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Nueva visita a Un Mundo Feliz - Aldous Huxley

 

Si suponemos por el momento que las Grandes Potencias pueden de alguna manera, abstenerse de destruirnos, cabe decir, con lo visto hasta ahora, que probablemente estemos más cerca de algo parecido a Un Mundo Feliz que de algo parecido a 1984.


Se ha hecho manifiesto que regular el comportamiento indeseable mediante el castigo es menos efectivo a la larga, que el control mediante el refuerzo con recompensas al comportamiento deseable; y que el gobierno a través del terror funciona de manera mucho más defectuosa, que el gobierno a través de la manipulación no violenta del entorno, y de los pensamientos y sentimientos de los individuos, hombres, mujeres y niños. 


La sociedad descrita en 1984 es una sociedad regulada casi exclusivamente por el castigo y el miedo que al castigo. 


Las profecías que hice en 1931 se están haciendo realidad mucho antes de lo que pensaba. 


El problema del rápido incremento de la población en relación con los recursos naturales, la estabilidad social, y el bienestar de los individuos; es actualmente el problema central de la humanidad. 


En los que concierne a las masas de la humanidad, el tiempo venidero no será la Era Espacial; será la Era de la Superpoblación. 


En todos los países subdesarrollados hay una grave escasez de mano de obra cualificada. Sin ese personal las instalaciones industriales y agrícolas no pueden funcionar. 


El exceso de población conduce a la inseguridad económica y al malestar social. 


Es una apuesta bastante segura que, dentro de veinte años, todos los países excesivamente poblados y subdesarrollados del mundo estarán bajo alguna forma de gobierno totalitario, probablemente del Partido Comunista. 


En los malos viejos tiempos, los niños con defectos hereditarios graves (o incluso los leves) rara vez sobrevivían. En la actualidad, gracias a la sanidad, la farmacología moderna y la conciencia social, la mayoría de los nacidos con defectos hereditarios alcanzan la madurez y se multiplican. 


A pesar de los maravillosos nuevos medicamentos y de la mejora de los tratamientos (en realidad, causados precisamente, en cierto sentido, por todo ello), la salud física de la población en general no mejorará, e incluso puede deteriorarse. Y, junto a una declinación de la salud media, tal vez se produzca también una declinación en el nivel medio de la inteligencia humana. 


Y ¿qué pasa con los organismos congénitamente insuficientes, a los que nuestra medicina y nuestros servicios sociales ahora preserva, de forma que les permiten propagarse? Ayudar a los desafortunados es evidentemente algo bueno. Pero la transmisión al por mayor a nuestros descendientes de los resultados de mutaciones desfavorables y la progresiva contaminación de la reserva genética al que tendrán que recurrir los miembros de nuestra especie, son cosas no menos evidentemente malas. Estamos en los extremos de un dilema ético, y encontrar el término medio exigirá toda nuestra inteligencia y toda nuestra buena voluntad. 


La creciente presión de las cifras sobre los recursos disponibles no es la única fuerza que nos impulsa en la dirección del totalitarismo. Este ciego enemigo biológico de la libertad está aliado con las fuerzas inmensamente poderosas generadas por los propios avances de la tecnología, de los cuales estamos orgullosos. 


Nadie en este mundo consigue algo a cambio de nada. 


Una democracia capitalista, como la de los Estados Unidos, está gobernada por lo que el profesor C. Wright Mills ha llamado la Élite del Poder.Esta Élite del Poder es la empleadora directa de varios millones de los trabajadores del país quienes se emplean en sus fábricas, oficinas y comercios; controla a muchos millones más de personas prestándoles dinero para la compra de lo que esta misma Élite produce; y como dueña de los medios de comunicación en masa, influye en el pensamiento, los sentimientos y el modo de obrar de prácticamente todo el mundo. Parodiando la frase de Winston Churchill, podríamos decir que nunca tantos han sido tan manipulados por tan pocos. 


Nuestro “aumento de las enfermedades mentales” puede manifestarse en síntomas neuróticos. Estos síntomas son claros y causan una ansiedad extrema. Pero «tengamos cuidado -dice el doctor Fromm- de definir la salud mental como la prevención de los síntomas. Los síntomas como tal, no son nuestros enemigos, sino nuestros amigos; donde hay síntomas hay conflicto y el conflicto siempre indica que las fuerzas de la vida que luchan por la integración y la felicidad siguen todavía luchando». Las víctimas realmente afectadas por las enfermedades menta les deben ser buscadas entre quienes parecen ser los más normales. “Muchos de ellos son normales porque están tan bien ajustados a nuestro modo de existencia, porque su voz humana ha sido silenciada a edades tan tempranas de sus vidas que ya ni siquiera luchan, o sufren o tienen síntomas, como lo hace el neurótico.» Son normales, no en lo que podría ser entendido como el sentido absoluto de la palabra, sino únicamente son normales en relación con una sociedad profundamente anormal. Su perfecta adaptación a esa sociedad anormal es una medida de la enfermedad mental que padecen. Estos millones de personas anormalmente normales, viven sin quejarse en una sociedad a la que, si fueran seres plenamente humanos, no deberían estar adaptados; todavía acarician «la ilusión de la individualidad», pero de hecho han quedado en gran medida desindividualizados. Su conformidad se está convirtiendo en algo parecido a la uniformidad. Pero «la uniformidad y la libertad son incompatibles. La uniformidad y la salud mental también son incompatibles... El hombre no está hecho para ser un autómata y, si se convierte en tal, la base de la salud mental queda destruida».


Durante el curso de la evolución, la naturaleza ha enfrentado un sinfín de problemas para conseguir que cada individuo sea distinto de cualquier otro individuo. Reproducimos nuestra especie poniendo en contacto los genes del padre con los de la madre. Estos factores hereditarios pueden combinarse de infinitas maneras. Física y mental mente, cada uno de nosotros es único. Cualquier cultura que en interés de la eficiencia o en el nombre de cualquier dogma político o religioso trate de estandarizar al individuo humano comete un ultraje contra la naturaleza biológica del hombre.


La vida en las grandes ciudades no es propicia para la salud mental (el mayor número de los casos de esquizofrenia, según se nos dice, se registran entre la pululante población de los barrios industriales); ni tampoco fomenta una especie de libertad responsable dentro de los pequeños grupos autónomos, lo que sería la primera condición para una democracia genuina. La vida en l ciudad es anónima y, por así decirlo, abstracta. Las personas se relacionan entre sí, no como personalidades finalizadas, sino como la encarnación de ciertas funciones económicas o, cuando no están en el trabajo, como irresponsables buscadores de entretenimiento. Sometidos a este tipo de vida, los individuos tienden a sentirse solos e insignificantes. Su existencia deja de tener un sentido o significado. 


Que estamos siento empujados hacia ‘Un Mundo Feliz’ es evidente. Pero no menos evidente es el hecho de que podemos, si así lo quisiéramos, negarnos a cooperar con las ciegas fuerzas que nos están empujando. 


Vale la pena recordar que, en ‘1984’, los miembros del Partido están obligados a ajustarse a una ética sexual de una severidad más que puritana. En ‘Un Mundo Feliz’, por otro lado, todos tienen permitido ceder a sus impulsos sexuales sin ningún obstáculo. 


La sociedad descrita en ‘Un Mundo Feliz’ es un Estado global donde la guerra ha sido eliminada y donde el primer objetivo de los gobernantes es evitar a toda costa que los gobernados causen problemas. 


En ‘1984’ el deseo de poder se satisface infligiendo dolor; en ‘Un Mundo Feliz’, infligiendo un apenas menos humillante placer. 


Los gobernados del fututo dictador serán militarizados sin dolor por un cuerpo de ingenieros sociales cuidadosamente capacitados. 


El siglo XXI, supongo, será la era de los gobernantes del mundo, del sistema científico de castas y del Mundo Feliz. 


Las fuerzas impersonales de la sobrepoblación y la sobreorganización y los ingenieros sociales que están tratando de dirigir estas fuerzas, nos están empujando en dirección hacia un nuevo sistema medieval. Este resurgimiento será más fácilmente aceptado que el original por las comodidades propias del Nuevo Mundo Feliz surgidas del condicionamiento en la infancia, la enseñanza durante el sueño y la euforia inducida por drogas. Pero para la mayoría de los hombres y mujeres, todo esto seguirá siendo una especie de servidumbre. 


Las instituciones democráticas son dispositivos para conciliar el orden social con la libertad individual y la iniciativa, y para someter el poder inmediato de los gobernantes de un país al poder último de los gobernados. 


Si se les brinda la justa oportunidad, los seres humanos pueden gobernarse a sí mismos e incluso, gobernarse a sí mismos mejor -aunque tal vez con menos eficiencia mecánica- de lo que podrían ser gobernados por ‘autoridades independientes de voluntad’.


Dicho de otro modo, los pueblos en una precaria condición económica no tienen la ‘justa oportunidad’ de poder gobernarse democráticamente. 


En el futuro inmediato, hay alguna razón para creer que los métodos punitivos de ‘1984’ darán lugar a los estímulos y las manipulaciones de ‘Un Mundo Feliz’.


Si los políticos y sus electores actuaran siempre en función de su propio interés o del interés a largo plazo de su país, este mundo sería el paraíso terrenal. 


En el campo de las comunicaciones en masa, como en casi todos los otros campos de actividad, el progreso tecnológico ha perjudicado al Hombre Modesto y ha favorecido al Gran Hombre. Hace alrededor de cincuenta años, todos los países democráticos podían jactarse de contar con un gran número de pequeños diarios y de periódicos locales. Miles de editores de distintos países expresaban miles de opiniones independientes. En un sitio u otro, cualquiera podía conseguir casi cualquier cosa im presa. Hoy en día, la prensa sigue siendo legalmente libre, pero los pequeños diarios casi han desaparecido. El costo de la pasta presión, y de madera, de la maquinaria moderna de im del campo laboral sindicalizado de las noticias, es demasiado elevado para el Hombre Modesto. En el Este totalitario hay censura política y los medios de comunicación   de masas están controlados por el Estado. En el Oeste democrático hay censura económica y los medios de comunicación de masas están controlados por los miembros de la Élite de Poder. La censura por medio de los costos crecientes y la concentración del poder de comunicación en las manos de unas pocas grandes empresas es menos cuestionable que el Estado como propietario y controlan do la propaganda, pero, desde luego, no es algo que un demócrata jeffersoniano podría aprobar.


Con respecto a la propaganda, los primeros defensores de la alfabetización universal y la prensa libre sólo con templaban dos posibilidades: la propaganda podía ser verdadera o podía ser falsa. No previeron lo que de hecho ha sucedido, sobre todo en nuestras occidentales democracias capitalistas: el desarrollo de una vasta industria de medios masivos de comunicación, concentrada principalmente no en lo verdadero o en lo falso, sino en lo irreal, en lo más o menos relevante. En pocas palabras, no tuvieron en cuenta el casi infinito apetito de distracciones que tiene el hombre. 


Solo quienes vigilan pueden mantener sus libertades y solo quienes están constantemente y de manera inteligente a través de procedimientos democráticos. Una sociedad donde la mayoría de sus miembros pasa gran parte del tiempo no en sus puestos, no en el aquí y ahora, y en un futuro cercano, sino en cualquier otro sitio, en esos otros mundos del deporte y de la ópera cómica, de la mitología y la fantasía metafísica, tendrá dificultad para enfrentarse a las intrusiones de quienes están dispuestos a manipularla y controlarla. 


La supervivencia de la democracia depende de la capacidad de un gran número de personas para tomar decisiones realistas a la luz de la información adecuada. 


Las melodías tienden a grabarse en la mente del oyente. Una melodía puede volver a la memoria durante toda una vida. Tomemos, por ejemplo, una declaración o un juicio de valor de muy poco interés. Tal como está, nadie le prestará atención. Pero ahora agregue a esas palabras una melodía pegajosa y fácil de recordar. Inmediatamente se convierten en palabras de poder. 


Los métodos que ahora se utilizan para colocar en el mercado a un candidato político como si se tratara de un desodorante, garantizan de modo muy positivo que el electorado nunca escuchará la verdad acerca de nada. 


La locura individual es inmune a las consecuencias de la locura colectiva. 


En un mundo donde nadie consigue nada por nada, los tranquilizantes ofrecen mucho por muy poco. 


Sin medios para imponer la uniformidad genética a los embriones, los gobernantes del mundo del mañana -excesivamente poblado y excesivamente organizado- tratarán de imponer la uniformidad social y cultural a los adultos y sus hijos. Para alcanzar este fin, harán uso (a menos que nadie se lo impida) de todas las técnicas de manipulación de la mente a su disposición y no dudarán en reforzar estos métodos de persuasión no racional mediante la coacción económica y las amenazas de violencia física. 


Una verdad que no despierte interés alguno, puede ser fácilmente eclipsada por una falsedad emocionante. 


Los individuos deben ser lo suficientemente sugestionables como para estar dispuestos y puedan hacer que su sociedad funcione, pero no tan sugestionables que caigan bajo el hechizo de manipuladores profesionales de la mente. Del mismo modo, debería enseñárseles en materia de análisis de propaganda, lo necesario como para evitar que crean ciegamente en cualquier tontería, pero no tanto como para que rechacen abiertamente las manifestaciones no siempre racionales de los bien intencionados guardianes de la tradición. 


Bajo la incesante presión de un acelerado crecimiento de la población y de un crecimiento exceso de organización, y mediante métodos cada vez más eficaces de manipulación de la mente, las democracias cambiarían su naturaleza. Las pintorescas formas antiguas -elecciones, parlamentos, tribunales supremos y todo lo demás- subsistirán, pero la sustancia bajo la superficie será un nuevo tipo de totalitarismo no violento. 


La oligarquía gobernante y su élite de soldados altamente entrenados, policías, fabricantes de ideas y manipuladores de la mente gobernarán silenciosamente el espectáculo como mejor les parezca. 


A finales del presente siglo, quizás llegue a haber en los mercados mundiales, si nos esforzamos mucho, el doble de los alimentos que hay actualmente. Pero también habrá alrededor del doble de personas, y varios miles de millones de estas personas vivirán en países parcialmente industrializados y consumirán diez veces más energía, agua, madera y minerales irreemplazables de lo que están consumiendo actualmente. En pocas palabras, la situación de la comida será tan mala como lo es hoy, y la situación de las materias primas será considerablemente peor.