Una mujer que no sea una estúpida, antes o despues encuentra un hombre sano y lo reduce a escombros. Lo consigue siempre.
Hacer poesías es como hacer el amor: nunca se sabrá si el propio gozo es compartido.
No, no está loca esta gente que se divierte, que disfruta, que viaja, que jode, que lucha -no están locos, pues la verdad es que también querríamos hacerlo nosotros.
La única alegría del mundo es comenzar. Es bello vivir porque vivir es comenzar. siempre, a cada instante. Cuando falta este sentimiento -prisión, enfermedad, costumbre, estupidez-, querríamos morirnos.
¿Por qué olvidamos a los muertos? Porque ya no nos sirven.
La tremenda verdad es ésta: sufrir no sirve para nada.
Lo único que cuenta en el amor es tener a la mujer en la cama y en casa: todo lo demás son patrañas, sucias patrañas.
¿Por qué no se busca la muerte voluntaria, que sea una afirmación de libre elección, que exprese algo? ¿En vez de dejarse morir? ¿Por qué?
Te quiero tanto que deseo haber nacido hermano tuyo, o haberte puesto en el mundo yo mismo.
Quede claro, de una vez por todas, que estar enamorado es un hecho personal que no considera al objeto amado -ni siquera cuando éste corresponde. Se cambia -también en este caso- gestos y palabras simbólicos en los que cada uno lee lo que tiene dentro de sí y, por analogía supone en el otro.
El arte de hacerse amar consiste en tergiversaciones, inquietaciones, desdenes, avaras concesiones que epidérmicamente resultan dulcísimas y atan al desdichado con doble lazo; pero en el fondo de su corazón y en su instinto hacen nacer e incubar un rabioso rencor que se manifiesta en desamor y deseo tenaz de venganza. Hacer esclavos es mala política, y ya se ha visto, y se seguirá viendo.
La tragedía de siempre: sabe hacerse amar solo quien sabe hacerse odiar, por la misma persona.
Por muy santos que seamos, saber que otro folla nos disgusta y nos ofende.
Hay algo más triste que envejecer, y es continuar siendo un niño.
Amar a otra persona es como decir: de ahora en adelante esta otra persona pensará en mi felicidad más que en la suya. ¿Hay algo más imprudente?
Quien no está celoso hasta de las bragas de su bella, no está enamorado.
El arte de vivir es el arte de saber creerse las mentiras. Lo tremendo es que, no sabiendo quid sit veritas (qué es verdad), sí que sabemos lo que es la mentira.
No es de ningún modo ridículo o absurdo que, pensando en matarse, a uno le fastidie y le espante caer bajo un automóvil o coger una enfermedad.
Las putas trabajan a sueldo. ¿Pero qué mujer se entrega sin haberlo calculado?
La vida es dolor y el amor gozado es un anestésico, ¿y quién querría despertarse en medio de una operación?
Para despreciar el dinero hay que tenerlo, y mucho.
En la vida, les sucede a todos que se encuentran con una puerca. A poquísimos, que conozcan a una mujer amante y decente. De cada cien, noventa y nueve son puercas.
¿Por qué nuestra hermana nos parece a todos un ángel, un lirio, etc.? Porque no se tiene relaciones con ella. Inicia estas relaciones con la más angélica de las mujeres y encontraras a la zorra y a la inconsciente.
Los que viven más solitarios se sienten impulsados, cuando encuentran una respuesta en el prójimo, a lanzarse con más entusiasmo y exclusividad.
¿Te gustan las cosas absolutas? No puedes construir un amor totalitario: construye una bondad totalitaria. Pero no hagas gilipolleces: excluye el sexo.
¿Por qué casi todos han sufrido un desengaño amoroso? Porque el amor al que se han lanzado con ímpetu los debe traicionar -por la ley según la cual sólo se obtiene lo que se solicita con indiferencia.
Nunca le falta a nadie una buena razón para matarse.
La muerte es el reposo, pero el pensamiento de la muerte es el perturbador de todo reposo.
Estoy retrasado por lo menos ocho años respecto a mis coetáneos. Generalmente, a los veintidós años están ya convencidos de lo que a los treinta no me convence todavía.
El mundo vive con la astucia. Y está bien. Solamente los astutos saben hacer el mal, y triunfan. Quien sufra de este estado de cosas y decida hacer una guardada para vengarse, para ponerse en su sitio, para triunfar, debe considerar que luego le tocará vivir con astucia, saber triunfar, porque, de otra manera, la astuta guardada cometida antes solo servirá para atormentarle, contrastando con todo su persistente estado de no-astuto, de no-guarro, de inepto.
El arte de vivir -dado que para vivir hay que afligir a los demás (véase vida sexual, véase comercio, véase toda actividad)- consiste en acostumbrarse a hacer todas las canalladas sin estropear nuestra compostura interior. Ser capaz de cualquier canallada es el mejor bagaje que pueda tener un hombre.
Tan estúpido, que para encontrarle un fin a su vida ha tenido que hacer un hijo.
Conforme pasan los años, en la cara de cada uno se va dibujando más su calavera.
Los hombres que tienen una tempestuosa vida interior y no tratan de desahogarse con los razonamientos o con la escritura, son sencillamente hombres que no tienen una tempestuosa vida interior.
Dale una compañía al solitario y hablará más que nadie.
No debemos quejarnos si una persona queridísima tiene a veces con nosotros actitudes odiosas que nos sacan de quicio o nos hacen sufrir de cualquier modo. No debemos quejarnos, sino atesorar ávidamente estas iras y amarguras nuestras: nos servirán para aliviar el dolor el día que esa persona llegue a faltarnos de alguna manera.
Si una mujer no traiciona, es porque no le conviene.
Es una tontería afligirse por la pérdida de una compañía: esa persona podíamos no encontrarla nunca, luego podemos prescindir de ella.
La religión consiste en creer que todo lo que nos sucede es extraordinariamente importante. Nunca podrá desaparecer del mundo, precisamente por esta razón.
No es verdad que la muerte nos llegue como una experiencia en la que todos somos inexpertos (Montaigne). Todos, antes de nacer, estábamos muertos.
Todos somos capaces de malos pensamientos, muy raramente de malas acciones. Todos sabemos realizar buenas acciones; pero buenos pensamientos, pocos.
Al leer no buscamos ideas nuevas, sino pensamientos ya pensados por nosotros que adquieren en la página un sello de confirmación. Nos impresionan las palabras ajenas que resuenan en una zona ya nuestra -que ya vivimos- y al hacerla vibrar nos permiten encontrar nuevos motivos dentro de nosotros.
Cada época de la vida se multiplica en las sucesivas reflexiones de las otras: la más corta es la vejez porque ya no será repensada.
La parte que sufre en nosotros es siempre la parte inferior. Como también la parte que goza. Solamente la parte serena es superior.
El hombre es esclavo, lo más, del vicio, pero la mujer -después del coito- es esclava de las probables consecuencias; de donde su tremenda maña en estas cosas.
Comoquiera que a una mujer hay que dejarla antes o después, lo mismo da dejarla en seguida.
Se da limosna para quitarse de delante al miserable que la pide.
La persona o la institución a la que encargamos de hacernos felices tiene derecho a quejarse si le recordamos que no obstante continuamos siendo libres y dueños de resistirnos. Todo lo que no podemos hacer solos disminuye nuestra libertad.
Si una vida absolutamente libre de todo sentimiento de pecado fuese realizable, estaría tan vacía que daría miedo.
Quien tiene una pasión dominante, odia en función de ella al género humano, porque todos le parecen, en relación con su pasión, rivales o, en cualquier caso, resistencias.
Mientras haya alguien odiado, desconocido, ignorado, habrá algo que hacer en la vida: acercarse a este hombre.
Las mujeres no son nunca protagonistas, son siempre vistas por otros.
Señal segura de amor es desear conocer, revivir, la infancia del otro.
El amor tiene la virtud de desnudar, no a los dos amantes uno enfrente de otro, sino a cada uno de los dos ante sí mismo.
Los grandes amantes serán siempre desgraciados, porque para ellos el amor es grande y exigen por ello a la bienaimée la misma intensidad de pensamientos que ellos sienten por ella, pues en caso contrario se sienten traicionados.
A una mujer le repugna un hombre que piense en ella día y noche, por la razón de que ella no lo hace.
No es verdad que con el paso de los años el amor se haga menos tremendo. A los acostumbrados sufrimientos (celos, deseo, etc. ) se une el terror del tiempo que huye irreparable.
Nadie renuncia a los que conoce. Se renuncia sólo a lo que se ignora. He aquí por qué los jóvenes son menos egoístas que las personas maduras y los viejos.
Las cosas se consiguen cuando ya no se desean.
Para consolar al joven al que le sucede una desgracia, se le dice: "Sé fuerte, tómatelo con buen ánimo; te protegerás para el futuro. A todos les sucede una vez, etc." Nadie piensa en decirle lo que, en cambio, es verdad: esta misma desgracia te sucederá dos, cuatro, diez veces; te sucederá siempre porque, si estás hecho de manera que te has expuesto a esta ocasión, lo mismo tendrá que sucederte en el futuro.
Cuando pases un día sin presuponer ni implicar en ningún gesto tuyo la presencia de otros, podrás llamarte heroico.
La estrategia amorosa se sabe emplear sólo cuando no se está enamorado.
¡La fuerza de la indiferencia! Es la queja permitido a las piedras durar inmutables durante millones de años.
A quien no se salva por sí mismo no le salva nadie, nadie puede salvarle.
Llega un día en que por quien nos ha perseguido sólo sentimos indiferencia, cansancio de su estupidez. entonces, perdonamos.
¿Cómo puede Dios pretender las largas humillaciones en la oración, las interminables repeticiones del culto? ¿No te gusta a ti, por instinto, un rápido pensamiento de agradecimiento, una mirada que te une con el favorecido, y no odias las quejumbrosas expresiones de agradecimiento? Pero tú no eres Dios...
en el enojo que nos produce un ruido, un olor, una sensación desagradable -enojo repentino y bestial, agudísimo- está mezclada una ansia jubilosa de que la sensación se repita, de su autor reincida, como si quisiéramos tener tiempo y motivo de odiarle más, de enfurecernos.
Llega una época en la que nos damos cuenta de que todo lo que hagamos se convertirá, a su tiempo, en recuerdo. Es la madurez. Para llegar a ella es preciso tener ya recuerdos.
No es bonito ser niño: es bonito, siendo viejos, pensar en cuando éramos niños.
No nos libramos de una cosa evitándola, sino tan solo pasando por ella.
¡Vengarse de alguien! Haz como si le perdonases: abandónale a las venganzas de la vida. No hay transcurso de tiempo que no infrinja por sí, sin ayuda por parte del ofendido, cosas atroces a todos.
Es bonito escribir porque reúne las dos alegrías: hablar solo y hablarle a una multitud.
Piensa mal, no te equivocarás.
Las mujeres son un pueblo enemigo, como el pueblo alemán.
Esperar también es una ocupación. Lo terrible es no esperar nada.
Hay un solo placer, el de estar vivos, y todo lo demás es miseria.
Se aspira a tener un trabajo para tener derecho a descansar.
Los problemas que agitan a una generación se extinguen para la generación siguiente, no porque hayan sido resueltos sino porque le desinterés general los abroga.
Una obra no resuelve nada, así como el trabajo de una generación no resuelve nada. Los hijos -el mañana- vuelven a empezar siempre e ignoran alegremente a los padres, a lo ya hecho. Es más aceptable el odio, la rebelión contra el pasado que esta beata ignorancia. La bondad de las épocas antiguas era su constitución en la cual siempre se miraba al pasado. Éste es el secreto de su inagotable plenitud. Porque la riqueza de una obra -de una generación- está dada siempre por la cantidad ee pagado que contiene.
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