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El hombre político, Arthur Moeller van den Bruck



El hombre político, Arthur Moeller van den Bruck

Capítulo I

El hombre político

 A la categoría de lo político pertenecen el ser humano y la sustancia.

Es extremadamente raro que se encuentren juntos ambos elementos. En el pueblo alemán los hombres no se echan de menos jamás. Tampoco hoy faltan. Y si existe un pueblo sobre la tierra que ha realizado de manera más auténtica tal sustancia de la propia libertad, de la propia salvación, de la propia vida, éste es el pueblo alemán. 

La sustancia alemana es una sustancia política que quiere ser analizada políticamente. 

El ser humano desprecia por naturaleza la política, como los problemas, y sobre todo el dinero, de la economía y todos aquellos componentes, añadidos, con disgusto, pero que todavía pertenecen a la necesidad vital de una nación. El hombre, el tipo de hombre que aquí presentamos, no se preocupa de estas cosas. La existencia para él se resuelve en dos elementos básicos: el mando y la obediencia.  Solo cuando haya ejercido su poder sobre la existencia, un poder duro, estable y cierto, ante el cual su adversario sucumbe, sólo entonces él concluirá, y las condiciones de vida de las naciones se realizarán espontáneamente. 

El hombre no es nunca estadista solamente por su propio genio. En la historia de una nación cada uno hereda la obra completada por otros. La historia en su integridad, en estrecha conexión con la política conducida por los hombres de gobierno de un país, va más allá de la vida de los individuos. Los hombres políticos nacen en este contexto. Ellos entran en un ámbito de experiencias políticas que llegan a ellos de siglos pasados. Ellos heredan estas experiencias, experiencias de hombres, de pueblos, de problemas políticos que ellos resuelven con la capacidad de actuar en su tiempo y terminar su función. Por tanto, la política se vuelve Tradición. 

Capítulo II

La generación

I Las tres generaciones (Der Spiegel, 1-12-1919)

Bismarck despreciaba demasiado a los hombres para buscarse una sucesión que a menos hubiese garantizado el mantenimiento de una tradición cierta y que fuese utilizada en la política exterior de una forma diferente de la conducción de los asuntos. Todavía fue fatal el hecho de que Bismarck violentase no solo a los hombres sino también a los problemas. Hay un Bismarck doble. Hay un segundo Bismarck, el Bismarck posterior a 1872, que no comprendía el sentido de su propia obra: el sentido europeo de su obra alemana. La verdadera fuerza fue la del primer Bismarck., el Bismarck anterior a 1872, el que se había mantenido allá en los cuarenta, de los ideologismos políticos, del nacionalismo democrático. Aquello que no pudo el entusiasmo lo pudo su sentido de la realidad. Allí donde los ideólogos debieron desistir él nos llevó hacia la Realpolitik. Él, como gran hombre, era también un hombre inteligente. Su pensamiento se puso en relación con significados y valores eternos. En su obra era mucho de Shakespeare y muchísimo de Beethoven, artistas que amaba. Más allá de aquello no dejó huella en su ideología. Él tensó el oído cuando Lasalle le expuso sus proyectos. Pero no se pronunció acerca de sus motivos. Él sentía que el mundo que tocaba superficialmente no era el suyo, en el cual solamente sentía la capacidad de moverse con seguridad. Él juzgó el mundo desde su propia perspectiva. Pero el Reich no era el mundo, el mundo no era bismarckiano, y también pudo tratar las ideologías con desprecio, las ideas no obstante mantienen y poseen una fuerza enorme. 

El estado mayor debía luchar ahora en el frente exclamando: a saber… ¡debemos luchar contra las ideas y perdemos la guerra porque no sabemos nada de estas ideas! En esto consistía la verdadera tragedia.

Hoy es esta la tragedia de toda una generación. Si en cualquier parte en Alemania hay hombres que se han vuelto tan serios por no poder expresar nunca más alegría en el resto de sus vidas, estos se encuentran entre los supervivientes de 1872. 

La juventud no es un problema de edad. La juventud es una forma de entrega. La juventud quiere hacer mejor las cosas. La juventud es desconfianza frente a todo aquello que encuentra y que entiende queda estado mal hecho. La generación de 1919 retoma el trabajo que ha sido errado en 1872. Las generaciones viven siempre en relación recíproca. Como la generación de 1872 continuó viviendo en la de 1888, así ahora los outsider de la generación de 1888 chocan con la generación de 1919. Ella recuerda la afirmación de Nietzsche según la cual los alemanes no han tenido todavía un “hoy”. Con ello el filósofo fue a la raíz del problema. 

Nosotros hemos necesitado de una juventud que construya, no de aquella que destruye. 

Un pueblo no está nunca perdido si comprende el sentido de su derrota. Pero los hombres que poseen tal comprensión no los encontramos allí donde el pensamiento permanece como inmovilizado. Lo podremos encontrar, al contrario, allí donde se afirma un pensamiento totalmente nuevo. 

II El alemán en tierra extranjera, (28-3-1920)

Desde Versalles los alemanes de la frontera asentados a lo largo del Saar, del Rhin, llegando del Vístala hasta más allá de los confines, son invadidos por un áspero rencor, debido al contacto diario con el enemigo que ahora se encuentra dentro de los confines del Reich y que no es un simple ser humano, y como tal sensible y conciliador, sino un francés, un belga o un polaco. Así el amargo grito tiene una motivación todavía más amarga: ¡Toda Alemania debería haber sido ocupada para que la nación comprendiese de una vez por todas qué le había ocurrido!

Mientras que el alemán en la patria no querría admitir que la guerra mundial, para nuestros múltiples opositores, fue consecuencia de problemas económicos o de sentimientos anti-alemanes sobre la base de una política de potencia, el alemán de más allá de nuestros confines ha visto cómo todo aquello fue conscientemente preparado. Mientras el alemán habitante de la propia tierra hoy reniega de las motivaciones que condujeron a la guerra. 

El alemán del extranjero sabe quiénes son los culpables por haberlos observado y conocido. 

La guerra ha producido un alemán mejor, un alemán consciente: el alemán político, el único alemán que sabe que el mundo de fuera es diferente de como lo había concebido. 

Tanto Lutero como Von Hutten fueron las figuras decisivas para la formación de nuestra conciencia: tanto la Reforma como el Humanismo definieron el carácter nacional alemán y en términos políticos al nacionalismo. 

El verdadero alemán que vive en el exterior no ha negado nunca la germanizad, siempre la ha reconocido. Sobre todo nunca ha compartido la francofilia de los intelectuales. Él conocía a los franceses como a los portugueses. Ve que estos pueblos no están a la altura de desarrollo de aquellos con los que les tocó competir para poder ser considerados verdaderamente colonizadores. Bien diferente era la situación de los ingleses. El inglés entró en competición con el alemán. Llegó a ser su antagonista. El alemán asumió de esto la gran práctica derivada de la vida de Ultramar. Pero lo hizo con el cuidado de darle una forma específicamente alemana, transformando la actitud del gentleman inglés en la propia del “hombre de mundo” alemán. En los latinos, el alemán había reconocido a los herederos de una pasada época colonial, demasiado decaídos para ser todavía conquistadores. En los anglosajones reconoció, por el contrario, a los representantes sobrevivimos de la época colonial, que llevaron la idea, la experiencia y la capacidad del conquistador y estructurado moderno. 

En el alemán emigrado convivían la tradición idealista y la militar. Con él se estaba preparando un nuevo tipo de emigrado europeo, al cual se le podía dar crédito en aquello que él mismo creyó que podía hacer: produciendo una nueva época colonial diferente a la de los ingleses. 

La Paz de Versalles caza a los alemanes de aquellas tierras que creyeron que habían sido adquiridas definitivamente por la madre patria. Interrumpe además todas aquellas vías de explotación en el mundo, en las cuales los alemanes estaban interesados, y destruye el comercio moderno, el tráfico moderno. Sobre el mundo alemán se cierne como un castigo, por el cual vinieron penalizando el trabajo y la capacidad, el descubrimiento y la iniciativa. El tratado de Versalles castiga justamente aquello que los alemanes y japoneses habían reconocido como los creadores de un modelo colonial europeo, con la pérdida de sus propias colonias. Y la justificación sería dada por el hecho de se habían demostrado inadaptados para la colonización y, por ello, indignos de posesiones coloniales. El alemán continental no ha comprendido todavía esta lógica. El alemán en el exterior la comprende muy bien. El alemán continental no comprende todavía la guerra mundial. El alemán en el exterior la comprende. Ha sido un alemán del exterior el que ha pronunciado la palabra de la “guerra comprendida”, y todavía hoy es el único alemán en comprender, por experiencia propia, que la guerra ha sido una contraposición entre pueblos viejos y jóvenes, en la cual lols pueblos viejos han vencido una vez más. El pensamiento de los pueblos jóvenes era el pensamiento que animaba a los alemanes que vivían en el exterior. En esto reside una particular tragicidad. 

No seremos más alemanes en el exterior. Pero quizás la historia tenga preparada una venganza tardía. La guerra mundial ha dividido nuevamente la tierra. Pero vendrá el tiempo en el cual las partes del mundo pertenecerán a sí mismas. Y habrá sido la Guerra Mundial la que habrá producido estas transformaciones. En Oriente, China, La India o Egipto quieren liberarse de la dependencia de Europa. Los dominios australianos serán un día australianos, o americanos más que ingleses. En Sudáfrica, hace poco que se han convertido en Boer. Cuando todos estos destinos se ejecuten, los alemanes en el exterior no serán más los hijos de aquellos europeos afanosos en la defensa de las últimas posesiones coloniales. El “fin de la época colonial” no les importa a los alemanes en otros países. Ellos ya no están por esa labor. 

Pero la idea alemana permanece. Hay en el elemento alemán en el exterior una educación del pensamiento político llevado a amplios espacios y a tiempos lejanos. Y al menos será válido el aprendizaje de la Guerra Mundial, cuando nosotros por una experiencia indirecta nos volvamos hacia todos los alemanes del exterior en un sentido espiritual, por el cual después de la guerra recuperaremos algo de lo que habíamos perdido antes de la guerra. 

III El “Outsider” como vía hacia el Führer, 15-01-1919

Éste no podrá adherirse nunca a un partido político.
Izquierda y derecha son palabras que han perdido todo su sentido ante la totalidad. Y quien ahora busca una vía a través de la cual acordarse, no ha hecho otra cosa que elaborar zonas comunes que quieren decir todo y no quieren decir nada. La totalidad se plantea solo para quien es capaz de ver en perspectiva: para quien toma distancia, para quien tiene una visión de conjunto, estos son los “outsider”.

El partido es mutable. Los partidos solamente ven su propia facción. Los partidos se interponen entre nosotros y la totalidad. Los partidos son una superestructura. Poco a poco los partidos han ido atando a las masas de modo que éstas han acabado por identificarse con la totalidad. Los partidos mismos son identificados con la totalidad. La totalidad misma he sido partidocratizada. 

Antes o después de 1848, no se pudo alcanzar la añorada unificación: fue necesaria la acción de Bismarck, el outsider por excelencia, que con la voluntad debió doblegar la historia y que eligió la vía prusiana como la más directa para la edificación del Reich alemán. 

El otro gran outsider, Nietzsche, al cual consideramos al último gran alemán de todos los tiempos, se dirigió contra este “bien pensar” alemán, se dirigió contra Alemania como Reich, contra el espíritu alemán, que él buscaba y que no encontraba más.


IV Revolución, personalidad, Tercer Reich, 30-05-1920

Marx ya reprimió la personalidad desde el momento que la sacrificó al principio de la clase social. El marxismo se quedó siempre con la respuesta culpable ante la pregunta sobre quienes fueron las fuerzas operantes sobre las fuerzas inactivas. La concepción histórica materialista, que pretende aclarar la historia a través de las clases, ha llegado a ser la peor educadora de la historia. El mal alcanzó su culminación cuando ante Marx se presentó Darwin. Se creyó entonces tener la prueba del hecho de que el desarrollo lo fuese todo, y el ser humano nada. Pero de aquello derivó solamente la fatal correlación entre el exiguo valor que el socialismo atribuye a la historia y el nivel de sus representantes. Faltaban los socialistas de mentalidad superior y más previsiones. De otro modo, el socialismo, como partido político no habría cometido tantos errores en el ámbito político-económico más allá de la dirección de la política mundial.

El socialismo ha negado también la concepción heroica de la historia, concepción en base a la cual sabemos que una crisis encuentra siempre a su hombre. 

Hasta Hindenburg, que siempre permanecerá como el comandante en campo de la Guerra Mundial, no pudo impedir que venciésemos sobre el campo de batalla pero que la perdiésemos en la mesa de negociaciones, o que la mesa de negociaciones no recibiese todo cuanto habíamos conquistado en la guerra. Faltaba una preparación política. Cuando Ludendorff buscó, durante la guerra, recuperar todo aquello que antes de la misma se había perdido, era ya demasiado tarde. Él mismo no estaba preparado para afrontar aquellos problemas que quería resolver. Su justificación tenía todavía carácter heroico. Y cada vez que se piensa en Ludendorff se necesitan recordar las palabras de Nietzsche: “Se debe rendir honor al fracaso, justamente porque ha sido tal - esto pertenece a mi moral.” Pero también la voluntad de la gran figura puede imponerse si coincide con la voluntad de los hombres implicados en la acción. 

El peligro actual consiste en el hecho de que no habrá un socialismo alemán porque no hay socialistas alemanes. Marx se perdió en la idea del desarrollo; creía en el progreso. Pero, en efecto, la realidad no tiene un carácter progresivo, está caracterizada por momentos singulares de particular significado y valor. Y estos momentos no son producto de una masa homogénea, sino del individuo, de su carácter único e irrepetible. 

La revolución ha representado una demostración de este principio. En Rusia, donde se armonizaba aquel genio nihilista de la raza, Lenin podía organizar estas fuerzas. Pero en Alemania, donde existía un pueblo en proceso de rebelarse, un pueblo no educado políticamente, el resultado fue totalmente diferente de aquel que era esperado por la nación. El socialismo de apenas tres generaciones esperó que el desarrollo del capitalismo determinase el ocaso de la sociedad burguesa y su transformación en una sociedad proletaria. Cuando al final de la Guerra Mundial resultó vana esta espera, no hubo guías capaces de interpretar esta situación inesperada de una forma que no fuese intelectual, periodística y barriobajera. La clase obrera quería surgir, pero surgieron solamente los oportunistas que se sirvieron de los cargos ocupados en los partidos como trampolín para ocupar importantes puestos estatales. Entonces la democracia nos fue dada, junto a aquellas palabras mentirosas a través de las cuales sería dirigido el pueblo. Mientras, un determinado grupo de poder se sirvió de ellos. Recibimos la democracia con la promesa de que todos los hombres dignos deberían tener la oportunidad de acceder a los altos cargos. Pero la democracia constituye, de hecho, solamente una cobertura a la mediocridad. Un demócrata no es nunca un hombre. Un demócrata es un demócrata. La revolución socialista produce la república capitalista. Y ellos también supieron valorar al hombre; lo hizo protegiéndolo de su clase militar: Noske. O bien lo hizo sin que fuese consciente de su actuación: Erzberger. Pero en la actividad parlamentaria, en la cual los individuos venían sustituyendo a los partidos, se realizaba una democracia formal, juzgada siempre positivamente también cuando sus resultados se mostraban insuficientes o censurables. 

La necesidad por sí misma no produce nada. La mediocridad, también la más mezquina, acaba siempre por encontrar su propio espacio. La mediocridad se afirma allí donde una nación gradualmente se apaga. El pueblo percibe hoy el engaño del que debería convertirse en víctima. Éste no tiene confianza en una democracia que, en nombre del pueblo, determina el ocaso de una nación. No tiene más confianza en la unión como medio de salvación, pero espera la intervención de cualquier elemento extraño, de una fuerza superior. 

No basta con votar para obtener la salvación. Sería verdaderamente fácil si bastase con introducir una papeleta en una urna para alcanzar una vida satisfactoria. Por el contrario no se logra salir fuera de esta situación de crisis, de la cual ha nacido la revolución, y que no se quiere resolver porque no hay nadie capacitado para hacerlo. 

Necesita, ante todo, disponer de aquellos hombres con la capacidad de cambiar nuestro destino No nos queda otra esperanza que aquella de una generación que no sea más culpable en nuestro destino. Esta generación vive aquí, entre nosotros. Pero ésta conoce el secreto del tiempo, sabe que cuando éste esté maduro, este destino podrá cumplirse. Esta generación está formada en la convicción de que los problemas producidos en su época les conducirán demasiado lejos para ser resueltos de inmediato. Por ello busca producir aquellas condiciones que le permitan su resolución. 

Esta actitud no impide todavía que esta generación esté preparada para tal empresa. Pero una generación no es un partido: Ha roto con las ideas liberales e individualistas de todo género. Se ha convertido en la expresión de la nueva estructura de la nación, no más ordenada sobre el sistema de clases, sino apoyada sobre los vínculos naturales. No es tampoco un partido de los sin partido. Se coloca en medio de los acontecimientos, de la realidad, y desde aquí se presenta hacia los nuevos dogmas bajo los cuales solamente nos será posible vivir en un mañana. Esta generación ha comprendido las contradicciones de las oposiciones ideológicas que dividen a nuestros partidos separándolos del cuerpo de la nación. Ha entendido que, tanto las concepciones reaccionarias como las revolucionarias, tienden hacia una nueva unidad, que será la portadora de los nuevos tiempos. En este contexto se perfila un tercer partido por el cual no tiene más valor ni izquierda ni derecha, sino que se identifica con la totalidad de la nación y prepara el momento en el cual ésta sabrá reconocerse en esta totalidad. 

Capítulo III

Preparatorios de futuro

I Meditando sobre Friedrich List, 1919

Los grandes estadistas son aquellos que saben mantener bajo su poder en cada momento la realidad política de su propio pueblo. 

List prensó de forma futurista, mientras que Bismarck lo hizo de manera histórica. List fue en realidad el primer futurista. 

También List quería la unidad de Alemania. Quería una Alemania “rica y poderosa”. Pero falto el estadista, y el economista trató de sustituirlo.

En la vida de los pueblos la política es siempre anterior, la economía viene después. La política, si se sigue el camino justo, viene realizada siempre por la política. 

List dijo a los ingleses: Habéis presentado la teoría liberal no como un principio destinado a favorecer el derecho de los pueblos, el bien común de la nación, sino vuestros propios intereses; vuestros principios cosmopolitas, los cuales incluso continuan si regularmente no sirven para llevar hacia delante vuestros intereses en el mundo. Tienen, en efecto, el único propósito de impedir a las otras naciones su justa ventaja siguiendo su misma política. ¡Las doctrinas nacional-económicas de las que nos vanagloriamos tienen el mismo aspecto de la máscara filantrópica bajo la cual se sostiene la abolición de la esclavitud!

En su visión geopolítica reflejó punto por punto los problemas de una época en la cual se decidió la Guerra Mundial. Vio una unión de fuerzas, vio presentarse nuevas perspectivas. Expresió aquel nacionalismo que se había afirmado en la acción política del siglo venidero. “Los pueblos de esta tierra -dijo- han comenzado ya, desde hace un cierto tiempo, a diferenciarse siempre más entre ellos en base a sus orígenes, para organizarse en grupos: Dentro de no mucho se hablará en política de una raza alemana, de una romana y de una eslava; esta diferenciación ejercerá una gran influencia sobre la práctica política del futuro”. 

II La vuelta de Nietzsche, 1919

Bismarck fue para Nietzsche el gran revolucionario de la historia y, sucesivamente, cuando el filósofo se planteó la vana búsqueda de valores en Alemania, no pudo no admitir la significativa presencia de un gran político. 

Nietzsche no rechazó nunca el militarismo como medio político para la causa alemana, a pesar de ser contrario por su naturaleza filosófica y personal. Nietzsche era el hombre debilitado que sustituyó con gran esfuerzo la fuerza del cuerpo con aquella del espíritu y en todas las partes del mundo buscó y admiró justamente lo contrario. En la transvaloración de todos los valores declaró: “El sistema de gobierno de un estado militar es el mejor, constituye la recuperación o el mantenimiento de la gran Tradición, y tiene como referente el tipo humano más digno, el más fuerte”. 

La obra del escéptico Nietzsche se desarrolló en forma de crítica ininterrumpida en contra de los alemanes y de los “idealistas”. (Véase Ecce Homo). 

Constituyó un grave error por parte del filósofo el ataque a los antiguos valores cristianos y la crítica a los alemanes por sus valores románticos. 

En este caso, Nietzsche fue contra sí mismo: la persistencia de la idea del eterno retorno indica que los mismos acontecimientos se repetirían continuamente y, con los acontecimientos, los ideales. En su clarividente sabiduría se rastrean siempre las dos figuras del panfletista y del profeta. Y esta capacidad profética hizo que él, que no dejó nunca de ser crítico, fuese expresión, pero también contra expresión de toda nuestra época. El profeta que decía haber contado la historia del siglo venidero, ya en la tercera inactual anunciaba la inevitable revolución. La indicó como una revolución de las clases y una revolución de las naciones. En él se establece la génesis en el momento en que descubrió la psicología. De entrada profetizó el advenimiento de la época de la gran política afirmando “Habrá guerras como no las ha habido nunca sobre la tierra”. Habló de una nueva mezcla de las masas y de la catástrofe que sería finalmente desencadenada “inquietante, violenta, devastadora”. 

Él fue el exorcizador de un peligro que estaba en nosotros en un doble sentido: lo invocó y lo alejó. Él era inmoralista pero actuó como un moralista. Quería aniquilar la religión pero justamente él se puso al lado de los fundadores de religiones. Igualmente él, que se declaraba “el primer verdadero nihilista de Europa”, se podría decir que había “vivido el nihilismo hasta su consumación”; lo que significa que lo tenía “dentro de él, bajo él, fuera de él”. 

Su critica era una rebelión contra la sociedad, no contra el pueblo. En su aislamiento, con la exaltación de la individualidad y con su desprecio de la masa, pertenecía a a aquella nación que había utilizado el lenguaje. 

III El retorno de Federico, 1922

El pueblo alemán no tiene presente. Tenemos una generación que vive en la ilusión de ser un pueblo con un futuro asegurado. Pero no estamos preocupados por ese futuro. Lo hemos tomado como algo hecho. Estamos acostumbrado a pensar que hemos alcanzado un poder inmutable. Y la idea que se podría haber afirmado en un mundo en el que nuestra potencia pudiese ser destruida y desaparecer de la tierra no es extraña en absoluto. 

Por tanto estamos viviendo de forma irresponsable, seguros de nosotros, en una estúpida confianza en nosotros mismos. Y aquello que constituía algo arraigado, pero también superficial; era signo de fuerza política, pero también de ingenuidad política. En efecto, percibimos ser una nación rodeada pero no queremos tomar conciencia de ello. De hecho, en alguna circunstancia se ha revelado el verdadero modo de pensar de nuestros enemigos recientes. Pero no tomamos en consideración tales avisos. Y por nuestro espíritu de paz sufrimos las humillaciones. Estábamos convencidos erróneamente de no haber provocado injusticia en nadie, en la intención de no hacer uso nunca de nuestra fuerza. Esperábamos que las tensiones serían así alejadas. No creíamos en la emergencia. 
El socialismo propugnado entre la clase trabajadora alemana se alimentó de un ingenuo pacifismo e internacionalismo, cosa que todavía hoy sucede. Pero también aquel estado fuerte que representó la nación ante el mundo, vivió el autoengaño exclusivamente alemán. No estuvimos a la altura de los acontecimientos, y tampoco pudimos aprender aquello que nos enseñaba nuestra historia y utilizar tales enseñanzas mientras pudimos. 

Cuando la guerra irrumpió arrasando a todos los pueblos en su drama, nos encontramos, y no por primera vez, en una situación de legítima defensa. Nuestros padres no habían tenido en cuenta el hecho de que ocupábamos una región rodeada de otros pueblos que esperaban solamente el momento propicio para unirse y aniquilarnos. En consecuencia, nunca habíamos pensado como afrontar esta situación crítica. De modo que en situación de legítima defensa combatieron al límite, capacitados de tal modo para liberara a nuestra patria. Pero ahora hemos perdido de nuevo la libertad, ahora como hace 100 años, la policía francesa controla las ciudades alemanas, y nosotros, en memoria de la experiencia pasada, no nos hemos opuesto. 

En el último momento hemos intentado oponernos con la revolución, pero aquello no ha servido para otra cosa que para rendir un favor a nuestros enemigos debilitando nuestro poderoso estado, que con sorpresa hemos aprendido a temer, y por lo tanto no querido en el mundo. Renegamos de la idea del Káiser. Renunciamos a la bandera del Reich. Fundamos una democracia que nos mantiene en un estado de impotencia, que tiene mutilado a nuestro Reich, haciéndonos un pueblo mutilado y encadenado. 

En su desorientación el pueblo distrae su mirada del presente y de los hombres del presente. No confía más en estos hombres. No se espera nada más de ellos. Los jóvenes piensan en el futuro como es su derecho. Pero el pueblo, el pueblo siempre apolítico, que a través de la revolución es solo un pueblo desilusionado, piensa necesariamente de forma histórica, no utópica. Aquello que ha acontecido es su única certeza. De aquello que está por acontecer no tiene idea alguna. Y vuelve así su mirada al pasado: A un momento en que en Alemania había hombres que sabían manejar bien aquello que nosotros habíamos manejado mal -hombres políticos que sabían tratar la materia política- mientras que para nosotros, debemos decirlo, desde hace cerca de cincuenta años las cosas no funcionan. 

Ahora nos preguntamos: ¿Qué pasado? La mirada del pueblo busca una figura que se muestre como modelo y símbolo de fuerza, figuras que faltan al hombre actual. Al unísono, sin un acuerdo previo en la elección de su héroe, su mirada ha caído sobre el gran rey que triunfó en la guerra de los siete años: Federico. 

Capítulo IV

El despertar de los jóvenes

I Las ideas políticas de los jóvenes, 27-7-1919

La única certeza que tenemos es la gran capacidad bélica de nuestro pueblo. Un pueblo debe tener la fuerza necesaria para sobrevivir a su propio desastre. Sabemos que esto es posible. En la catástrofe hemos comprobado que somos un pueblo que ha construido su historia contra sí mismo. ¿Será siempre así? Esta es la pregunta emblemática. 

Los jóvenes saben porque Alemania ha perdido la guerra. El pueblo alemán ha sido el único que ha entrado en guerra sin una preparación espiritual. La guerra no se ha podido vencer porque la nación ha sido puesta ante la guerra sin ninguna conciencia política; porque el proletario no ha comprendido su función social, mientras que el propietario de las naciones enemigas tenía bien asimilado su rol en el ámbito de la nación. ¡Una nación superpoblada debería vencer la guerra si quería vivir! Ahora ésta se encuentra ante el largo, difícil y doloroso hecho de haber perdido el sentido de aquel gran desarrollo afirmado por la última generación. Y ello depende deshecho de que no constituimos todavía una nación: por lo tanto, si queremos tener un lugar entre las naciones, debemos llegar a ser una nación. 

Solo cuando se eliminen los partidos podremos ser una nación. Y será posible, será un deber hacer que los jóvenes se alejen de los partidos. Con su desafección, el crecimiento de los partidos se detendrá de golpe. Por lo que se percibe observando a los jóvenes, ese momento llegará pronto. El pueblo le seguirá. Por un lado, los viejos intereses particulares y, por otro, Alemania. El camino ya ha sido abierto. 

Privada de verdaderas ideas, la derecha se contenta con el puro pathos de la tradición a través de ideas conservadoras que no tienen nada de positivas reduciéndose a un conjunto de lugares comunes. 

En cambio, en la izquierda, reinan todavía ideas utópicas. 

Pero justamente en la voluntad de huir de cada compromiso encontramos el verdadero punto de encuentro de los jóvenes sea cual sea el partido del que provengan. En este sentido se puede hablar justamente de acercamiento entre izquierda y derecha (Max Hildebert Boehm), para quien los “jóvenes conservadores”, como todavía se les puede definir, y los jóvenes comunistas, como ellos mismos se definen, encuentran mayores puntos de encuentro antes que con los ancianos que pertenecen a sus mismos partidos. Tal posibilidad de encuentro se funda sobre exigencias comunes. Los jóvenes, aunque tengan divergencias en el modo de actuar, comparten la exigencia, de carácter espiritual, de deber crear algo nuevo, libre de compromisos y condicionamientos. Desde el punto de vista político ellos son contrarios a la democracia formal y la sustituyen con la idea de comunidad (Gemeinschaft, de carácter individual para los jóvenes de la derecha y de carácter global para aquellos de la izquierda). En la juventud de la derecha, más allá de la idea comunitaria, se combina con la búsqueda de un hombre-guía. 

Los jóvenes de la derecha consideran que se puede realizar esa comunidad a través del “corporativismo”, mediante una “ideología de cuerpo comunitario”, según la definición dada por Max Hildebert Boehm. Por el contrario, los jóvenes de izquierda, razonan de forma científica, bajo la engañosa ilusión de que ocuparse de lo social significa ocuparse de cualquier cosa espiritual. En esto es además significativo como la derecha haya mantenido una relación con la Tradición que la izquierda no posee. 

Los jóvenes de derecha están hoy preparados para renegar de los últimos cincuenta años de la historia alemana, pero no de los siglos y milenios en los cuales se formó el principio germánico, del que todavía hoy nos alimentamos y que es parte viva de la historia alemana. 

Esta juventud que piensa de manera utópica se contrapone a aquella que piensa de forma política, porque ésta última razona de forma histórica. Utopía significa negar la historia. 

La idea de los pueblos jóvenes constituye el principio que permitirá la redención de las naciones ganadoras. 

¿No hay pueblos que de forma inmediata han decaído definitivamente? ¿Y tal vez no se auto-aniquilaron en el momento en el que el “pueblo” tomó ventaja sobre la nación?

Los jóvenes están convencidos de que también un día el liberalismo será derrotado, en el socialismo escuchan el anuncio que no trata más de clases sino de hombres: la juventud espera que sean los pueblos los que realicen aquello que gritan a nuestros enemigos. 

II Preludio heroico, 28-01-1924

Hoy vivimos en la peor de las democracias: en la democracia del individualismo. 

III Concepción económica, 15-04-1919

Si el socialismo quiere llevar a cabo aquello que promete, lo cual significa una nueva fase, una nueva época de la humanidad, un Tercer Reich, su primer acto espiritual debe ser disociarse de la filosofía de la digestión que llevamos aprendiendo durante un siglo bajo el nombre del materialismo histórico. 

El socialismo ha llegado a ser una voluntad en sí, por la cual es política y no religión, y la fe que lo anima no es una fe que se anuncia a los hombres, pero liga al hombre a sí mismo, no es una fe cósmica, sino una fe planetaria. 

¿Queremos liberarnos finalmente de la economía! Necesitamos pensar en una economía del pueblo que no sea fundado sobre la pura economía, sino sobre el hombre. 

IV indiferencia de occidente, 6-10-1916

Desde el descubrimiento de América, con la cual la historia europea se dirige del Mediterráneo al Atlántico, en el orden de España, Portugal y Holanda, que alcanzaron el máximo esplendor para después volver a la decadencia. 

También nosotros en cuanto alemanes somos occidentales, al menos por una parte de nuestro carácter, y no solo porque, como estado, estemos situados en Occidente, sino también porque algunos problemas del mundo occidental, así como algunos de sus ideales, nos pertenecieron. 

V Mirando hacia el este, 3-4-1918

En estas exposiciones no hacen otra cosa que repetirse los polos eternos y épicos del ideal industrial y aquel rural, que forman parte de nuestro mismo ser. También nosotros, colocados entre Occidente y Oriente, pertenecemos, por un lado, a Occidente, y, por otro lado, a Oriente: somos orientales para Occidente, occidentales para Oriente. Podemos, con absoluta certeza, si queremos asumir nuestra tarea, representar nuestro futuro no como totalmente industrial, ni solamente agrario. 

Y no se puede tener capacidad para resistir largamente sin la fuerza vital, en la cual Oriente tiene mayor peso que Occidente. También por este motivo no podemos hacer nada más político, en el sentido total de la palabra, que acercarnos a Oriente. 


El Tercer Reich - Arthur Moeller van den Bruck



EL TERCER REICH,  Arthur Moeller van den Bruck


Capítulo I
Revolucionario

Queremos vencer la revolución


- En la historia alemana no se ha verificado todavía revolución política alguna. Esto indica que nos encontramos todavía en la fase intermedia de nuestra historia. Los ingleses tienen tras de sí una revolución gloriosa, así como los franceses. Ambos pueblos son más viejos que nosotros. Ellos han sido sometidos a difíciles pruebas, a través de las cuales han construido a los hombres. Ellos, a través de la revolución, se han transformado en naciones politizadas. Además se han construido a través de la lucha nacional armada, en la cual han comprometido sus vidas, la base política de su exitoso desarrollo. Y nosotros hemos experimentado en nuestro perjuicio, la seguridad y la determinación con la que ellos actuaron en tal contingencia mundial; de acuerdo con este cálculo, tras haber provocado la guerra mundial, se lanzaron a la refriega con extrema decisión, con el único objetivo de conducirla al fin, y utilizaron la victoria con fría y burlona determinación, mediante un tratado de paz cuyas condiciones eran, finalmente, generar nuevas ventajas en la transformada situación mundial. 
  • Todas las grandes ideas son, esencialmente, ideas simples. Solo su realización es difícil. 
  • El hecho es, que los alemanes post-bismarckianos no eran hombres de carácter bismarckiano. 
  • Alemania estaba entonces sin ideas. Poseía solamente la idea de su unificación. Lo demás se trataba de una idea ya realizada. 
  • Así transformamos esta ideología filosófica en un imperialismo político, en un principio que, no obstante, no procedía de nuestra íntima convicción: el dato de partida era nuestro Reich, construido mediante acciones de fuerza. Sin embargo no fundamos este imperialismo sobre bases ideológicas, considerándolo un derecho, un derecho de base y una necesidad de vida para una nación superpoblada. 
  • En la guerra mundial venimos sobre todos los campos de batalla. Pero en el ámbito de la política todo estaba en ruinas: la decadencia de la última generación había tomado ventaja. 
  • Al final son los hechos los que nos empujan a extraer las conclusiones pertinentes, y acabamos por afirmar una voluntad; tal decisión llega siempre demasiado rápido o demasiado tarde, nunca en el momento justo: resulta demasiado inmediata o una caducidad demasiado prolongada. 
  • Todo aquello que hacemos y no hacemos resulta ya fallido desde su origen porque hemos nacido de un espíritu enfermo cuyo producto es una mano enferma.
  • Deberemos sentirnos guiados por un sentido de destino: si no completamos tales intentos con nuestra fuerza, estaremos condenados a una caída que no durará solamente decenios, sino siglos en terminar. 
  • Son todavía esos los que se levantan, como optimistas de la revolución, para defender con palabras altisonantes y vacías sus conquistas. Ellos se han empeñado en proclamar la eterna validez de los principios: democracia mundial, liga de los pueblos y leyes suprarestatales, entre las cuales están el fin de todas las guerras y la paz eterna sobre la tierra fundada sobre valores espirituales. No quieren darse cuenta, no quieren ver ni escuchar que por culpa de ellos ahora se sufre bajo el poder extranjero, desde el momento  que los acuerdos de paz han producido la desesperación y personas privadas de patria, mientras en el mundo continúan existiendo guerras. Son obtusos por naturaleza y están convencidos en todo momento de haber hecho siempre las cosas más racionales. No conozco la contradicción existente entre razón e intelecto, contradicciones que se manifiestan en todas las partes del mundo, y con las cuales tropezamos continuamente. Por un lado, tenemos una razón para hacer ver a los hombres las cosas como ellos quieren que sean, mientras que por otro tenemos un intelecto que las muestra, inexorablemente, como ellas son realmente.  
  • La revolución ha desilusionado las expectativas, y no solamente aquellas socialistas: la desilusión más grande deriva del hecho de que ésta no se ha afirmado en ningún individuo procedente del pueblo así como la democracia no ha estado en condiciones de producir estadista alguno con capacidad para guiar a la nación. 
  • El pueblo no ha querido la revolución, sin embargo la ha completado. 
  • Creíamos pertenecer a los salvajes y sin embargo, éramos seres domesticados. 
  • Una revolución debe fundarse sobre la justa sensibilidad, sobre la justa fuerza y el justo sentido del derecho, como le corresponde a los hombres democráticos. 
  • Se puede luchar contra los efectos de la revolución cuando hay un buen motivo para pensar que la situación de emergencia de la nación no se resuelve con la nueva vía emprendida, sino que antes hay que convencerse de que la situación será todavía más grave. 
  • No tenemos en cuenta haber estado solos combatiendo contra diez adversarios, ni el hecho de haber sido empujados a esta revolución alemana por la simulación de ideales populares a los cuales esos diez adversarios deben su triunfo. 
  • Aquel que hoy es revolucionario, mañana será conservador.
Capítulo II

Socialista

Cada pueblo tiene su socialismo

  • Todos los errores del socialismo se condensan en la frase de Karl Marx: “La humanidad se plantea solamente los problemas que está en condiciones de afrontar”. No. La humanidad asume solamente problemas que no está en condiciones de afrontar. Aquí está su grandeza. Aquí está el genio que la guía. Aquí está el demón que la empuja. 
  • Y esta es la esencia de todas las utopías que no encontramos nunca realizadas. Es la esencia de todas las esperanzas milenaristas que no se cumplen nunca. 
  • Marx no ha comprobado la veracidad de su frase. 
  • Marx irrumpía en la materia, pero permanecía también implicado en la materia. Y hoy el socialismo permanece engatusado por el socialismo. El marxismo reconduce la materia a la materia; establece las modalidades de su transformación, pero no se puede preguntar por las causas. Marx mismo comprobó la insuficiencia  de una doctrina que se contentaba con explicar todos los seres mediante el principio del desarrollo y la evolución según una dialéctica materialista. Sin embargo, rechazó aportar la prueba, asumiendo  este principio como un dato de hecho. No buscó, insistimos, la causa y no comprendió haber demorado el problema de la causa. Marx generó un estancamiento de la materia, materia material, materia estadística y materia racionalista afirmando plenamente el “principio terreno”, según el cual el mundo era solo materia. Y justo este principio ha sido considerado por los marxistas la especificidad y el mérito más grande de Karl Marx. Sin embargo permanece en pie la pregunta: ¿Pero quién mueve la materia?
  • Marx no comprende que los acontecimientos, antes de desarrollarse, deben fijarse. No se da cuenta de que, aquello que llamamos desarrollo, presupone un surgimiento, y que no presenta un carácter progresivo y uniforme, sino que se resume en un proceder a saltos que resulta incontrolable en sus consecuencias. Comete entonces un grave error al no considerar que el desarrollo de los acontecimientos no siempre conduce al objetivo fijado, sino bien podría desviarse hacia resultados diferentes, si no opuestos. 
  • En realidad el marxismo tiene todos los signos peculiares de una utopía materialista. Marx confió al proletariado la construcción de un perpetuum mobile, en la rígida convicción de que, en cuanto concebido de forma lógica, habría sido también reproducible. Pero este perpetuum mobile se identifica con el mundo mismo, y el demiurgo no permite a nadie dañar su obra. 
  • Nuestra lógica racionalista se relaciona con la verdad como la experiencia estadística se relaciona con la realidad. Ella comprende todo aquello que se puede alcanzar, pero no aquello que es decisivo. La lógica nos persuade del progreso, mientras que la historia se opone a tal principio. La humanidad siempre ha sido un punto de inicio del cual no se conoce el recorrido ni el punto de llegada. 
  • Desde hace siglos los hombres penan sobre la tierra: la felicidad estaba aquí, la infelicidad allá. Ninguna religión, ninguna humanidad ni ningún arte del Estado ponía remedio a la falta de justicia. Ninguna fuerza espiritual, ética o política que actuaba sobre el hombre conseguía llegar al nivel de la realización completa de la justicia social en la humanidad. La culpa estaba en los hombres, en la medida que no eran dignos de los valores por ellos adscritos. La carne permanecía siempre débil. El hombre pensaba continua y exclusivamente en su yo. En este punto Marx concibió la idea de considerar al hombre en base a su verdadero yo, y de seducirlo con los placeres de la carne. 
  • Marx fijó el problema no desde lo interno, sino desde lo externo. Él no buscó una transformación de los hombres singulares, sino que tuvo en cuenta las tendencias comunes y, especialmente, las referidas a la codicia. No consideró a los hombres desde su fuerza, sino desde su debilidad, y no se preocupó de los daños que podría sufrir el alma, pero les mostró al “mundo” que debían afrontar. En efecto, Marx quería ayudar a los hombres, del modo que él consideraba justo hacerlo y en el modo en el cual ellos querían ser ayudados. Pero si los grandes fundadores de religiones  habían prometido a los hombres la vida eterna y no habían dado importancia a la terrenal, Marx actuó de forma distinta a ellos. Se dirigió a los hombres de forma muy humana. Basó su solicitud sobre intereses prácticos, corpóreos y cotidianos, o sea, intereses económicos. Su acción fue una estratagema. 
  • Marx no fue realmente partícipe de su realidad. Como hebreo era realmente un extranjero en Europa, aunque participaba igualmente de las victorias de los pueblos europeos y buscaba entender su sentido. Pero lo hacía como si quisiese adquirir un derecho de hospitalidad entre estos pueblos, por el hecho de que les ayudaba en sus necesidades y les mostraba una solución. Pero él no era todo uno con la historia de ellos; su pasado no estaba vinculado a tal historia, y la tradición que encontraba en su afirmación de la historia presente no era la misma que él tenía en su sangre. Marx no había vivido durante milenios con estos pueblos, tenía una sensibilidad distinta, pensaba de otra manera. Si sus ideas fueron tomadas sobre los hombres a los cuales se dirigía, no se revelaron firmes en tanto no estaban arraigadas, sino que permanecían en la superficie, implicando solamente a un conjunto de elementos exteriores. 
  • Se puede individuar a Marx sólo desde una perspectiva hebrea. Sus componentes son mosaicos, macabeos y talmúdicos; él está vinculado al guetto. Está muy lejos de Cristo, pero de cualquier modo él es también muy cercano, como aquel Judas que intentó expiar su traición. En toda su obra no hay ni una palabra de amor hacia los hombres, sino de oscura pasión que transpira odio, venganza y represalias. 
  • La doctrina de Marx es internacional, y por eso ha conseguido disgregar a Europa y seducir a los europeos. 
  • Marx no consideró a la parte no-proletaria de la humanidad europea, no la comprendió, porque no les pertenecían y no tenia acceso a los valores por ésta producidos en el curso de los siglos y dejados en herencia en lo posterior, herencia en la cual no habían participado sus antepasados. 
  • Marx demostraba preferencias en los enfrentamientos del proletariado, que representaban algo nuevo en el mundo, a pesar de que el filósofo alemán era extraño a ellos. No obstante, los asimiló; sin embargo, el proletariado no había asumido herencia espiritual alguna. Por este motivo Marx se vinculó al proletariado, haciéndose cargo de éste, y el proletariado se vinculó a él. Más allá de que Marx no se preocupó de analizar el surgimiento de esta clase, tampoco consideró las distintas historias que ésta había vivido en cada uno de los países singulares, historias extremadamente diferenciadas. Consideró a los proletarios como simples hombres y le violentó la nacionalidad que cada uno de ellos poseía  y que se negó a homologarlos como clase unitaria. Y no le vino nunca a la mente la idea de preguntarse, al menos una vez, si hubiese sido posible un socialismo de los hombres sin la instauración de un socialismo de los pueblos. 
  • Los hombres pueden vivir solamente si existen los pueblos a los cuales pertenecen. 
  • El marxismo ha prometido un tiempo de felicidad y ha experimentado un tiempo de maldición. Ha vivido la ilusión de haber encontrado una vía que condujese a la utopía de la ciencia. Ha considerado la ciencia de manera creativa y sobre su base ha establecido una empresa para los hombres, empresa realizable solo a condición de que sus presupuestos estuviesen “ya presentes en las condiciones materiales” o al menos “estuviesen en fase de formación”. Pero la guerra mundial convulsionó sus cálculos, y la revolución que le siguió demostró su completa inexactitud. El marxismo había considerado al proletariado internacional como una suma de individuos, pero no había hecho las cuentas con la tierra, con los pueblos y las contraposiciones entre los pueblos. Se había interesado solo en el desarrollo económico como problema crucial del mundo, y en base al cual el sistema social capitalista había sido suplantado por un sistema socialista. 
  • En el momento en el que se abre ante el marxismo la posibilidad de adquirir el poder político y de llevar a término su misión social, la doctrina socialista, pensada exclusivamente en términos económicos, se revelo fallida ante la primacía de la política, ante las leyes ineludibles de la historia. 
  • Marx tenía el espíritu de Europa en su contra, el espíritu de un pasado de dos mil años, que no se deja vencer y que se defiende de él. 
  • Hoy vivimos en este tipo de mundo y no en aquel de Karl Marx. Nosotros hemos descubierto el error de cálculo, que todavía hoy constituye el error peculiar del marxismo. Mientras tanto el socialismo no quiere admitir el fracaso, tanto político como económico, de su revolución. 
  • La concepción materialista de la historia es, de todos modos, inequívoca. Su significado está en su decidida unilateralidad con la cual fue pensada y para la cual se presentó como un bloque en el pensamiento histórico, y como tal debe ser rechazado. Si Marx y Engels hubiesen seguido, tardíamente, sus puntos de vista, habrían sabido que este bloque, en su esencia, dependía de un tipo de juicio por ellos formulado. Pero no lo hicieron. 
  • Históricamente, es absolutamente cierto, que cada tiempo tiene su paralela historia materialista, también las edades sagradas tienen sus elementos de contorno material, dado que siempre ha habido hombres, partidos y clases actuando en base a sus intereses específicos. el momento material constituye más bien el segundo momento: el inferior, con tal de que no se trate de una edad del todo materialista. Ciertamente también existen épocas de tal género. Hay edades inferiores. Pero también hay otras edades en las que el primer puesto corresponde a Dios. ¡Dios lo quiere! Es sabido que los hombres, aunque están hechos de materia, se colocan más allá de ésta. Es fundamental, en la medida que explican sus actividades, dar espacio a sus tendencias, desahogo a sus pasiones. 
  • Nosotros pensamos que fue primero el hombre. Marx pensaba que no había ninguna concepción profunda que entender, “que con los acontecimientos de la vida humana, con las relaciones sociales, la existencia social, las concepciones y los conceptos y, en una palabra, también la consciencia del hombre cambia”. Nosotros pensamos que es la consciencia la que cambia la vida. El elemento espiritual es autónomo. En la medida que es autónomo transforma al ser humano. Y solamente transformándose, los hombres pueden crear por sí mismos otras condiciones de vida. El hombre hace la historia y no la historia hace al hombre, y cuando es la historia la que transforma  al hombre, entonces hace que este hombre produzca transformadas condiciones de vida. La historia del hombre es la historia de sus fuerzas espirituales. Estas fuerzas espirituales contienen al cuerpo; el elemento metafísico comprende aquel físico, y el elemento físico comprende a su vez aquel económico. De modo que solo el elemento espiritual puede guiar aquel físico, nunca lo contrario. 
  • La materia no puede actuar por sí misma. En el ámbito económico no es un nuevo orden económico el que puede transformar la vida desde su raíces, sino que es una vida transformada desde sus raíces la que produce un nuevo orden económico. 
  • El materialismo histórico cae en un error cuando piensa que estos grupos de hombres podían subsistir sin un principio estatal. La economía no puede sustituir al Estado, no puede hacerlo la política interna, y mucho menos la externa. La subsistencia de un pueblo no puede llevarse a cabo sin una administración. ¿¡Cómo se podrían regular, sin Estado, los impulsos, fuerzas, voluntades, tendencias y empresas de una nación!?
  • El materialismo histórico quería ser una ciencia de la experiencia. El socialismo se tropezó con la contradicción de referirse al futuro, en el cual, naturalmente no podía tener experiencia. Podía entonces obvia esa contradicción renunciando solamente a la objetividad de la experiencia en detrimento del análisis de las tendencias políticas. 
  • El socialismo no tiene ningún conocimiento de los pueblos, así como nada sabe de los hombres. 
  • El socialismo no quiere admitir que el hombre no ha construido su cuerpo en el curso de un desarrollo histórico, sino que lo ha construido en los orígenes de la historia y que ha recibido su libre impulso desde el cerebro, no al contrario. De hecho, es el hombre mismo quien ha producido su historia, que representaba la culminación de su actuar. 
  • El materialismo habría estado en lo justo si la humanidad hubiese producido solamente materia. Pero la humanidad ha producido sobre todo valores, una jerarquía de valores entre los cuales están aquellos materiales ocupando niveles más bajos. La historia humana no se explica por las solas personalidades de los portadores de estos valores, ni mediante las razas ni las religiones, que son las estructuras de la sangre y el espíritu de cada acontecimiento, y mucho menos mediante hechos económicos, en los cuales vemos solamente los aspectos materiales de los presupuestos espirituales. Se trata más bien de una historia de conexiones. 
  • La concepción materialista de la historia que no se presupone al hombre, sino a la economía, renuncia a la historia en sí misma. 
  • Un día se hará evidente la gran falta de dignidad del siglo XIX, por el hecho de que veía en el estómago la medida del ser humano. 
  • El hombre quiere ir más allá de su naturaleza, y realmente comparte con el animal el hecho de querer vivir. Ya el primer hombre, entonces el “Naturmensch”, se avergonzaba de su condición material, de su dependencia física, de su ser vinculado a la materia, del hecho de ser dependiente de la alimentación, y percibir aquello como algo infame que lo daña, como un elemento de la tierra que lo empobrece y que debe soportar. Vergüenza y conciencia tienen la misma raíz. Partiendo de aquello, el hombre supera al humano a través de la conciencia de su opuesto. en el hombre que va contra su humanidad, que decide, finalmente no preocuparse solamente de su alimentación ni de vivir en función de los factores económicos. Aquí está consciencia que representa la dignidad humana. 
  • El materialismo histórico no ha tomado nunca en consideración este aspecto. Por otro lado, como su propio nombre indica, se trataba de una concepción histórica de la materia. Se trataba de la historia de un hombre dividido y no de su aspecto más elevado. Sin embargo, la historia se vengaba del socialismo y de su concepción filosófica: Se vengaba del hecho de que éste solo pensaba de forma económica, no política; se vengaba mostrando la falsedad del presupuesto del pensamiento materialista, según el cual la historia y la economía se compenetran y la segunda depende de la primera. La sobreestimación de la economía en la época materialista no produce el socialismo, sino la guerra mundial. Su estallido reveló otras fuerzas históricas, y no el dogma del enfrentamiento de las clases ni, por lo tanto, de la consecuente lucha de clases. 
  • El socialismo no pudo afirmar su predominio respecto al capitalismo en el ámbito de una floreciente vida económica, y solamente pudo hacerlo en el ámbito de una economía confusa, enferma y demente. 
  • Nuestro pensamiento se ocupa, y se ha ocupado, solamente del hoy. Esta es una actitud común tanto en el capitalista como en el proletario. Somos abandonados así en base a nuestros intereses de alcanzar un nivel nunca alcanzado por la humanidad: la concepción materialista de la historia celebra hoy su aplastante victoria. 
  • El proletario ha llegado a ser un problema para el cual el socialismo no tiene respuesta: un problema abierto, oscuro y enorme, de cualquier manera un problema en sí mismo. 
  • Junto a estos abandonos, el socialismo fue culpable del error en el cual también incurrió el marxismo, el error más grande en el cual podía caer: rechazaba el problema cuya solución incumbía la vida de todos los pueblos de la tierra, especialmente al pueblo alemán, que era aquel de la superpoblación. Pero, ciertamente, en este caso estaba implicada desde su raíz la teoría de la plusvalía. De hecho la problemática marxista, con sus presupuestos de lucha de clases, viene negada desde la base. 
  • En este punto el marxismo se opone tanto a la naturaleza de las cosas que acaba por disolverse en la utopía. El marxismo no considera las diferencias entre pueblos, diferencias que se basan en la especifidad de sus caracteres: el socialismo de la lucha de clases considera solo a las masas, pero no toda la heterogeneidad del proletariado, de los países singulares.
  • Hay pueblos en el mundo que poseen tierra, espacio, posibilidad de expandirse y alimentarse, y también libertad de movimiento, mientras que hay pueblos que no lo tienen. 
  • Las tierras poco habitadas pueden vivir, aquellas superpobladas no pueden hacerlo.

  • Han vencido los países despoblados, mientras que los superpoblados han perdido. Este es, por ahora el resultado de la guerra mundial.
  • A los vencidos les fue prometida una paz basada en la justicia, pero los vencedores usaron la paz, que era su paz, para dársela a aquellos que ya la tenían. Ellos tenían distintas banderas, con los símbolos de la libertad, la igualdad y la fraternidad, pero las verdaderas banderas de los vencedores son del color gris de una concepción comercial que implica a hombres y tierras. 
  • Los franceses sí se muestran preocupados ante las consecuencias de la despoblación. Se ha preocupado, desde hace cuarenta años, de incrementar sus cuarenta millones de habitantes. Ahora se preocupa de tener suficientes franceses blancos para entrenar a los franceses negros para sus rapiñas. Poseen medio imperio mundial, que los ingleses les han dado como compensación por la guerra vencida. Pero el francés, enamorado de sí mismo, sirve voluntariamente solo en Francia y, visiblemente en la capital, donde lo visitan las personas procedentes de otros países para admirarlo.
  • El pueblo francés puede vivir porque posee un territorio más vasto en relación a lo exiguo del número de sus habitantes. Por el contrario, el pueblo ruso no puede vivir porque los recursos de su tierra no les ofrecen suficiente trabajo y no les aseguran los medios para la subsistencia. Y los alemanes, los italianos y los trabajadores europeos no pueden vivir porque no tienen a su disposición suficiente espacio para trabajar y vivir. 
  • Se ha calculado que en Alemania hay sitio para otros cinco millones de personas. Pero si, en teoría, esta cifra elevada fuese justa, es totalmente falsa. Es falsa desde el punto de vista psicológico.
  • El neomalthusianismo nos sugiere limitar el número de nacimientos. Sin embargo, es un consejo valioso. La naturaleza ha querido la superpoblación. Entonces deberá ser ella quién resuelva el problema. Quizás el neomalthusianismo quiere tomarnos el pelo cuando se encomienda a las palabras de Malthus: “El bienestar hace disminuir el número de nacimientos”. El bienestar no pertenece hoy a nuestras perspectivas. 
  • Somos un pueblo con un excedente de veinte millones de habitantes en nuestra tierra. Se ha prohibido la emigración al proletario, se la ha prohibido a la propia nación. Solo la explosión es posible. 
  • Nosotros no somos un pueblo que pueda ser dividido. No somos un pueblo que pueda vivir en un territorio angosto y reducido. Y el espacio exiguo en el que nos han reducido constituye un peligro siempre amenazante. ¿No queremos entonces transformar este peligro en nuestra política?
  • Cada pueblo tiene su propio socialismo. 
  • El bolchevismo era ruso, solamente ruso. 
  • La idea de economía comunitaria se reclama a aquel que ha cultivado la vida en la célula. Y la idea-guía de una nueva juventud reclama a aquel que no deja la vida en manos del hombre, como forma derivada, sino que la atribuye a aquel que lo precede. El socialismo alemán no es atomista, es orgánico. Y es dualista y bipolar., en la medida que corresponde a toda la tierra en todos sus ámbitos, desde aquel geográfico a aquel trascendente, es dualista, y debe re equilibrarse entonces en su antítesis. Ello supone un individuo diferenciado y no homologado como el hombre occidental actual. Sin embargo, esto no quiere decir que estas diferencias deban separarnos, sino que más bien deben unirnos. El socialismo es para nosotros: Enraizamiento, gradualidad y estructura. Solo el marxismo conoce el socialismo internacional. 

Capítulo III

Liberal

La ruina de los pueblos

  • La sospecha que gravita hoy sobre el liberalismo en Alemania es la sospecha por un sistema: por una trampa, por una red de intriga extendida por el mundo, en cuya malla Alemania finalmente estaría enredada. La sospecha que envuelve a la masonería es de la misma raíz. Esta asociación secreta, difundida entre ciudadanos de todo el mundo, es muy cercana a los principios liberales. Se tenía conocimiento de que fueron representados por los llamados “artesanos libres”, que antes de la guerra se conjuraron contra Alemania, y que durante el curso de la guerra decidieron su destrucción. También se sabía que eran casi exclusivamente estadistas masones aquellos que se reunieron en Versalles. Por este motivo se ha reconstruido la historia de la masonería: para revelar el secreto que la envuelve, para desvelar los nexos que la vinculan a todo aquello que ante la humanidad siempre ha aparecido ctónico y enigmático. Se nos ha preguntado cuál es el motivo por el que las logias fueron divididas entre aquellas de los iniciados, y aquellas de los no iniciados: ¿Se trataba quizás de motivos políticos? Se ha creído descubrir el origen de la masonería en los misterios egipcios y en aquellos de Eleusis. Se nos encomienda a los Druidas y los “Asesinos”. Viene seguida por parte de las órdenes caballerescas, pasa a través de los Rosacruz para alcanzar a los ilusionistas y, quizás, a los hermanos de las logias. Y finalmente llegan los oscuros acontecimientos de 1717 con la fundación de las nueve altas logias inglesas , y de 1789 con el estallido de la revolución francesa, posteriormente a la revolución rusa de 1917 y aquella alemana de 1918.
  • Debemos considerar que en el recorrido de la historia de la masonería, nos encontramos con una disgregación de principios, que presupone un hombre del todo particular, en el cual vemos la tipología del liberal: un individuo con la mente vacía, débil, la cual no está en condiciones de dar orden a los propios principios, o que se preocupa de ponerlos aparte. 
  • La masonería es solo una directiva general. Ella se refleja en el liberalismo. La actividad de una se confunde con aquella de la otra, aunque no siempre es fácil distinguir sus raíces. 
  • En la masonería se cumple solamente el intento de encontrar un elemento sustitutivo a un mundo desacralizado, intento que se concreta en la constitución de un mundo “hermanado”.
  • El liberalismo conduce a la estupidez o al crimen. Una cosa no es independiente de la otra; son principios que se sostienen recíprocamente. 
  • La actividad de las logias es anónima, la masonería no da nombres, señalando su falta de personalidad. Ésta es su fuerza y ésta es su debilidad. Esta peculiaridad es indicio, entre otras cosas, de su particular psicología. La masonería puede utilizar solamente la “inteligencia” y el pequeño demón, no el carácter y el gran genio. No tiene fundador. Su historia no se vincula a nombre alguno. No tiene representantes seculares, héroes ni mártires. Nadie se ha sacrificado todavía por el bien de las logias. Si se valora la masonería por los valores a ella intrínsecos, se ve cómo representa al más pobre de los movimientos espirituales. 
  • El jesuitismo puede tener como referencia los ejercicios espirituales del fanático vasco.
  • La masonería no posee nada ni a nadie. Está privada de todo signo lingüístico clásico. 
  • El carácter sectario de la masonería se identificó con el liberalismo, como un reagrupamiento político de pequeños hombres, ciertamente no sabios, hombres de negocios o sometidos a los negocios. Tenían como elemento característico el no preocuparse de la socialidad, sino del poder. Podemos decir que sus principios se transferían directamente de las logias al liberalismo. He aquí lo indicado respecto a las logias en el Buletin du grand orient de France a propósito de los años 1899-1900: “¡Que nadie pueda moverse más, si no lo quiere la masonería, absoluta dominadora de la tierra!”. Esta declaración es parte de las muchas expresiones de estupidez características del hombre liberal. 
  • En lo demás, se intentaban enmascarar las ambiciones privadas con una apariencia pública. E igualmente necesitaba salvaguardar aquel concepto de libertad que unía a masonería y liberalismo. Las dos vías  tendieron a homologarse, y de esta coincidencia de instintos secretos nace un partido político. Es cierto que nadie, en el ámbito de un pequeño grupo, podría mostrar que persigue un poder totalmente personal, pero ¿qué ocurre si más personas se le unen y mediante el número y el mutuo apoyo, se arriesgan a hacerse con aquel poder que no podría ser acaparado por un solo individuo? ¿Qué ocurre si un cierto número de personas se asegura el poder mediante la repartición de las fuerzas disponibles y la conducción de una actividad bien organizada y finalizada sin escrúpulos? Y todavía más, ¿qué ocurre si el espacio utilizado para alcanzar tales fines, denominado espacio de la libertad, es confundido con el terreno de juego de las intrigas?
  • El liberalismo presupone que todo aquello que él hace, lo hace en beneficio del pueblo. En efecto, se pone de parte del pueblo y lo sustituye por un “yo egoísta”.
  • El liberalismo  ha alejado al hombre de los altos valores, valores que él asume originariamente del pueblo, para absorberlos, remodelarlos y devolverlos de nuevo al pueblo. 
  • El liberal no expresa ninguna sociedad articulada, sino una sociedad disgregada. Justo or este motivo no puede elaborar valores comunes al pueblo y la sociedad. El liberal tiene solamente valores falsificados, los ha modificado en base a su voluntad y les ha dado una “elaboración” personal. Y justo esto ha determinado la ruinosa disgregación que hoy  ha producido entre los componentes de un mismo pueblo. La apelación al pueblo sirve a la sociedad liberal solamente para sentirse autorizado y ejercer su libre arbitrio. El liberal ha utilizado y difundido el eslogan de la democracia para defender sus propios privilegios sirviéndose de las masas. 
  • Pero al hombre liberal el pueblo le es completamente indiferente. El liberalismo es el partido del arribismo. Es el partido de quien ha entendido ofrecerse, entre el pueblo y los espíritus elevados, que son aquellos que, procediendo del pueblo, cumplen con sus deberes de forma creativa, sin cálculos cual expresión de un pueblo o una nación caracterizados por el espíritu creativo. Por el contrario, aquellos que pertenecen a esta clase intermedia no han acompañado el crecimiento de una nación, aquella en la cual se han introducido como cuerpos extraños. Ellos se sienten únicos, y no se preocupan de nadie y mucho menos del pueblo. Son totalmente extraños en la historia del pueblo en el cual actúan. No comparten sus tradiciones, y no han tenido participación alguna en su pasado. Ni tan siquiera comparten la ambición en el futuro. Ellos solo buscan las ventajas en el presente. La última idea está dirigida a la gran Internacional, en la cual son ignoradas las diferencias entre lenguas, razas y culturas: se debería ser gobernado como un único pueblo, de una familia formada por hermanos seleccionados de las inteligencias de todos los países, los cuales asumirían en sí mismos las prerrogativas morales del mundo en su totalidad. Ellos pliegan a la nacionalidad ante este internacionalismo, y para hacerlo se sirven también del nacionalismo. 
  • Los liberales, desde su concepción internacionalista, utilizan ahora el pacifismo o después el militarismo en función de las circunstancias. Lo utilizan de vez en cuando como medios para cumplir sus objetivos e intereses. Si el sentido de la duda hace que se pregunten: “¿Con qué objetivo vivimos?” su propio cinismo responde: “¡con el de vivir!” Así viven ellos y se crean el medio para poder vivir.
  • El liberalismo, convertido en nacionalista, se ha servido de las enemistades entre los pueblos como medio intrigante para sus objetivos políticos. Ha incitado a unos pueblos contra otros provocando la destrucción. 
  • El egoísmo es la característica del liberal, que abandona en el diluvio las cosas de las que vive. En contraposición a todo conservadurismo, que se conecte siempre con la fuerza del hombre, el liberalismo explota su debilidad. El liberalismo busca poner en práctica trucos para extraer fuera de su debilidad. Se hace de forma que se vive del perjuicio al prójimo, ocultando este desorden bajo la apariencia del ideal. Este es su cálculo. Cálculo hasta ahora realizado. 

  • El liberalismo ha destruido la civilización. Ha aniquilado las religiones. Ha destruido las patrias. Ha representado la disolución de la humanidad. Los pueblos de naturaleza no conocen forma alguna de liberalismo. Para ellos el mundo es una experiencia de vida unitaria que el individuo cumple con sus semejantes. Así perciben la vida como una lucha que les implica y les une. 
  • Aquellos pueblos que se fundaron sobre un principio solitario, o aquellas naciones que han dejado de ser pueblos, han dado al liberalismo todo el espacio que éste pretende. Tales pueblos, en un estrato inferior, han permanecido como masa, mientras que en el superior han estado constituidos por una clase privilegiada. 
  • El liberalismo tuvo comienzo con un falso concepto de libertad, nacido de un malentendido. Y terminó con un falso concepto de libertad, del cual continuaba sirviéndose cuando no defendía la libertad, sino sus propios intereses. 
  • Los ingleses hablaban siempre de libertad. Pero ellos procuraban su propia libertad a costa de dañar la libertad de los otros. 
  • Una cosa es el liberalismo en Europa, y otra el liberalismo en Alemania. Se sabe bien que el liberalismo de los países occidentales fue medio usado por el Tercer Estado, un juego destinado a afirmar el propio poder. éste supo engañar al pueblo con las promesas de 1789, y sobre todo supo explotarlo en su propio beneficio. Se sabe también que la libertad es la voz más atrayente del ternario de los eslóganes de los derechos humanos, con los cuales las masas han estado bajo tutela, y en lugar de ir hacia las peligrosas barricadas, se dejaron conducir hacia las inocuas urnas. 
  • Son liberales los dos partidos estadounidenses, y la única diferencia está en que los ingenuos que se encuentran en todos los partidos son liberales de buena fe, mientras los falsos lo son en buena fe. 
  • Actualmente los masones alemanes, que son todos liberales, tienden a excusarse cuando se hacen notar las intrigas de las logias alemanes ante la guerra, y juran no saber nada, callando con esto sobre su función. Nosotros estamos dispuestos a creerles, no hay necesidad de que lo confirmen. Cada país tiene su propia masonería: a las logias alemanas se ha confiado la función de abandonarse a la buena fe alemana. Y el liberalismo tergiversó el concepto que procedía de Occidente y que penetraba en Alemania. 
  • Alemania fue rendida al liberalismo alemán, y cada ciudadano se confió con extrema ingenuidad. Así la derrota era segura, dado que tenía en la estupidez humana el mejor aliado. 
  • Ha sido siempre un privilegio de la juventud luchar por la libertad. Si la libertad fuese todavía una peculiaridad del liberalismo, entonces la juventud no lo abandonaría, sino que permanecería vinculado a éste. Pero el liberalismo no tiene nada que ver con la libertad. El hombre liberal cree siempre ser su abogado. Pero él. justamente, es abogado en un sentido totalmente equivocado, por el hecho de que lleva consigo el arte del acomodamiento, la capacidad de adaptar la realidad siempre a su propio beneficio. Él, como hombre de letras, hace guiños al libertinaje, y lo demás es asignado al artista, al aventurero o al criminal. Pero la sospechosa cercanía entre ellos y el liberal indica hasta qué punto este liberalismo constituye el elemento de disgregación que invade a los Estados, introduciéndose tanto en la vida de los individuos como de la comunidad. 
  • En el liberal, la juventud alemana identifica al enemigo. 

Capítulo IV

Democrático

La democracia es la participación de un pueblo en su destino

  • Se reconoce la democracia en un pueblo si éste sabe lo que quiere. 
  • La democracia es la participación del pueblo en su propio destino. Y el destino del pueblo, deberíamos decir, pertenece al pueblo. La pregunta es siempre la misma: ¿Cómo es realizable una efectiva participación?
  • El socialista decía: “cada pueblo tiene el parlamentarismo que merece”. ¡Cierto, cierto! Pero nosotros hemos llegado a otra conclusión: pensamos que el tiempo del parlamentarismo ha terminado. Y justo en esta tierra, en la que el parlamentarismo se ha comprometido fuertemente, más que en ningún otro país. Por lo demás, Alemania es un país demasiado noble para el parlamentarismo. 
  • La democracia o es la expresión de la autoestima de un pueblo o no es nada.
  • Una revolución no permanece nunca revolucionaria. Una revolución muestra siempre una tendencia a convertirse en conservadora. 
  • Algunos alemanes, que en la época de las masas habían permanecido individualistas, dirigieron su pensamiento hacia Nietzsche, que ha representado el polo opuesto respecto a Marx en la historia espiritual del siglo. Individualmente en el comienzo de los acontecimientos que hemos vivido, Marx, con su pensamiento, ha favorecido el desarrollo de aquel materialismo en el que han terminado los demócratas de la revolución. De hecho, y ante todo, Marx ha desarrollado un pensamiento materialista y una concepción materialista de la historia. Él había perpetrado un engaño infernal en los enfrentamientos de la humanidad al tratar la materia como idea. Sin embargo, es necesario tener presente que cada movimiento libera siempre un movimiento contrario. Así, cuando el marxismo cae en la red democrática, he aquí que con Nietzsche resurgía un pensamiento aristocrático. ¿Fue Nietzsche el verdadero representante de un movimiento tal de oposición, afirmándose después el la irrupción de las masas por el diagnosticada y despreciada como expresión del “triunfo de la mediocridad”?
  • Nietzsche fue el combatiente que luchó contra todo aquello que es masa, ausencia de articulación y jerarquía. Él, “en la era del sufragio universal, en la cual cada uno puede apelar al juicio frente a cada uno”, se ha sentido el restaurador de un orden jerárquico. Él hablo de las “terribles consecuencias de la igualdad” diciendo: “Toda nuestra sociología no conoce otro instinto que aquel del rebaño, o sea, de la suma de ceros, en la cual cada cero tiene iguales derechos, y donde es virtuoso ser cero”. Pero Nietzsche ha diferenciado la base biológica del pueblo, proletariado y democracia. 

  • El mismo marxismo, cuya doctrina contemplaba la resolución del problema del proletariado, no ha hecho nunca la pregunta ni ha respondido a ella: ¿Cómo ha surgido el proletariado?
  • Marx dirigió sus objetivos al proletariado por sus vínculos naturales. Como hebreo no tenía patria. Dijo al proletariado que era falsa la afirmación por la cual una tierra y un pueblo habrían constituido una unidad. Lo convenció de que su único bien común fuese el interés económico que unía a los proletarios de todos los países y más allá de los limites estatales o lingüísticos. 
  • Marx prestó atención a la plusvalía solamente como totalidad, para poder decir a la clase proletaria que la fábrica le pertenecía: como si las masas hubiesen inventado las máquinas, construido las fábricas y hecho las empresas. 
  • No entendió cómo el problema residía en el excedente de los hombres respecto al espacio. Vio solamente que éstos buscaban un lugar, una ubicación conectada con la posibilidad de trabajo, y que esta posibilidad de trabajo no era más que su “armada de reserva industrial”. Pero, de hecho, él observaba un estadio tardío del sistema de producción capitalista y lo juzgaba en base a la particular situación de Inglaterra. 
  • Todavía busca afirmarse la palabra de Marx en su poder sobre las masas: “La liberación de la clase trabajadora solo puede ser obra de la misma clase trabajadora”. Pero las masas están en un error. Y más poderosa que estas palabras que intentan seducir, es la realidad que ha sido tergiversada. Aquí el proletariado experimenta en sus propias carnes, que no existen clases oprimidas sino en su conciencia, y que existen naciones oprimidas. ¿No deberá entonces rebelarse el proletariado en conexión con la lucha de liberación que afrontará la nación a la cual él pertenece?
  • Marx pone el acento sobre la exigencia de la clase trabajadora de liberarse en sí misma. No creemos que un pueblo solo pueda liberarse, y ponemos el acento sobre la pregunta: ¿Nunca podrá liberarse la clase trabajadora como tal?
  • El marxismo, con la génesis del proletariado, ha errado en la comprensión de su sociología como de su psicología. 
  • Debemos, si queremos tener una respuesta a aquella pregunta, entender exactamente el aspecto psicológico. ¿Quién es el proletariado de una nación? ¿Qué significa ser proletario?

  • Es proletario aquel que quiere ser proletario.
  • No es la maquina, ni la mecanización del trabajo, ni la dependencia salarial en el ámbito del sistema de producción capitalista lo que hacen al hombre proletario, sino la conciencia proletaria. 
  • El mundo ideológico del proletariado es simple. Esta es su fuerza. Pero este mundo, entre otras cosas, es angosto, inadecuado en sus presupuestos, privado de fundamentos, privado del sentido del crecimiento, privado de una visión estructural y de conjunto. Y en esto está su debilidad, su falta de visión y, en un cierto sentido, su falta de perspectiva. El ostracismo que lo caracteriza le es innato. Originariamente, todos nosotros, en cuanto hombres, hombres primordiales, somos proletarios, sentados desnudos sobre la dura tierra. Pero inmediatamente surge una estructura ordenada, a la cual es preciso adaptarse. Quien no alcanza el desarrollo suficiente para adecuarse a tal sistema permanece en lo bajo, no se eleva, antes se precipita. 
  • Una masa se forma a través de generaciones, y también su formación es una elección. El gran peso de la masa permanece. El proletariado existe siempre. El socialismo es un intento de acelerar este crecimiento en nombre del desarrollo. Pero el proletariado continúa existiendo. Detrás del cuarto estado, todavía en formación pero que rápidamente se convertirá en burgués, urge decidir el quinto y el sexto estado, que quizás no representan a una sola clase sino a una nación entera esclavizada, con banderas de las cuales hoy nadie conoce los colores. El proletariado es para siempre. 
  • Aquel que no quiere ser proletario se distingue del proletario por los valores que produce en sí mismo y que le dan una sensibilidad espiritual más profunda y una perspectiva más amplia. 
  • El proletario concibe el mundo como él lo ve. Pero él está en condiciones de ver solo su mundo proletario, no aquel que existe a su alrededor. El proletario piensa de forma astuta pero en términos breves. No tiene tradición alguna de pensamiento. Piensa de forma ingenua, y puesto que afirma hacer solo aquello que considera justo, cree actuar de forma justa. si pensásemos de forma histórica, entonces sabríamos, desde una profunda experiencia de los hombres, que el ascenso de proletariado ha representado una verdadera desilusión. 
  • El no proletario se separa siempre de la masa proletaria: este es un hombre dotado, un hombre responsable de sí mismo, partícipe de los valores espirituales de una gran nación y que tiene la fuerza para ir más allá de las clases. El proletario no está nunca seguro de que sus hijos y las generaciones sucesivas no sean ya proletarios, no saben si lo querrán ser todavía, desde el momento en el cual sean insertos espiritualmente en un común contexto social. En efecto, una revolución puede acelerar este proceso. En una revolución la voluntad política del proletariado tiende a la violencia, no al poder. Y la violencia actúa de forma eficaz, pero es pasajera. Solo el poder es duradero. Y siempre surge de una revolución el hombre que, siendo proletario y no pensando de forma conservadora, se debe comportar de manera conservadora, en la medida que debe obedecer a la voluntad de la vida. 
  • La revolución ha confundido la literatura con la política. Ha pensado en la enfatización de la paz, de la libertad y la igualdad como si fuesen expresiones políticas. De este error iluminista deriva la ausencia de paz, de libertad e igualdad que caracterizan nuestra vida. Es un error de diletantes. El proletario no tenía tradición política alguna. Su escuela era el partido. Pero el partido no tenía genio alguno. El genio siempre viene producido por el tiempo y la eternidad. 
  • La ley del conservadurismo creativo solamente tiene eficacia para el trabajo político, y toma continuamente forma en su gran y eterno contenido. La revolución ha confundido la literatura con la política. Ha penado en la enfatización de la paz, de la libertad y la igualdad como si fuesen expresiones políticas. De este error ilusionista deriva la ausencia de paz, de libertad e igualdad que caracterizan nuestra vida. Es un error de diletantes. El proletariado no tenía tradición política alguna. Su escuela era el partido. Pero el partido no tenía genio alguno. El genio siempre viene producido por el tiempo y la eternidad. 
  • El conservador no limita su pensamiento a la economía, sino que expande su vida hacia poderosas emociones, a ideas y proyectos, que definen una vida en sentido histórico. Piensa por encima del tiempo, en los acontecimientos eternos de la naturaleza humana, que insertan la vida cotidiana en un largo curso histórico. Pon en relación las enseñanzas legadas por todos los tiempos y todas las partes del mundo con las necesidades vitales de su pueblo, que para él representa el centro natural de la humanidad. Reencuentra en la nación al propio yo como comunidad. Tiene en su esencia todo cuanto pertenece al hombre, su realidad terrena, su voluntad vital y sus finalidades. Habrá liberación para el proletariado cuando eleve su pensamiento por encima de la economía, y cuando busque construir este mundo proletario en el interior de un mundo histórico. Todo dolor humano expresa nobleza. Solo el dolor proletario no ennoblece. La impotencia no puede ser nobleza. Y es impotente aquel que piensa solo en términos económicos y no comprende la realidad espiritual. 

  • Quien abandona el pensamiento proletario deja de ser proletario.

  • Siempre es posible que a una primera revolución siga una segunda: en la socialdemócrata, en la comunista, en la parlamentaria, en la terrorista, en la estatal-política, en la mundial-revolucionaria. Pero la segunda revolución provocará un surgimiento todavía más rápido de un contra movimiento conservador, que representará, como unión de los pueblos de Europa, la única posibilidad de vida tanto para los individuo como para los pueblos.
  • El conservador es aquel que no reniega de nada, mientras todo es negado, que sabe mantenerse todavía íntegro mientras todos vacilan. 
  • Es reaccionario buscar una vía de escape político allí donde ha habido un fin histórico.
  • Es conservador ver continuamente un comienzo.

  • El comunismo alemán ha admirado siempre, y solamente, al ejemplo ruso, pero nunca ha ofrecido un ejemplo alemán.
  • ¡El comunismo ha hecho de la revolución mundial solo una política de partido y en esto ha naufragado!
  • Es cruel quitar a los hombres toda esperanza. Pero aquí debe ser cortada una esperanza que conduce a la locura y la ruina. No existe ningún Reich milenario. Existe solo, y siempre, el Reich de la realidad de una nación hecha en su propia tierra. 
  • Hoy, los trabajadores ven las cosas desde un solo punto de vista. No ven que todo cuanto acontece concierne a todo el pueblo. Se sienten como una nueva clase social. Entran por primera vez en nuestra historia y piensan que pueden no tener en cuenta esta historia, ellos que hasta ahora no habían tenido ninguna participación en la misma. Han creído ser llamados por la propia fuerza a dar inicio a la historia actual, y que habrá un futuro totalmente desvinculado del pasado. Pero ya han experimentado en este presente que no se podía alcanzar un objetivo prefijado sin la posesión de aquellos valores que han constituido la constante de aquellos compatriotas que han edificado nuestra historia. Tampoco la clase obrera alemana cae fuera de la historia alemana, sino que adquiere significado solamente cuando participa con conciencia. Y esta conciencia la podrá recibir solo cuando retome la posesión de los valores propios compartiéndolos con sus conciudadanos, así como comparte la lengua y la historia. ¡Siempre hemos perdido en esta historia cuando nos hemos dividido!

  • El comunismo sabe ahora que la paz eterna sobre la tierra debe ser conquistada mediante la lucha. Sabe que renunciar a las masas significa renunciar a la victoria. 
  • La catástrofe que vivimos tiene su motivo más allá de Marx y de Nietzsche. La catástrofe va más allá del individualismo, herencia final y agotada, fenómeno de la época liberal provisto de fuerza aparente, expresión de una fase de renuncia y de transición. El futuro no pertenece a las problemáticas más allá de las personas de carácter.


Capítulo VI

Reaccionario

La política se deja conducir de forma retroactiva



  • El conservador vive en la conciencia de la eternidad, por encima de toda temporalidad. Pero al mismo tiempo ve el presente abierto hacia el futuro. 
  • Reaccionario es quien confunde política  e historia y querría que la historia fuese hacia atrás.

  • Existen católicos que creen en los valores de su patria de forma pura e incondicionada, así como los nacionalistas. Igualmente existen socialistas que no tienen ninguna confianza ante ninguna Internacional, y que antes se han convertido en patriotas. Y añadimos que la dictadura comunista es muy cercana, por diversos aspectos, a las dictaduras militares. 
  • Es reaccionario aquel que considera que la vida que hemos llevado desde 1914 es hoy bella y grandiosa. Por el contrario, es el conservador quien no se somete a ilusiones y autoengaños, y por amor a la verdad reconoce que eran tiempos terribles. 
  • La nación, con el estallido de la guerra, fue llamada a una participación en el Reich, entonces inesperada precipitada. Los cuatro años que se sucedieron demostraron que somos un pueblo de la emergencia. Pero la derrota reveló que no estábamos preparados para la emergencia. La guerra demostró nuevamente que el pueblo poseía una naturaleza buena, fuerte y pura. La fidelidad y la decisión con la cual el pueblo entró en la guerra, el valor, la resistencia, la capacidad de soportar manifestaciones durante su curso, mostraron al mundo que nos acusaron de aquello por lo que vale este pueblo acusado. Pero la derrota demostró a la nación que estábamos totalmente privados de ideales políticos. Solo con la experiencia de la guerra y la derrota nos obligó a considerara aquello que, desde hace tiempo, estaba perdido, y la nación recibe ahora este contenido político; pero lo recibe tarde, como prueba terrible, y nadie saber si no será demasiado tarde. 
  • Las revoluciones son solamente infrahistorias. Marx las ha llamado motores de la historia. Pero si insertamos las revoluciones en la historia y queremos permanecer en una perspectiva materialista, debemos entonces definir las revoluciones en sus encuentros con la historia: grandes catástrofes que provocan víctimas, y que pueden tener consecuencias imprevisibles al presentarse con la accidentalidad de una catástrofe casual.