los seres se lamentan, y tienden con cansancio y con dolor hacia otro orden de cosas. 


- No existe ni un solo instante en el que un ser viviente no sea devorado por otro.

- Por encima de estas numerosas razas animales se ha colocado al hombre, cuya mano destructora no se escatima a ser viviente alguno; él asesina para alimentarse, asesina para vestirse, asesina para adornarse, asesina para atacar, asesina para defenderse, asesina para instruirse y asesina por asesinar: rey supremo y terrible, ha necesitado de todo y nada se le resiste. 

- Observad bien y la descubriréis bien en todas las obras filosóficas del siglo XVIII. Ellas no lo dicen abiertamente: “No existe Dios alguno”, aserción que habría podido comportar algunos inconvenientes prácticos; por el contrario dicen: “Dios no está aquí. No está en vuestras ideas, las cuales vienen de los sentidos; no están en vuestros pensamientos, los cuales no son más que sensaciones reelaboradas; no están en los azotes que os afligen, los cuales son fenoles físicos como otros, explicables a través de las leyes que conocemos. Dios no piensa en vosotros; no ha hecho nada en particular por vosotros; el mundo está hecho tanto por insectos como por vosotros. Dios no se venga de vosotros porque sois demasiado insignificantes etc”. 

- Para ser criminales nosotros debemos vencer a nuestra naturaleza: el salvaje la sigue, siente la necesidad del delito, no tiene remordimientos. Mientras que el hijo asesina al padre para evitarle los padecimientos de la vejez, la mujer destruye su propio seno el fruto de sus amores barbaros para sustraerse de las fatigas de la lactancia. El salvaje arranca la cabellera sanguinolenta del enemigo todavía vivo; lo descuartiza, lo asa y lo devora cantando.

- Existe en la revolución francesa algo de satánico que la distingue de todo aquello que se ha visto hasta ahora. ¡Se recuerdan las grandes sesiones! El discurso de Robespierre contra el sacerdocio, la solemne apostasía de los sacerdotes, la profanación de los objetos de culto, la institución de la diosa Razón y aquellas escenas inauditas en las que las provincias buscaban superar a París; todo esto salió de la esfera ordinaria de los crímenes y parece pertenecer a otro mundo. 

- Aquellos que han instituido la república lo han hecho sin quererlo o sin saber aquello que hacían: han sido llevados por los acontecimientos; un plan preestablecido no habría tenido éxito. 

- Desde hacía tiempo no se había visto un castigo así de espantoso, infligido a un gran número de culpables. Están entre los inocentes, sin duda, entre aquellos desventurados, pero son muchos menos de los que se imagina comúnmente.

Todos aquellos que se las han ingeniado para liberar a su pueblo de su credo religioso; todos aquellos que han opuesto sofismas metafísicos a las leyes de la propiedad; todos aquellos que han dicho: haced daño para que podamos obtener un beneficio; todos aquellos que han aconsejado, aprobado y favorecido las medidas violentas empleadas contra el rey: todos ellos han querido la revolución, y todos aquellos que la han querido han sido justamente las víctimas, según nuestras restrictivas visiones. 

- La filosofía política moderna es, en su conjunto, demasiado material y demasiado presuntuosa para tomarlas como verdaderamente funcionales en el mundo de la política. Una de sus locuras es aquella de creer que una asamblea pueda constituir una nación, que una constitución, es decir, que un conjunto de leyes fundamentales que convienen a una nación y que deben dar cualquier forma de gobierno, sea una obra que solamente requiera de ingenio, conocimientos y ejercicio; que se pueda aprender el oficio de lo constituyente y que, algunos hombres, el día que a ellos les venga en gana, puedan decir a otros hombres: haced un gobierno, como se dice a un trabajador: hazme una trompeta de fuego o un marco para las medias. 


- Entonces todo se reduce a la regla general: el hombre no puede hacer una constitución y ninguna constitución legítima podría ser escrita. No se ha escrito nunca ni se escribirá nunca el conjunto de las leyes fundamentales que deben constituir una sociedad civil y religiosa. Pero después de que la sociedad sea constituida, sin que se pueda decir de qué modo, es posible hacer declarar o ilustrar por escrito ciertos artículos particulares; pero casi siempre estas declaraciones son el efecto o la causa de grandísimos males y cuestan más a los pueblos de lo que valen.

- La constitución de 1795, como sus hermanas mayores, está hecha por el hombre. Pero no existe el hombre en el mundo. En mi vida he visto a franceses, italianos, rusos etc; también sé, gracias a Montesquieu, que se puede se persa; pero en cuanto al hombre declaro no haberlo encontrado nunca en mi vida; si existe yo no lo conozco. 

- Ciertamente se puede preguntar si la República posee la mayoría; pero que ella la tenga más o menos carece de importancia: el entusiasmo y el fanatismo no son condiciones duraderas. En política como en mecánica las teorías engañan si no se toman en consideración las distintas cualidades de los materiales que componen las máquinas. 

- Para hacer la revolución francesa ha sido necesario derribar la religión; ultrajar la moral, violar todas las propiedades y cometer todos los delitos:  para esta obra diabólica ha sido necesario emplear tal número de bribones que quizás no han sido vistos tantos vicios intentando llevar a cabo tantos males. 

- El rey no debe hablar el lenguaje de las revoluciones. 

- No existe idea más feliz que aquella de reunir ciudadanos pacíficos que trabajen, recen, estudien, escriban, den limosnas, cultiven la tierra y no cuestionen nunca a la autoridad. 

- Una juventud impetuosa, innumerable, libre para su desgracia, ávida de honores y riquezas, que se precipita hacia enjambres sobre la vía de los impíos. 

- Si se pregunta cuál es el gobierno más natural para el hombre, la historia le responde: es la monarquía. 

- Se ha demostrado de forma rigurosa que los pueblos están hechos para el mismo régimen, que toda nación tiene todo aquello que se le adecua mejor, y que, sobre todo, “la libertad no es la guía de todos los pueblos, y que cuanto más se refleja sobre este principio enunciado por Montesquieu, tanto más se advierte la verdad”. Ya no se entiende qué significan las proclamaciones sobre los vicios del régimen monárquico. Se tiene el objetivo de hacer sentir más vivamente tales abusos a los infelices destinados a soportarlos, es un pasatiempo realmente bárbaro. Los empuja a rebelarse contra un gobierno hecho para ellos, es un crimen sin nombre. 

- Rousseau, que nunca ha podido perdonar a Dios no haberlo hecho nacer Duque de igual manera, ha mostrado mucha acelera contra un régimen que vive, especialmente, de distinciones. Principalmente se lamenta de la sucesión hereditaria que expone a los pueblos “a darse por líderes a los niños, monstruos e imbéciles pudiendo evitar el inconveniente de tener que discutir sobre la elección de un buen rey”. 

- Entonces el régimen monárquico es aquel que más puede prescindir de las habilidades del soberano, y probablemente aquí está la primera de sus ventajas. 

- Nosotros no queremos que se juzguen a los soberanos, no queremos juzgarlos.

- Se puede afirmar en general que todos los regímenes no monárquicos son aristocráticos porque la democracia es solamente una aristocracia electiva. 

- La monarquía es la soberanía demandada por un solo hombre; y la aristocracia es esta misma soberanía demandada por algunos hombres (más o menos).

- Rousseau diría, hablando de la monarquía hereditaria: “Se arriesga a tener por líderes a chiquillos”. Otro ejemplo de su sagacidad; todavía se debe observar que el argumento es más débil cuando se aplica a la aristocracia, si se considera que la inexperiencia de los senadores de veinte años es ampliamente compensada por la sabiduría de los ancianos. 

- Y como la ocasión se presenta naturalmente, observaremos que la mezcla de jóvenes y hombres maduros es justo una de las mejores características del régimen aristocrático; todas las funciones están sabiamente distribuidas en el universo: aquella de la juventud es la de hacer el bien, aquel de la senectud impedir el mal; el ímpetu de los jóvenes, que demanda solamente acción y creación, es muy útil para el Estado; pero ellos están demasiado inclinados a innovar, a demoler, y provocarían muchos daños sin la presencia de los viejos, cuya función es la de detenerlos; pero estos últimos a su vez se oponen también a las reformas útiles, es demasiado rígida, y no sabe adaptarse a las circunstancias, y alguna vez un senador de veinte años puede encontrarse oportunamente al lado de un viejo de ochenta años. 

- Le democracia pura no existe, al igual que el despotismo absoluto. “Si se interpreta este término en su resultado más riguroso -dice correctamente Rousseau- nunca habría existido una verdadera democracia y nunca existirá. Está contra el orden natural que el gran número gobierne y que el pequeño sea gobernado”. 

- En un sentido estricto creo poder definir la democracia: es una asociación de hombres sin soberanía. Si bien ningún pueblo, como ningún individuo, puede poseer un poder coercitivo sobre sí mismo, si existiese una democracia pura, en su pureza teórica, no existiría, evidentemente, soberanía en este Estado: porque es imposible entender por esta palabra otra cosa que un poder represivo que actúa sobre el súbdito y que es situado fuera de él. Por eso el término súbdito, que es un término relativo, es extraño a las repúblicas, porque si en una república no existe un soberano propiamente dicho tampoco puede existir un súbdito, así como no puede existir un hijo sin un padre. 

- En las democracias la justicia es a veces débil, y otras apasionada. 

- Si bien el castigo de un culpable o de un acusado ilustre es un auténtico disfrute para la plebe, que así se consuela ante la inevitable superioridad de la aristocracia, la opinión pública favorece poderosamente estos tipos de juicios; pero si el culpable es un individuo cualquiera o si el delito no hiere el orgullo ni el interés inmediato de la mayoría de los individuos de un pueblo, la opinión predominante se resistirá a la acción de la justicia y la paralizará. 

- Generalmente la justicia es siempre débil en la democracia cuando camina sola, y siempre cruel y desconsiderada cuando se apoya en el pueblo.

- La masa del pueblo influye muy poco sobre las elecciones así como sobre otros asuntos. 

- Ciertamente no quiero negar a los atenienses que constituyan un ejemplo admirable por tantos versados; pero creo también que se les ha admirado demasiado. Cuando leo la historia de “este pueblo ligero, sospechoso, violento, rencoroso y ávido de poder” es incapaz casi siempre de ser útil, yo me inclino hacia el sentimiento de Voltaire, que llamaba a la democracia ateniense el gobierno del canalla. 

- En una república de una cierta extensión, aquello que se llama democracia no es sino el sacrificio absoluto de un gran número de hombres por la independencia y el orgullo de un pequeño número. 

- Se debe partir de un principio general e incontestable, y esto significa que cada régimen es bueno cuando está establecido y existe desde un tiempo prolongado sin contestación.

- El problema no es saber cuál es el mejor régimen, sino cuál es el pueblo mejor gobernado según los principios de su régimen. 

- ¿La población permite valorar un régimen? La población no es el único termómetro en la prosperidad de los Estados; debe estar acompañado por la riqueza y el bienestar del pueblo, y es necesario que la población sea rica y posea bienestar. Un pueblo cuya población fuese aumentada al mayor nivel posible, y donde cada individuo poseyese solamente lo estrictamente necesario, sería un pueblo débil e infeliz. La mínima sacudida política lo oprimiría y traería calamidades. Una nación de quince millones de hombres puede ser no solamente más feliz, afirmación que no tiene necesidad de ser probada, sino también más poderosa que otra de veinte millones: esto lo han probado perfectamente los economistas. 


- El mejor régimen para cada nación es aquel que en el espacio ocupado por esta nación es capaz de procurar la mayor felicidad y fuerza posible al mayor número de hombres durante el periodo más largo posible.