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J.G. Ballard, Para una autopsia de la vida cotidiana. Conversaciones

J.G. BALLARD, Para una autopsia de la vida cotidiana. Conversaciones.

Cabaret Voltaire.



Aquí el punk tenía - no sé si la comparación es adecuada - ese encanto que tienen las corridas de toros en España. Durante ciento cincuenta o doscientos años, sin duda en ese siglo, en España, las corridas de toros eran el único modo que tenía un chico de la clase obrera de pasárselo en grande con nada más que un poco de coraje. Pienso que la música punk o pop tiene algo de ese encanto. Si uno es un chico de clase obrera y no tiene nada -ni trabajo, ni capacitación, ninguna experiencia profesional o formación específica- lo mejor que puede hacer es comprar o robar una guitarra y armar una banda; es su única oportunidad, quizás, de hacerse rico.  O quizás puede utilizar la música pop para expresar su descontento, sus ambiciones o sus sueños. Entonces, aparecen estas cosas como la música oi. Las revistas de música, para las cuales solía escribir John Savage, prácticamente inventaron el oi, que es la música del Frente Nacional de los skinheads, tan políticamente explícita como Mein Kampf. El punk original fue muy político; un fuerte resentimiento político se expresaba en él. No sé cómo se hace en los Estados Unidos si uno es joven y tiene ganas de expresar su descontento. 

Si un escritor de ciencia ficción tuviera que hacer una predicción sobre el futuro, podría resumir mi temor en una sola palabra: aburrimiento. 

El futuro será un enorme y resignado suburbio del alma, nada nuevo va a surgir, ninguna evasión tendrá lugar otra vez.

Lo que espero de la revolución informática y de la televisión es que nos conduzcan a un canal de información científica, que solo tengamos que pulsar un botón para… Quisiera un rendimiento mucho más alto de la información que el que puedo adquirir por mi propia cuenta. ¡Quisiera estar informado acerca de cada cosa! En otras palabras, necesito conocer la lista exacta de pasajeros del DC-10 que se estrelló en las afueras de Málaga hace dos semanas. Necesito enterarme de las nuevas pinturas que está utilizando la General Motors para su gama Pontiac. Necesito conocer cada detalle, tener información precisa sobre todas las cosas. Quiero saber lo que desayuna Charles Mason, absolutamente todo. No es fácil tener acceso a toda esta información, este es el problema. (Nota, entrevista realizada en el año 1982, muy lejos aún de la aparición de Internet. Ballard se adelantó muchos años a la aparición de la Red.)

El futuro será como un suburbio en Düsseldorf, es decir: como en uno de esos barrios ultramodernos que tienen un BMW y un barco en cada unidad, el ideal de la clase media dirigente, con su mansión y su jardín. Suites inmaculadas -ni una colilla de cigarrillo en ninguna parte- con una moderna escuela inmaculada y un inmaculado centro comercial; un paraíso del consumo, sin una hoja fuera de su sitio -incluso una hoja suelta a la deriva podría parecer que tiene demasiada libertad. Resulta algo muy extraño y escalofriante: en apariencia, todo el mundo aspira a vivir del mismo modo en todas partes: en un suburbio de Nairobi, de Kyoto o de Bangkok. 

En un mundo perfectamente razonable, la única libertad posible es la locura.

Lo que me temo es que aquí, en Londres, dentro de diez o quince años o quince años, todo el mundo estará funcionando prácticamente como en la televisión. Todo el mundo tendrá un estilo de vida que ellos (los controladores de televisión) terminarán imponiendo a todo, incluso a los que viven en las afueras de Londres. La gente se inspira mucho en la televisión: su estilo de vida, la moda, la diversión, el tipo de amigos que uno tiene, el modo en que los elige, etc., han sido creados, en buena medida, por la televisión. Al menos, la gente que trabaja en la televisión sigue inspirándose bastante en una especie de mundo anárquico y antiguo, cualquiera sea: el adiestramiento de palomas, la cacería de osos o zorros. Pero todo eso terminará, y tendremos una nueva clase de ejecutivos jóvenes “de diseño” cuya idea de una experiencia intelectual interesante será jugar a los videojuegos desde los quince años.

Eso es algo que ya ha comenzado: se escriben libros nostálgicos sobre los videojuegos. Uno de ellos se publicó la semana pasada, su autor es el hijo de Kingsley Amis, Martin Amis; el libro trata enteramente sobre la adicción a los primeros videojuegos. Es una especie de kitsch más allá de la nostalgia kitsch, una nostalgia de hace cinco minutos, ¡por el amor de Dios! No sé cuánto hace que los videojuegos irrumpieron en los Estados Unidos, pero no ha pasado tanto tiempo. Estos primeros videojuegos como Space Invaders empiezan a ser discutidos lo mismo que si un montón de cinéticos discutieran sobre Casablanca. Pero al menos Casablanca significaba algo.

No sé si vieron ese vídeo temprano de David Bowie, Ashes to Ashes. Es como un fragmento de una película surrealista. Bowie aparece como un pierrot, un payaso, una de esas figuras de circo con collar de gorguera. Y hay una excavadora; suena terrible pero es asombroso. Debido a que únicamente por medio de la electrónica se puede teñir la pantalla con una luz rosa o azul, y luego recubrirla con alguna otra cosa, pudiendo elegir transformar todo en una especie de paisaje planetario, de pronto, todos esos árboles reales parecen árboles artificiales. Con solo presionar un botón, uno puede hacer cosas extraordinarias.

Está surgiendo una especie totalmente nueva de lenguaje, que no depende de la línea argumental en el viejo sentido, sino de una escala ascendente de sensaciones, casi como ocurre en la música, una abstracción total. Estoy seguro que es el porvenir. Todo el mundo será capaz de hacerlo, todo el mundo vivirá adentro de un estudio de televisión. Eso es a lo que aspira el ámbito doméstico en estos días: la casa va a transformarse en un estudio de televisión. Todos vamos a ser protagonistas de nuestras propias series, y serán series muy extrañas, como el interior de nuestras cabezas. Eso es lo que va a ocurrir, estoy completamente seguro y va a revolucionar todo.

Fui a un internado y me prometí, al terminar, que si tenía hijos jamás los mandaría a un internado, y nunca lo hice. Es una institución sombría, realmente, con una suerte de homosexualidad institucionalizada y obligada para los adolescentes, que exige mantener en el armario a la heterosexualidad durante veinte años.

La gente se queda en casa y mira la televisión… Y si tiene una televisión “de primera clase” como en Inglaterra, no le hará falta ir al cine ni leer un libro nunca más. Es la muerte de la cultura. ¡Quiero que en este país la televisión sea peor!

Con los recursos del vídeo, te puedes construir una biblioteca de imágenes bastante amplia, grabándolas desde tu propio televisor:: noticiarios, material documental de todo tipo, particularmente documentales de medicina con alta precisión en el trabajo de las cámaras, que e muestran cirugías a corazón abierto, cirugías del cerebro, o lo que sea. Puedes archivar todas esas imágenes y luego utilizarlas con distintos efectos, en un collage o en un montaje. No obstante, me pregunto si -como ocurre con la pornografía- uno no termina por cansarse de toda esa sobrecarga de imágenes, y a la larga tiene que regresar a algo más sencillo como una serie televisiva…

Uno debe volverse un hombre obsesivo, alguien que coleccione -por dar un ejemplo- material de archivo sobre zapatos de mujeres.

Uno podría terminar en una suerte de reino totalmente desapegado, donde ya no sería posible discernir nada. Uno debe cuidarse mucho de aplastar la propia sensibilidad, que es lo que ocurre con la gente que trabaja en los laboratorios experimentando con animales.

Ha habido algunas manifestaciones en contra de la vivisección, que se continúan hasta el presente, con partidarios de la liberación animal irrumpido en los laboratorios para rescatar a los animales, muchos de ellos encadenados a los electrodos y al suero… La otra noche, una chica en la televisión comentaba su experiencia en el trabajo con animales; decía que lo que más le horrorizaba era el hecho de que ella advertía que se estaba volviendo dura o indiferente hacia los sentimientos de los animales, y de que eso era algo inevitable. Si uno manual un mono sobre una mesa de operaciones para hacerle algún tipo de intervención, después de un rato ¡terminas por darle un maldito porrazo! Eso es lo que pasa, después de un rato ya no percibes nada, la situación te embrutece, te anestesia y te impide cualquier tipo de respuesta.


Si vas al sur de Francia, a Grecia o España, verás un pelotón de mujeres maduras haciendo topless delante de sus hijos adolescentes, que andan también desnudos de la cintura para abajo. Pero me resulta inimaginable que mi madre alguna vez hubiera hecho topless delante de mí, en una playa o donde fuera. Absolutamente inimaginable. Así que es un gran paso adelante el que hemos dado.

A nuestro alrededor, prácticamente en cada aspecto de nuestra vida, se están tomando decisiones por nosotros, para garantizar que pasemos indemnes por este mundo; lo cual deja la imaginación totalmente libre para las consideraciones morales. 

Creo que la gente terminará aburriéndose de alquilar películas (el mercado se está agotando), y entenderá que debe hacer sus propios vídeos. La transformación de la casa en un pequeño estudio de televisión es algo que ya ha empezado a ocurrir. La gente ha comenzado a pensar su hábitat de una manera muy distinta a como se pensaba hace treinta o cuarenta años. 

Ahora la gene decora su casa teniendo en cuenta aspectos psicológicos que eran impensables hace treinta o cuarenta años. Cuando todo esto termine por combinarse con los sistemas de televisión casera, las cámaras, las facilidades de edición y todo lo demás, creo que la gente empezará a comprender que el objeto último y el mejor tema es el ser humano, y comenzará toda una nueva era de exploraciones: incluso las actividades más rutinarias, como afeitarse o hacer unos huevos revueltos, podrán verse por televisión. 

Creo que la exploración del espacio y el tiempo domésticos (como se perciben en la pintura surrealista) va a cambiar. estoy seguro de que esa es la dirección en que todo se mueve, y de que estamos retrocediendo. En los cuatro siglos transcurridos desde el Renacimiento, la Revolución Industrial ha colonizado el mundo externo, llenándolo de máquinas y toda clase de artilugios tecnológicos. Pienso que la humanidad ahora empezará a dibujar de nuevo en su propio cráneo. Habra un giro hacia adentro, y creo que el televisor estará en el núcleo del cambio. Utilizando la electrónica moderna, las cámaras caseras y todo lo demás, uno podrá refugiarse en la propia imaginación. Doy la bienvenida a todo eso. 

Tengo que admitir que en uno o dos casos llegué a arrancar las láminas de los libros que pedía prestados en la biblioteca. 

No diría que el impulso surrealista ha concluido, diría que se ha transformado. Uno tiene que partir de la hipótesis de que no existe una división clara entre la realidad y la súper-realidad, o como quieras llamarla. Hoy sería muy difícil filmar películas que hicieron Buñuel y Dalí a comienzos de los años veinte, ya que la perspectiva de un montón de personas arrastrando un burro muerto por una sala decorada sería interpretada como un truco publicitario de algún comercial de cerveza. La potencia del shock se ha agotado. El mundo exterior es tan extraño, está tan lleno de fantasía, que el enfoque surrealista ya no tiene tanto sentido.

A medida que uno envejece, empieza a acumular lo suficiente de las grandes experiencias de su vida como para construir una mitología personal. 

En la Guerra del golfo sentimos que nos están engañando porque no vemos una serie interminable de combates; necesitamos cámaras por todas partes, necesitamos verlo todo.

Esta guerra podría continuar durante meses. Estoy seguro de que la venta de los periódicos se ha incrementado considerablemente, y la CNN estará recibiendo un aluvión de anuncios publicitarios. 

Quizá Lady Di podría llegar a ser una figura mítica, ya que ha sido completamente fabricada.

La mayoría de nosotros no recibimos información de buena calidad. Por el contrario, tenemos información de segunda mano sobre todas las cosas. No nos llegan los hechos puros ni las noticias puras, las cosas que realmente alimentan la imaginación; nos llegan crónicas aguadas e insustanciales. La información ha sido homogeneizada y trivialidad para que todo fluya sin mayores obstáculos. Ya no existe ese material rugoso y difícil de conseguir, que pasé tanto tiempo buscando para escribir algunos de mis libros. No diré que hago investigaciones formales y exhaustivas, porque de hecho no lo hago, per suelo sumergirme durante un año o dos en la información más consistente que puedo encontrar sobre el tema que voy a tratar. En general, cuando la gente lee periodismo o crónicas, prefiere los detalles insustanciales, ya se trate de la batalla de Waterloo o de cómo se hizo Psicosis, de Hitchcock. La gente quiere estar cerca de la verdad.

Solo hay que mirar a Madonna para darse cuenta de que es algo totalmente fabricado. Al menos esa es mi  impresión -y probablemente estoy poniendo en evidencia mi edad. No obstante, es difícil imaginar a la Madonna “real”, si tal cosa existe. Ahí es donde el papel de los sueños y la imaginación han cambiado. Ese es el motivo por el cual el surrealismo clásico ya no funciona, y el motivo por el cual el escritor tiene que aproximarse a las coas de un modo oblicuo, escrutar detrás de la pantalla, encontrar una puerta en el set de filmación y escabullirse por detrás. 

Uno ve la super-realidad que se cobija en el interior, la cual normalmente no vemos. En pos de ordenar nuestras vidas, de movernos en los espacios que habitamos, de hacer cosas simples como calentar un poco de agua y preparar un té, hablar con nuestros hijos, etc., tenemos que adoptar ciertas convenciones, reducir la extrañeza y familiarizarnos con el entorno; en caso contrario, todo nos resultaría como un paseo en el tren fantasma de un parque de atracciones, y cada vez que alguien abriese una puerta, sería como ver aparecer el tiburón de Spielberg emergiendo de las aguas y aterrorizando a los turistas. La vida sería así.

La manipulación de los sueños es algo muy difícil. Hay gente que dice ser capaz de controlar sus sueños. Nunca pude hacerlo. Reflexiono mucho sobre mis sueños y puedo recordar unos cuantos. A veces creo que si me lo propusiera podría recordar todos los sueños que tuve. Seguramente, no podría hacerlo, pero sí puedo recordar de manera muy vívida sueños que tuve a los treinta años. Si algo de pronto me trae alguna reminiscencia, enseguida pienso: “Dios, me acuerdo de esto, lo soñé hace varios años y puedo recrearlo perfectamente”. Luego, lo olvido hasta que algo me lo vuelve a recordar. 

No, nunca releo mis libros. Es como escuchar tu voz grabada en una cinta de hace cuarenta años, o como ver una foto de cuando tenías dieciocho años. 

El movimiento feminista ha enarbolado buena parte de sus banderas en contra de la pornografía, debido a que es una actividad en la cual se deshumaniza a las mujeres. Pero no estoy tan seguro de que eso sea verdad. Bueno, lo es en el caso de una determinada pornografía que entra en la esfera de lo criminal. Pienso que existe un componente hiper-realista en la mirada pornográfica, que inevitablemente prescinde de cualquier sentimiento humano; pero eso forma parte de la imaginación sexual, que es fuertemente obsesiva. Después de todo, un amante es capaz de fijar su mirada en la oreja de su amada o de su amado, y descubrir en ella todo tipo de magia y de misterio, totalmente separados de cualquier signo de afecto, o lo que sea. Así que no me preocupan los aparentes efectos deshumanizados del imaginario pornográfico. 

Creo que la transformación de la vivienda doméstica en un estudio casero de televisión -donde uno es, al mismo tiempo, escritor, actor y director de su propia serie infinita- es algo que intensificará mucho durante los próximos veinte o treinta años, si no antes.