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Los protocolos de los sabios de Sión



Importante antes de su lectura:

"No existe ni una sola prueba de la existencia de una "conspiración judeo-masónica". 

Fue Rachkovsky quien solicitó a Golovinski que elaborara un documento falso destinado al Zar. Su idea era que Nilus, que en aquel momento parecía que iba a ser el nuevo confesor del Zar le transmitiera el manuscrito antisemita. Según Mikhail Lépekhine, Golovnisky dedicó desde finales de 1900 a los primeros meses de 1901 en redactar Los Protocolos aprovechando el texto de Maurice Joly. Sin embargo la operación fracasó cuando Nilus quedó desbancado y no fue confesor del Zar. Si el texto fue publicado en su versión resumida en 1901, Nilus conservó al versión completa que publicó en 1905 en su curioso libro Lo grande en lo pequeño

(Escritos sobre antisemitismo - Ernesto Milà)

Los protocolos de los sabios de Sion. 


Dictaremos al mundo aquello en lo que debe tener fe, a lo que debe honrar y aquello que debe maldecir. Quizá, algunas individualidades se levantarán contra nosotros y nos lanzarán injurias y anatemas, pero las masas dóciles e ignorantes nos escucharán y tomarán nuestro partido. 


Nuestra fuerza está en que aparentemos gran celo e interés todo por las que se refieren a la suerte del obrero; pero en realidad, nuestros esfuerzos deben tender a apoderarnos del movimiento de la opinión pública y a dirigirla. 


Bajo el pretexto de que queremos ayudar a las clases trabajadoras, haremos todo lo posible para que el peso de todos los impuestos recaigan sobre los grandes propietarios; después, cuando estos bienes estén en nuestras manos, el trabajo del proletariado será para nosotros una fuente de inmensos beneficios. 

Seremos, así, los proveedores de trigo, y si por causa del hambre, ocurren alborotos y descontentos, tendremos siempre bastante tiempo para hacer recaer toda la responsabilidad sobre el gobierno. 


En las primeras épocas de la sociedad, estaban sometidos a la fuerza bruta y ciega, después se sometieron a la ley que en realidad no es otra cosa que la misma fuerza disfrazada. 


La idea de la libertad es irrealizable, porque ninguna persona sabe hacer uso de ella con discreción. 


La política no tiene nada de común con la moral. Un jefe de Estado que pretenda gobernar con arreglo a las leyes morales, no es un hábil político, por consiguiente no está bien seguro en su trono. Todo el que quiera gobernar debe recurrir al engaño y a la hipocresía. 


Nuestra fuerza, dada la situación quebradiza de todos los poderes civiles, será mucho más grande que ninguna otra porque, siendo invisible no podrá ser atacada hasta el día en que sea tal, que ningún acto de astucia pueda destruirla. 


Para elaborar un plan de acción que sea estable, es preciso tener en cuanta la cobardía, la debilidad y la inconstancia y la falta de equilibrio de las masas, incapaces de comprender y respetar las condiciones de su propia existencia y de su bienestar. Hace falta darse cuenta de que la fuerza de las masas es ciega, desprovista de razón en su discernimiento y que, oscila sin voluntad, de un lado para otro. Si un ciego conduce  a otro ciego, forzosamente caerán en el precipicio; en consecuencia, los advenedizos salidos de las filas del pueblo, aunque sean unos genios, no pueden colocarse a la cabeza de las masas sin arruinar la nación. 


Un plan dividido entre tantos partidos como cerebros hay en las masas, pierde su valor y se hace imposible el entenderlo cuanto más el ejecutarlo. 


El populacho es bárbaro, y lo demuestran en todas las ocasiones. En cuanto el pueblo cree que ha conquistado la libertad, se da prisa para convertirla en anarquía, que es la representación más perfecta de la barbarie. 


Ved esos brutos alcoholizados, embrutecidos por la bebida, que la libertad tolera sin límites. En los países cristianos, el pueblo está embrutecido por el alcohol. 


Fuimos nosotros los primeros en gritar al pueblo: “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, estas palabras, con tanta frecuencia repetidas desde entonces, por inconscientes cacatúas que llegaban en masa de todas las partes del mundo, alrededor de esa bandera. Los gentiles que se creen sabios e inteligentes, no han reflexionado sobre lo abstracto de esas tres palabras, que pronuncian y no piensan lo poco que concuerdan las unas con las otras y que hasta se contradicen. No vieron que no hay nada igual en la naturaleza, que ella misma creo tipos diferentes y de desigual inteligencia, caracteres y capacidades. 


Por el solo hecho de que los representantes de la nación puedan ser destruidos, se colocan indirectamente bajo nuestro poder, puesto que nos facilita su elección. 


No creáis que nuestros asertos son palabras sin fundamento alguno. Considerad los triunfos de Darwin, Marx y Nietzsche, preparados por nosotros. El efecto desmoralizador de sus doctrinas en la imaginación de los gentiles, ciertamente no nos ha pasado desapercibido. 


La Prensa, entre las manos de los Gobiernos existentes, es una gran potencia por medio de la cual dominan el espíritu público. 


Los pueblos estarán esclavizados y todo lo ganarán con el sudor de su frente, la miseria en ellos será mucho más formidable que en los tiempos de sus antiguos señores; de éstos podían librarse de una manera o de otra, pero nadie les librará de la tiranía de la indigencia absoluta. En todas las constituciones hemos tenido cuidado de que incluyan en ellas derechos que para las masas son completamente ficticios. Lo mismo sucede con los tan proclamados “Derechos del pueblo” que no pueden existir más que bajo la forma de ideas inaplicables en la práctica. 


¿Para qué sirve una constitución al proletario, si de ella no puede recoger más que las migajas que nosotros les echemos a cambio de sus votos para que podamos elegir nuestros agentes?


Bajo nuestros auspicios, el pueblo destruye la aristocracia que es su protector natural y que, aun por interés propio atendió siempre las necesidades del pueblo y lo defendió puesto que su interés es inseparable del bienestar del pueblo. 


Nuestra misión, es hacer creer que somos los libertadores del trabajador que venimos a sacarles de la opresión, haciéndoles ver las ventajas de entrar en las filas de nuestros ejércitos socialistas, anarquistas y comunistas. 


Organizaremos una crisis económica universal por todos los medios que nos sean posibles con ayuda del oro que, casi en su totalidad, está en nuestro poder. Simultáneamente echaremos a la calle en toda Europa, masas enormes de obreros. 


A nosotros no nos harán daño, porque el momento del ataque lo conocemos y tomaremos las medidas para proteger nuestros intereses. 

Cuando se aperciba el populacho que, en nombre de la libertad, se le ha concedido toda especie de derechos, entonces se imaginarán que son los amos y tratarán de aprovecharse del poder

Acordaos de la revolución francesa que nosotros llamamos “la grande”; los secretos de su preparación, siendo obra nuestra, nos son perfectamente reconocidos. 

¿Por qué las masas son tan ilógicas en la concepción de todos los acontecimientos? Porque los déspotas convencen al pueblo por medio de sus agentes de que, aunque se haga un mal uso del poder y por ello cause un mal al Estado, siempre resultará que se hace con un fin elevado, es decir, por conseguir el bienestar y la prosperidad del pueblo, por causa de la fraternidad, la unión y la igualdad internacional.


La palabra “libertad” pone a la sociedad en pugna con todos los poderes, empezando por los de la naturaleza y terminando por el mismo Dios. Por esto, cuando nosotros lleguemos al poder, tendremos que borrar el diccionario humano la palabra libertad, por se el símbolo del poder brutal que transforma a los hombres en animales sanguinarios. Pero acordémonos que esos animales se adormecen cuando están bien hartos de sangre, y que entonces es facilísimo encadenarlos y apoderarse de ellos. Si no se les proporciona sangre no se adormecen y riñen entre sí. 


La lucha por la superioridad y las continuas especulaciones en el mundo de los negocios, crearán una sociedad desmoralizada egoísta y sin corazón. Esta sociedad terminara por hacerse completamente indiferente a la religión y a la alta política, a la que llegará a aborrecer; su único guía será la pasión del oro, y hará todos los esfuerzos imaginables hasta conseguirlo, por ser el único que podrá proporcionarle los placeres materiales, de los que ha hecho un verdadero culto. 

Si se encontrara un genio en el campo enemigo, podría quizás combatirnos, pero este nuevo genio no podría medir sus fuerzas con los viejos luchadores nuestros, y el combate sería tan desesperado entre nosotros, y de tal naturaleza, que el mundo nunca presenciaría otro semejante. 


En todos los tiempos, las naciones, como los individuos, han tomado las palabras por hechos consumados. Satisfechos de lo que oyen, pocas veces se fijan si las promesas fueron o no cumplidas; por lo cual, aunque no se sea más que por ostentación, organizaremos instituciones en las que sus miembros, por medio de discursos elocuentes, probarán y glorificarán lo que con ellas hemos contribuido al progreso. 


Para asegurarse la opinión pública, es necesario primeramente embarullarla por completo, haciéndole oír por diferentes conductos, ideas y opiniones contradictorias, en párrafos muy largos para que se pierdan en un laberinto. 


El segundo secreto, necesario para el triunfo de nuestro gobierno, consiste en multiplicar a tal punto los desaciertos, las costumbres, las pasiones y las leyes convencionales del país que nadie sea capaz de pensar con claridad en este caos; los hombres terminarán por no entenderse los unos con los otros. 


No hay nada más peligroso que la iniciativa personal, porque si ésta fuera producto de un gran cerebro, podría hacernos mucho más daño que todos los millones de individuos que hemos lanzado los unos contra los otros. 


Aumentaremos los salarios, lo que no proporcionará ventaja alguna a los obreros, puesto que, al mismo tiempo, elevaremos los precios de todos aquellos productos que sean de primera necesidad, con el pretexto de las malas cosechas.


Tenemos que estar preparados por si algunos se opusieran a nuestros proyectos, a llegar si fuera necesario, hasta la declaración de guerra al país vecino que pretendiera atravesarse en nuestro camino; pero si estos vecinos a su vez, se decidiera a unirse en contra nuestra, será preciso responderles desencadenando una guerra mundial. 


Rodearemos a nuestro Gobierno de todo un ejército de economistas. Este es el motivo por el cual las ciencias económicas son las principales asignaturas que enseñamos. Tendremos a nuestro alrededor millares de banqueros, negociantes y, lo que es más importante, millonarios, porque en realidad el dinero decidirá todo.


En la forma liberal que ostentamos como divisa masónica, “Libertad, Igualdad y Fraternidad, cambiaremos cuando estemos en el poder, no las palabras, sino simplemente la idea que representan, y entonces diremos: “El derecho a la Libertad, el deber de la Igualdad y el ideal de la Fraternidad”, y de este modo tendremos encadenada a la fiera. En realidad, hemos ya destruido casi todos los poderes del mundo excepto el nuestro, aunque en teoría todavía nos queden algunos por destruir. 


No encontraremos ninguna oposición que pueda entorpecer nuestro camino. Es tan fuerte y tan extraordinaria la situación d nuestro gobierno delante de la ley que para definirlo nos es necesario emplear una palabra cuya expresión enérgica lo indica todo: “Dictadura”.


Tenemos a nuestro servicio personas de distintas opiniones y de diferentes partidos, hombres que desean restablecer monarquías, socialistas, comunistas y partidarios de toda clase de utopías. 


Antes funcionaban bajo un régimen severo, pero justo; nosotros lo hemos sustituido por un régimen liberal, arbitrario y desordenado. 

Hemos embrutecido y corrompido la generación actual, enseñándoles principios y teorías que sabemos de antemano son enteramente falsos. 

En poco tiempo, todas las grandes ciudades estarán atravesadas, además de su red de alcantarillado, por grandes líneas férreas metropolitanas. Aprovechando estos lugares subterráneos, podremos hacer volar las ciudades con sus instituciones y toda su documentación. 

El sufragio universal, del cual hemos hecho instrumento para nuestra venida, y al que hemos acostumbrado hasta a los más ínfimos miembros que forman parte de la humanidad, organizando reuniones y convenciones de antemano preparadas, representará por última vez su papel, expresando el deseo unánime de todos, de conocernos de más cerca para poder juzgarnos. 

Se habla de la libertad de la prensa, del derecho de asociación, de la libertad de conciencia, del principio electivo y de muchas otras cosas que habrán de desaparecer del repertorio humano, o ser radicalmente cambiado desde que se proclame la nueva Constitución. 


La palabra “libertad”, que puede interpretarse de diferentes maneras, la definiremos así: Libertad es el derecho de hacer aquello que permite la ley. Esta interpretación de la libertad en nuestro tiempo, hará que toda libertad esté en nuestras manos, porque las leyes destruirán o crearán lo que nos sea conveniente, según el programa expuesto más arriba. 

Os ruego observéis que, entre los que nos ataquen, habrá órganos creados por nosotros, pero éstos atacarán solamente los puntos que nosotros necesitemos cambiar. 


Si hay personas que tengan deseos de escribir en contra de nosotros, no encontrarán quien quiera imprimir sus obras. Antes de aceptar una obra para imprimir, el editor o el impresor tendrá que obtener el permiso para hacerlo. De este modo conoceremos de antemano los lazos que nos tiendan y los destruiremos, dando antes explicaciones sobre el asunto de que traten. 

Si damos autorización para publicar diez periódicos, fundaremos treinta, y así en adelante, y el público no se dará cuenta de ello. 

Por lo menos un periódico será el antípoda de nuestras ideas. Nuestros adversarios tomarán a este falso enemigo por un aliado, y nos señalarán su juego. 

Los imbéciles, que creerán seguir la opinión del periódico de su partido seguirán solo nuestra opinión o la que nos plazca. Se imaginarán que siguen el órganos de su partido, y no seguirán, en realidad, más que la bandera que enarbolemos para ellos. 

Ningún periodista se atreverá a traicionar, pues no será admitido en el oficio quien no tenga en su pasado alguna falta vergonzosa. Estas faltas serían inmediatamente reveladas, pero en tanto que estas faltas sean solamente el secreto de algunos, la aureola de periodista atrae a la opinión en mayoría del país, y le sigue con entusiasmo. 

Los casos criminales no serán conocidos más que de sus víctimas y de sus testigos accidentales. 

La necesidad del pan cotidiano hace callar a los cristianos y les convierte en nuestros humildes siervos. 

Los asuntos de la política no son accesibles a nadie, excepto a aquellos que la han creado hace ya bastantes siglos, y que la dirigen. 

Para distraer a los hombres demasiado preocupados por los asuntos políticos, pondremos en evidencia los asuntos que se consideran nuevos o sea, los asuntos industriales y de comercio para que desahoguen su furia sobre ellos. Las masas se conformarán con quedar inactivas, o descansar de su pretendida actividad política, a la cual las habíamos acostumbrado nosotros mismos para luchar, por medio de ellas, contra los Gobiernos cristianos, dándoles nuevas ocupaciones e indicándoles la misma dirección política; y con el fin de que no lleguen a hacer nada por reflexión, distraeremos su pensamiento con juegos, diversiones, casas públicas, etc. 

También presentaremos en la prensa concursos de arte, de deportes de todas clases, y estos entretenimientos apartarán los ánimos de aquellos asuntos que pudieran ponernos en conflicto con el pueblo. Los hombres, desacostumbrados más y más a pensar por ellos mismos, acabarán por hablar al unísono de nuestras ideas porque seremos los únicos que propondremos nuevas direcciones al pensamiento, por medio de personas que, naturalmente, no se sospechará que sean solidarias nuestras. 

El papel de los utopistas liberales habrá terminado, cuando nuestro régimen sea reconocido. Hasta entonces, nos prestarán un buen servicio. 

Haremos perder la cabeza a los imbéciles cristianos con un éxito completo por medio de la palabra progreso. 

El progreso, como toda idea falsa, sirve para oscurecer la verdad a fin de que nadie la conozca, excepto nosotros, los elegidos por Dios para ser sus guardianes. 

¿Quién podrá entonces adivinar que todos estos problemas habían sido inventados por nosotros siguiendo un plan político que nadie ha descubierto durante largos siglos?

Nuestros filósofos discutirán todos los defectos de las creencias cristianas, pero nadie discutirá jamás nuestra religión en su verdadero punto de vista, porque nadie la conocerá a fondo más que nosotros mismos, que jamás haremos traición a sus secretos. 

En los países que se llaman adelantados hemos creado una literatura loca, sucia, abominable. La estimularemos todavía más, después de nuestra llegada al poder, con el fin de subrayar el contraste de nuestros discursos y de nuestros programas. 

Cuando empecemos a reinar con ayuda de golpes de estado preparados por todas partes para un mismo día, después de la confesión definitiva de la nulidad de todos los gobiernos existentes (tal vez pasará un siglo antes de que esto suceda), trataremos de bueno haya complots contra nosotros. Para conseguirlo condenaremos a muerte a todos los que no acojan nuestros advenimientos con las armas en la mano. Toda nueva creación de una sociedad secreta cualquiera, será también condenada a muerte. Las que hoy existen, que nos son conocidas, que nos han servido y nos sirven aún serán abolidas y enviados sus miembros a continentes lejanos de Europa. 

Europa, centro de nuestro Gobierno. 

La aristocracia rusa, nuestro único enemigo serio, en el mundo, así como el Papado. 

Así como los nuestros desdeñan el éxito con tal de llevar a cabo sus proyectos, los cristianos son capaces de sacrificar todos sus proyectos, con tal de obtener un éxito. 

Sueñan, en paz, con destruir la individualidad humana, por la unidad simbólica del colectivismo. No han comprendido ni comprenderán jamás que esta ficción es una violación evidente de la más importante de las leyes de la naturaleza que ha creado, desde el primer día, cada ser diferente de los otros, precisamente para que afirme su individualidad. 

Las universidades no deben dejar de salir de sus recintos a barbilampiños que formen proyectos de Constituciones como si compusieran comedias y que se ocupen de política, de la cual ni sus mismos padres han comprendido nunca nada. 

Haremos de la juventud muchachos obedientes a la autoridad, amando  quien les gobierna como  una esperanza de paz y calma. 

Reemplazaremos el clasicismo, así como todo estudio de la Historia antigua, que presenta  muchos más ejemplos malos que buenos, por el estudio del porvenir. Borraremos de la memoria de los hombres todos los hechos de los siglos pasados que no nos sean agradables, no conservando de entre ellos más que los que describan las faltas de los gobiernos cristianos. 

Los genios occidentales han sabido siempre, y sabrán siempre introducirse en las otras clases, pero dejar pasar las clases superiores a individuos sin valor, permitirles ocupar puestos que pertenecen a otras clases por su nacimiento o su posición, es una verdadera locura. Vosotros sabéis qué resultado ha dado a los cristianos que han permitido estos absurdos. 

Es necesario enseñar al pueblo en las escuelas y en la plaza pública cuál es su importancia y cuáles son sus deberes y cómo su trabajo trae bienes al pueblo. 

Los hombres viven y se conducen por ideales, y que estos ideales son inculcados a los hombres solamente por la educación.

El sistema de represión del pensamiento está ya en vigor, por el sistema llamado de enseñanza por imágenes , que trasforma a los cristianos en animales dóciles que no discurren, y que esperan la representación de las coas por imágenes para comprenderlas. 

En Francia uno de nuestros mejores agentes, Bourgeois, ha proclamado el nuevo programa de la educación por imágenes. 

Ya hemos tomado la precaución de desacreditar a los sacerdotes cristianos y de desorganizar por este medio su misión, que podría en la actualidad molestarnos mucho. La libertad de conciencia se proclama ya por todas partes… aún más fácilmente llegaremos a destruir las otras religiones, pero es aún demasiado pronto para hablar de ello. 

En general nuestra prensa contemporánea se ocupará de descubrir los asuntos de Estado, las religiones, la incapacidad de los cristianos y todo ello en los términos más infames, con el fin de denigrarlos por todos los estilos, como solo sabe hacerlo nuestra raza de genios. 

Nuestros agentes serán escogidos entre las clases bajas; los tomaremos también de entre las clases administrativas, de entre los que se divierten, de entre los editores, impresores, libreros, horteras, obreros, cocheros, lacayos, etc. 

Simularemos desordenes y manifestaciones de descontento expresadas por buenos oradores. 

Como la mayor parte de los conspiradores obran por amor al arte y por gusto de charlar, no les molestaremos con tal de que se contenten con solas palabras. 

Es mu fácil, por medio de algunas frases liberales, hacer llegar al crimen, siempre que tenga algún tinte político. 

Los partidos políticos no son otra cosa que el ladrido de un gozquejo contra un elefante. 

Hemos inspirado la idea de que un condenado por delito político, era un mártir, puesto que moría por un ideal del bien común. Semejante propaganda ha multiplicado el número de liberales y engrosado con miles de cristianos las filas de nuestros agentes. 

Es indispensable que las capitales sacrifiquen una pequeña parte de sus rentas para asegurar el funcionamiento de la máquina gubernamental. 

Las necesidades del Estado han de estar pagadas por aquellos a quienes sus riquezas les permiten hacerlo sin trabajo.

Esta medida destruirá el odio del pobre contra el rico.

La persona reinante no tendrá propiedades personales puesto que todo lo que es del Estado es también suyo. 

El dinero está hecho para circular, y toda detención del dinero repercute perniciosamente en el funcionamiento del mecanismo del Estado, pues sirve para engrasar sus ruedas, y la falta de engrase puede entorpecer la marcha regular del mecanismo. 

Las crisis económicas han sido producidas por nosotros entre los cristianos con el único objeto de retirar el dinero de la circulación. 

La emisión de dinero debe estar en relación con el acrecentamiento de la población y es necesario incluir en esta cuenta a los niños, porque consumen y cuestan desde su nacimiento. 

Nos toman dinero prestado con interés, sin reflexionar que les hará falta sacar de los recursos del país, más tarde o más temprano, el capital prestado más los intereses para pagarnos a nosotros. ¡Cuánto más sencillo sería tomar el dinero que necesitan directamente del contribuyente!

Felizmente los súbditos de los gobiernos cristianos, poco versados en asuntos de Hacienda, han preferido siempre las pérdidas en bolsa, y una baja en sus intereses, a correr el riesgo de nuevas colocaciones de dinero, con lo cual han dado más de una vez la posibilidad a los Gobiernos, de deshacerse de un pasivo de varios millones.

Con las deudas exteriores los cristianos no se atreven a hacer nada parecido porque saben que reclamaríamos todo nuestro dinero. 

Para que los pueblos se acostumbren a la obediencia es necesario habituarlos a la modestia y disminuir , por lo tanto, la producción de objetos de lujo. 


Un pueblo que se dedica a la pequeña industria, no conoce las huelgas y aprecia el orden, y por consiguiente la fuerza del poder. Los sin trabajo son los más peligrosos para el Gobierno. 

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