Buscar en este blog

El Tercer Reich - Arthur Moeller van den Bruck



EL TERCER REICH,  Arthur Moeller van den Bruck


Capítulo I
Revolucionario

Queremos vencer la revolución


- En la historia alemana no se ha verificado todavía revolución política alguna. Esto indica que nos encontramos todavía en la fase intermedia de nuestra historia. Los ingleses tienen tras de sí una revolución gloriosa, así como los franceses. Ambos pueblos son más viejos que nosotros. Ellos han sido sometidos a difíciles pruebas, a través de las cuales han construido a los hombres. Ellos, a través de la revolución, se han transformado en naciones politizadas. Además se han construido a través de la lucha nacional armada, en la cual han comprometido sus vidas, la base política de su exitoso desarrollo. Y nosotros hemos experimentado en nuestro perjuicio, la seguridad y la determinación con la que ellos actuaron en tal contingencia mundial; de acuerdo con este cálculo, tras haber provocado la guerra mundial, se lanzaron a la refriega con extrema decisión, con el único objetivo de conducirla al fin, y utilizaron la victoria con fría y burlona determinación, mediante un tratado de paz cuyas condiciones eran, finalmente, generar nuevas ventajas en la transformada situación mundial. 
  • Todas las grandes ideas son, esencialmente, ideas simples. Solo su realización es difícil. 
  • El hecho es, que los alemanes post-bismarckianos no eran hombres de carácter bismarckiano. 
  • Alemania estaba entonces sin ideas. Poseía solamente la idea de su unificación. Lo demás se trataba de una idea ya realizada. 
  • Así transformamos esta ideología filosófica en un imperialismo político, en un principio que, no obstante, no procedía de nuestra íntima convicción: el dato de partida era nuestro Reich, construido mediante acciones de fuerza. Sin embargo no fundamos este imperialismo sobre bases ideológicas, considerándolo un derecho, un derecho de base y una necesidad de vida para una nación superpoblada. 
  • En la guerra mundial venimos sobre todos los campos de batalla. Pero en el ámbito de la política todo estaba en ruinas: la decadencia de la última generación había tomado ventaja. 
  • Al final son los hechos los que nos empujan a extraer las conclusiones pertinentes, y acabamos por afirmar una voluntad; tal decisión llega siempre demasiado rápido o demasiado tarde, nunca en el momento justo: resulta demasiado inmediata o una caducidad demasiado prolongada. 
  • Todo aquello que hacemos y no hacemos resulta ya fallido desde su origen porque hemos nacido de un espíritu enfermo cuyo producto es una mano enferma.
  • Deberemos sentirnos guiados por un sentido de destino: si no completamos tales intentos con nuestra fuerza, estaremos condenados a una caída que no durará solamente decenios, sino siglos en terminar. 
  • Son todavía esos los que se levantan, como optimistas de la revolución, para defender con palabras altisonantes y vacías sus conquistas. Ellos se han empeñado en proclamar la eterna validez de los principios: democracia mundial, liga de los pueblos y leyes suprarestatales, entre las cuales están el fin de todas las guerras y la paz eterna sobre la tierra fundada sobre valores espirituales. No quieren darse cuenta, no quieren ver ni escuchar que por culpa de ellos ahora se sufre bajo el poder extranjero, desde el momento  que los acuerdos de paz han producido la desesperación y personas privadas de patria, mientras en el mundo continúan existiendo guerras. Son obtusos por naturaleza y están convencidos en todo momento de haber hecho siempre las cosas más racionales. No conozco la contradicción existente entre razón e intelecto, contradicciones que se manifiestan en todas las partes del mundo, y con las cuales tropezamos continuamente. Por un lado, tenemos una razón para hacer ver a los hombres las cosas como ellos quieren que sean, mientras que por otro tenemos un intelecto que las muestra, inexorablemente, como ellas son realmente.  
  • La revolución ha desilusionado las expectativas, y no solamente aquellas socialistas: la desilusión más grande deriva del hecho de que ésta no se ha afirmado en ningún individuo procedente del pueblo así como la democracia no ha estado en condiciones de producir estadista alguno con capacidad para guiar a la nación. 
  • El pueblo no ha querido la revolución, sin embargo la ha completado. 
  • Creíamos pertenecer a los salvajes y sin embargo, éramos seres domesticados. 
  • Una revolución debe fundarse sobre la justa sensibilidad, sobre la justa fuerza y el justo sentido del derecho, como le corresponde a los hombres democráticos. 
  • Se puede luchar contra los efectos de la revolución cuando hay un buen motivo para pensar que la situación de emergencia de la nación no se resuelve con la nueva vía emprendida, sino que antes hay que convencerse de que la situación será todavía más grave. 
  • No tenemos en cuenta haber estado solos combatiendo contra diez adversarios, ni el hecho de haber sido empujados a esta revolución alemana por la simulación de ideales populares a los cuales esos diez adversarios deben su triunfo. 
  • Aquel que hoy es revolucionario, mañana será conservador.
Capítulo II

Socialista

Cada pueblo tiene su socialismo

  • Todos los errores del socialismo se condensan en la frase de Karl Marx: “La humanidad se plantea solamente los problemas que está en condiciones de afrontar”. No. La humanidad asume solamente problemas que no está en condiciones de afrontar. Aquí está su grandeza. Aquí está el genio que la guía. Aquí está el demón que la empuja. 
  • Y esta es la esencia de todas las utopías que no encontramos nunca realizadas. Es la esencia de todas las esperanzas milenaristas que no se cumplen nunca. 
  • Marx no ha comprobado la veracidad de su frase. 
  • Marx irrumpía en la materia, pero permanecía también implicado en la materia. Y hoy el socialismo permanece engatusado por el socialismo. El marxismo reconduce la materia a la materia; establece las modalidades de su transformación, pero no se puede preguntar por las causas. Marx mismo comprobó la insuficiencia  de una doctrina que se contentaba con explicar todos los seres mediante el principio del desarrollo y la evolución según una dialéctica materialista. Sin embargo, rechazó aportar la prueba, asumiendo  este principio como un dato de hecho. No buscó, insistimos, la causa y no comprendió haber demorado el problema de la causa. Marx generó un estancamiento de la materia, materia material, materia estadística y materia racionalista afirmando plenamente el “principio terreno”, según el cual el mundo era solo materia. Y justo este principio ha sido considerado por los marxistas la especificidad y el mérito más grande de Karl Marx. Sin embargo permanece en pie la pregunta: ¿Pero quién mueve la materia?
  • Marx no comprende que los acontecimientos, antes de desarrollarse, deben fijarse. No se da cuenta de que, aquello que llamamos desarrollo, presupone un surgimiento, y que no presenta un carácter progresivo y uniforme, sino que se resume en un proceder a saltos que resulta incontrolable en sus consecuencias. Comete entonces un grave error al no considerar que el desarrollo de los acontecimientos no siempre conduce al objetivo fijado, sino bien podría desviarse hacia resultados diferentes, si no opuestos. 
  • En realidad el marxismo tiene todos los signos peculiares de una utopía materialista. Marx confió al proletariado la construcción de un perpetuum mobile, en la rígida convicción de que, en cuanto concebido de forma lógica, habría sido también reproducible. Pero este perpetuum mobile se identifica con el mundo mismo, y el demiurgo no permite a nadie dañar su obra. 
  • Nuestra lógica racionalista se relaciona con la verdad como la experiencia estadística se relaciona con la realidad. Ella comprende todo aquello que se puede alcanzar, pero no aquello que es decisivo. La lógica nos persuade del progreso, mientras que la historia se opone a tal principio. La humanidad siempre ha sido un punto de inicio del cual no se conoce el recorrido ni el punto de llegada. 
  • Desde hace siglos los hombres penan sobre la tierra: la felicidad estaba aquí, la infelicidad allá. Ninguna religión, ninguna humanidad ni ningún arte del Estado ponía remedio a la falta de justicia. Ninguna fuerza espiritual, ética o política que actuaba sobre el hombre conseguía llegar al nivel de la realización completa de la justicia social en la humanidad. La culpa estaba en los hombres, en la medida que no eran dignos de los valores por ellos adscritos. La carne permanecía siempre débil. El hombre pensaba continua y exclusivamente en su yo. En este punto Marx concibió la idea de considerar al hombre en base a su verdadero yo, y de seducirlo con los placeres de la carne. 
  • Marx fijó el problema no desde lo interno, sino desde lo externo. Él no buscó una transformación de los hombres singulares, sino que tuvo en cuenta las tendencias comunes y, especialmente, las referidas a la codicia. No consideró a los hombres desde su fuerza, sino desde su debilidad, y no se preocupó de los daños que podría sufrir el alma, pero les mostró al “mundo” que debían afrontar. En efecto, Marx quería ayudar a los hombres, del modo que él consideraba justo hacerlo y en el modo en el cual ellos querían ser ayudados. Pero si los grandes fundadores de religiones  habían prometido a los hombres la vida eterna y no habían dado importancia a la terrenal, Marx actuó de forma distinta a ellos. Se dirigió a los hombres de forma muy humana. Basó su solicitud sobre intereses prácticos, corpóreos y cotidianos, o sea, intereses económicos. Su acción fue una estratagema. 
  • Marx no fue realmente partícipe de su realidad. Como hebreo era realmente un extranjero en Europa, aunque participaba igualmente de las victorias de los pueblos europeos y buscaba entender su sentido. Pero lo hacía como si quisiese adquirir un derecho de hospitalidad entre estos pueblos, por el hecho de que les ayudaba en sus necesidades y les mostraba una solución. Pero él no era todo uno con la historia de ellos; su pasado no estaba vinculado a tal historia, y la tradición que encontraba en su afirmación de la historia presente no era la misma que él tenía en su sangre. Marx no había vivido durante milenios con estos pueblos, tenía una sensibilidad distinta, pensaba de otra manera. Si sus ideas fueron tomadas sobre los hombres a los cuales se dirigía, no se revelaron firmes en tanto no estaban arraigadas, sino que permanecían en la superficie, implicando solamente a un conjunto de elementos exteriores. 
  • Se puede individuar a Marx sólo desde una perspectiva hebrea. Sus componentes son mosaicos, macabeos y talmúdicos; él está vinculado al guetto. Está muy lejos de Cristo, pero de cualquier modo él es también muy cercano, como aquel Judas que intentó expiar su traición. En toda su obra no hay ni una palabra de amor hacia los hombres, sino de oscura pasión que transpira odio, venganza y represalias. 
  • La doctrina de Marx es internacional, y por eso ha conseguido disgregar a Europa y seducir a los europeos. 
  • Marx no consideró a la parte no-proletaria de la humanidad europea, no la comprendió, porque no les pertenecían y no tenia acceso a los valores por ésta producidos en el curso de los siglos y dejados en herencia en lo posterior, herencia en la cual no habían participado sus antepasados. 
  • Marx demostraba preferencias en los enfrentamientos del proletariado, que representaban algo nuevo en el mundo, a pesar de que el filósofo alemán era extraño a ellos. No obstante, los asimiló; sin embargo, el proletariado no había asumido herencia espiritual alguna. Por este motivo Marx se vinculó al proletariado, haciéndose cargo de éste, y el proletariado se vinculó a él. Más allá de que Marx no se preocupó de analizar el surgimiento de esta clase, tampoco consideró las distintas historias que ésta había vivido en cada uno de los países singulares, historias extremadamente diferenciadas. Consideró a los proletarios como simples hombres y le violentó la nacionalidad que cada uno de ellos poseía  y que se negó a homologarlos como clase unitaria. Y no le vino nunca a la mente la idea de preguntarse, al menos una vez, si hubiese sido posible un socialismo de los hombres sin la instauración de un socialismo de los pueblos. 
  • Los hombres pueden vivir solamente si existen los pueblos a los cuales pertenecen. 
  • El marxismo ha prometido un tiempo de felicidad y ha experimentado un tiempo de maldición. Ha vivido la ilusión de haber encontrado una vía que condujese a la utopía de la ciencia. Ha considerado la ciencia de manera creativa y sobre su base ha establecido una empresa para los hombres, empresa realizable solo a condición de que sus presupuestos estuviesen “ya presentes en las condiciones materiales” o al menos “estuviesen en fase de formación”. Pero la guerra mundial convulsionó sus cálculos, y la revolución que le siguió demostró su completa inexactitud. El marxismo había considerado al proletariado internacional como una suma de individuos, pero no había hecho las cuentas con la tierra, con los pueblos y las contraposiciones entre los pueblos. Se había interesado solo en el desarrollo económico como problema crucial del mundo, y en base al cual el sistema social capitalista había sido suplantado por un sistema socialista. 
  • En el momento en el que se abre ante el marxismo la posibilidad de adquirir el poder político y de llevar a término su misión social, la doctrina socialista, pensada exclusivamente en términos económicos, se revelo fallida ante la primacía de la política, ante las leyes ineludibles de la historia. 
  • Marx tenía el espíritu de Europa en su contra, el espíritu de un pasado de dos mil años, que no se deja vencer y que se defiende de él. 
  • Hoy vivimos en este tipo de mundo y no en aquel de Karl Marx. Nosotros hemos descubierto el error de cálculo, que todavía hoy constituye el error peculiar del marxismo. Mientras tanto el socialismo no quiere admitir el fracaso, tanto político como económico, de su revolución. 
  • La concepción materialista de la historia es, de todos modos, inequívoca. Su significado está en su decidida unilateralidad con la cual fue pensada y para la cual se presentó como un bloque en el pensamiento histórico, y como tal debe ser rechazado. Si Marx y Engels hubiesen seguido, tardíamente, sus puntos de vista, habrían sabido que este bloque, en su esencia, dependía de un tipo de juicio por ellos formulado. Pero no lo hicieron. 
  • Históricamente, es absolutamente cierto, que cada tiempo tiene su paralela historia materialista, también las edades sagradas tienen sus elementos de contorno material, dado que siempre ha habido hombres, partidos y clases actuando en base a sus intereses específicos. el momento material constituye más bien el segundo momento: el inferior, con tal de que no se trate de una edad del todo materialista. Ciertamente también existen épocas de tal género. Hay edades inferiores. Pero también hay otras edades en las que el primer puesto corresponde a Dios. ¡Dios lo quiere! Es sabido que los hombres, aunque están hechos de materia, se colocan más allá de ésta. Es fundamental, en la medida que explican sus actividades, dar espacio a sus tendencias, desahogo a sus pasiones. 
  • Nosotros pensamos que fue primero el hombre. Marx pensaba que no había ninguna concepción profunda que entender, “que con los acontecimientos de la vida humana, con las relaciones sociales, la existencia social, las concepciones y los conceptos y, en una palabra, también la consciencia del hombre cambia”. Nosotros pensamos que es la consciencia la que cambia la vida. El elemento espiritual es autónomo. En la medida que es autónomo transforma al ser humano. Y solamente transformándose, los hombres pueden crear por sí mismos otras condiciones de vida. El hombre hace la historia y no la historia hace al hombre, y cuando es la historia la que transforma  al hombre, entonces hace que este hombre produzca transformadas condiciones de vida. La historia del hombre es la historia de sus fuerzas espirituales. Estas fuerzas espirituales contienen al cuerpo; el elemento metafísico comprende aquel físico, y el elemento físico comprende a su vez aquel económico. De modo que solo el elemento espiritual puede guiar aquel físico, nunca lo contrario. 
  • La materia no puede actuar por sí misma. En el ámbito económico no es un nuevo orden económico el que puede transformar la vida desde su raíces, sino que es una vida transformada desde sus raíces la que produce un nuevo orden económico. 
  • El materialismo histórico cae en un error cuando piensa que estos grupos de hombres podían subsistir sin un principio estatal. La economía no puede sustituir al Estado, no puede hacerlo la política interna, y mucho menos la externa. La subsistencia de un pueblo no puede llevarse a cabo sin una administración. ¿¡Cómo se podrían regular, sin Estado, los impulsos, fuerzas, voluntades, tendencias y empresas de una nación!?
  • El materialismo histórico quería ser una ciencia de la experiencia. El socialismo se tropezó con la contradicción de referirse al futuro, en el cual, naturalmente no podía tener experiencia. Podía entonces obvia esa contradicción renunciando solamente a la objetividad de la experiencia en detrimento del análisis de las tendencias políticas. 
  • El socialismo no tiene ningún conocimiento de los pueblos, así como nada sabe de los hombres. 
  • El socialismo no quiere admitir que el hombre no ha construido su cuerpo en el curso de un desarrollo histórico, sino que lo ha construido en los orígenes de la historia y que ha recibido su libre impulso desde el cerebro, no al contrario. De hecho, es el hombre mismo quien ha producido su historia, que representaba la culminación de su actuar. 
  • El materialismo habría estado en lo justo si la humanidad hubiese producido solamente materia. Pero la humanidad ha producido sobre todo valores, una jerarquía de valores entre los cuales están aquellos materiales ocupando niveles más bajos. La historia humana no se explica por las solas personalidades de los portadores de estos valores, ni mediante las razas ni las religiones, que son las estructuras de la sangre y el espíritu de cada acontecimiento, y mucho menos mediante hechos económicos, en los cuales vemos solamente los aspectos materiales de los presupuestos espirituales. Se trata más bien de una historia de conexiones. 
  • La concepción materialista de la historia que no se presupone al hombre, sino a la economía, renuncia a la historia en sí misma. 
  • Un día se hará evidente la gran falta de dignidad del siglo XIX, por el hecho de que veía en el estómago la medida del ser humano. 
  • El hombre quiere ir más allá de su naturaleza, y realmente comparte con el animal el hecho de querer vivir. Ya el primer hombre, entonces el “Naturmensch”, se avergonzaba de su condición material, de su dependencia física, de su ser vinculado a la materia, del hecho de ser dependiente de la alimentación, y percibir aquello como algo infame que lo daña, como un elemento de la tierra que lo empobrece y que debe soportar. Vergüenza y conciencia tienen la misma raíz. Partiendo de aquello, el hombre supera al humano a través de la conciencia de su opuesto. en el hombre que va contra su humanidad, que decide, finalmente no preocuparse solamente de su alimentación ni de vivir en función de los factores económicos. Aquí está consciencia que representa la dignidad humana. 
  • El materialismo histórico no ha tomado nunca en consideración este aspecto. Por otro lado, como su propio nombre indica, se trataba de una concepción histórica de la materia. Se trataba de la historia de un hombre dividido y no de su aspecto más elevado. Sin embargo, la historia se vengaba del socialismo y de su concepción filosófica: Se vengaba del hecho de que éste solo pensaba de forma económica, no política; se vengaba mostrando la falsedad del presupuesto del pensamiento materialista, según el cual la historia y la economía se compenetran y la segunda depende de la primera. La sobreestimación de la economía en la época materialista no produce el socialismo, sino la guerra mundial. Su estallido reveló otras fuerzas históricas, y no el dogma del enfrentamiento de las clases ni, por lo tanto, de la consecuente lucha de clases. 
  • El socialismo no pudo afirmar su predominio respecto al capitalismo en el ámbito de una floreciente vida económica, y solamente pudo hacerlo en el ámbito de una economía confusa, enferma y demente. 
  • Nuestro pensamiento se ocupa, y se ha ocupado, solamente del hoy. Esta es una actitud común tanto en el capitalista como en el proletario. Somos abandonados así en base a nuestros intereses de alcanzar un nivel nunca alcanzado por la humanidad: la concepción materialista de la historia celebra hoy su aplastante victoria. 
  • El proletario ha llegado a ser un problema para el cual el socialismo no tiene respuesta: un problema abierto, oscuro y enorme, de cualquier manera un problema en sí mismo. 
  • Junto a estos abandonos, el socialismo fue culpable del error en el cual también incurrió el marxismo, el error más grande en el cual podía caer: rechazaba el problema cuya solución incumbía la vida de todos los pueblos de la tierra, especialmente al pueblo alemán, que era aquel de la superpoblación. Pero, ciertamente, en este caso estaba implicada desde su raíz la teoría de la plusvalía. De hecho la problemática marxista, con sus presupuestos de lucha de clases, viene negada desde la base. 
  • En este punto el marxismo se opone tanto a la naturaleza de las cosas que acaba por disolverse en la utopía. El marxismo no considera las diferencias entre pueblos, diferencias que se basan en la especifidad de sus caracteres: el socialismo de la lucha de clases considera solo a las masas, pero no toda la heterogeneidad del proletariado, de los países singulares.
  • Hay pueblos en el mundo que poseen tierra, espacio, posibilidad de expandirse y alimentarse, y también libertad de movimiento, mientras que hay pueblos que no lo tienen. 
  • Las tierras poco habitadas pueden vivir, aquellas superpobladas no pueden hacerlo.

  • Han vencido los países despoblados, mientras que los superpoblados han perdido. Este es, por ahora el resultado de la guerra mundial.
  • A los vencidos les fue prometida una paz basada en la justicia, pero los vencedores usaron la paz, que era su paz, para dársela a aquellos que ya la tenían. Ellos tenían distintas banderas, con los símbolos de la libertad, la igualdad y la fraternidad, pero las verdaderas banderas de los vencedores son del color gris de una concepción comercial que implica a hombres y tierras. 
  • Los franceses sí se muestran preocupados ante las consecuencias de la despoblación. Se ha preocupado, desde hace cuarenta años, de incrementar sus cuarenta millones de habitantes. Ahora se preocupa de tener suficientes franceses blancos para entrenar a los franceses negros para sus rapiñas. Poseen medio imperio mundial, que los ingleses les han dado como compensación por la guerra vencida. Pero el francés, enamorado de sí mismo, sirve voluntariamente solo en Francia y, visiblemente en la capital, donde lo visitan las personas procedentes de otros países para admirarlo.
  • El pueblo francés puede vivir porque posee un territorio más vasto en relación a lo exiguo del número de sus habitantes. Por el contrario, el pueblo ruso no puede vivir porque los recursos de su tierra no les ofrecen suficiente trabajo y no les aseguran los medios para la subsistencia. Y los alemanes, los italianos y los trabajadores europeos no pueden vivir porque no tienen a su disposición suficiente espacio para trabajar y vivir. 
  • Se ha calculado que en Alemania hay sitio para otros cinco millones de personas. Pero si, en teoría, esta cifra elevada fuese justa, es totalmente falsa. Es falsa desde el punto de vista psicológico.
  • El neomalthusianismo nos sugiere limitar el número de nacimientos. Sin embargo, es un consejo valioso. La naturaleza ha querido la superpoblación. Entonces deberá ser ella quién resuelva el problema. Quizás el neomalthusianismo quiere tomarnos el pelo cuando se encomienda a las palabras de Malthus: “El bienestar hace disminuir el número de nacimientos”. El bienestar no pertenece hoy a nuestras perspectivas. 
  • Somos un pueblo con un excedente de veinte millones de habitantes en nuestra tierra. Se ha prohibido la emigración al proletario, se la ha prohibido a la propia nación. Solo la explosión es posible. 
  • Nosotros no somos un pueblo que pueda ser dividido. No somos un pueblo que pueda vivir en un territorio angosto y reducido. Y el espacio exiguo en el que nos han reducido constituye un peligro siempre amenazante. ¿No queremos entonces transformar este peligro en nuestra política?
  • Cada pueblo tiene su propio socialismo. 
  • El bolchevismo era ruso, solamente ruso. 
  • La idea de economía comunitaria se reclama a aquel que ha cultivado la vida en la célula. Y la idea-guía de una nueva juventud reclama a aquel que no deja la vida en manos del hombre, como forma derivada, sino que la atribuye a aquel que lo precede. El socialismo alemán no es atomista, es orgánico. Y es dualista y bipolar., en la medida que corresponde a toda la tierra en todos sus ámbitos, desde aquel geográfico a aquel trascendente, es dualista, y debe re equilibrarse entonces en su antítesis. Ello supone un individuo diferenciado y no homologado como el hombre occidental actual. Sin embargo, esto no quiere decir que estas diferencias deban separarnos, sino que más bien deben unirnos. El socialismo es para nosotros: Enraizamiento, gradualidad y estructura. Solo el marxismo conoce el socialismo internacional. 

Capítulo III

Liberal

La ruina de los pueblos

  • La sospecha que gravita hoy sobre el liberalismo en Alemania es la sospecha por un sistema: por una trampa, por una red de intriga extendida por el mundo, en cuya malla Alemania finalmente estaría enredada. La sospecha que envuelve a la masonería es de la misma raíz. Esta asociación secreta, difundida entre ciudadanos de todo el mundo, es muy cercana a los principios liberales. Se tenía conocimiento de que fueron representados por los llamados “artesanos libres”, que antes de la guerra se conjuraron contra Alemania, y que durante el curso de la guerra decidieron su destrucción. También se sabía que eran casi exclusivamente estadistas masones aquellos que se reunieron en Versalles. Por este motivo se ha reconstruido la historia de la masonería: para revelar el secreto que la envuelve, para desvelar los nexos que la vinculan a todo aquello que ante la humanidad siempre ha aparecido ctónico y enigmático. Se nos ha preguntado cuál es el motivo por el que las logias fueron divididas entre aquellas de los iniciados, y aquellas de los no iniciados: ¿Se trataba quizás de motivos políticos? Se ha creído descubrir el origen de la masonería en los misterios egipcios y en aquellos de Eleusis. Se nos encomienda a los Druidas y los “Asesinos”. Viene seguida por parte de las órdenes caballerescas, pasa a través de los Rosacruz para alcanzar a los ilusionistas y, quizás, a los hermanos de las logias. Y finalmente llegan los oscuros acontecimientos de 1717 con la fundación de las nueve altas logias inglesas , y de 1789 con el estallido de la revolución francesa, posteriormente a la revolución rusa de 1917 y aquella alemana de 1918.
  • Debemos considerar que en el recorrido de la historia de la masonería, nos encontramos con una disgregación de principios, que presupone un hombre del todo particular, en el cual vemos la tipología del liberal: un individuo con la mente vacía, débil, la cual no está en condiciones de dar orden a los propios principios, o que se preocupa de ponerlos aparte. 
  • La masonería es solo una directiva general. Ella se refleja en el liberalismo. La actividad de una se confunde con aquella de la otra, aunque no siempre es fácil distinguir sus raíces. 
  • En la masonería se cumple solamente el intento de encontrar un elemento sustitutivo a un mundo desacralizado, intento que se concreta en la constitución de un mundo “hermanado”.
  • El liberalismo conduce a la estupidez o al crimen. Una cosa no es independiente de la otra; son principios que se sostienen recíprocamente. 
  • La actividad de las logias es anónima, la masonería no da nombres, señalando su falta de personalidad. Ésta es su fuerza y ésta es su debilidad. Esta peculiaridad es indicio, entre otras cosas, de su particular psicología. La masonería puede utilizar solamente la “inteligencia” y el pequeño demón, no el carácter y el gran genio. No tiene fundador. Su historia no se vincula a nombre alguno. No tiene representantes seculares, héroes ni mártires. Nadie se ha sacrificado todavía por el bien de las logias. Si se valora la masonería por los valores a ella intrínsecos, se ve cómo representa al más pobre de los movimientos espirituales. 
  • El jesuitismo puede tener como referencia los ejercicios espirituales del fanático vasco.
  • La masonería no posee nada ni a nadie. Está privada de todo signo lingüístico clásico. 
  • El carácter sectario de la masonería se identificó con el liberalismo, como un reagrupamiento político de pequeños hombres, ciertamente no sabios, hombres de negocios o sometidos a los negocios. Tenían como elemento característico el no preocuparse de la socialidad, sino del poder. Podemos decir que sus principios se transferían directamente de las logias al liberalismo. He aquí lo indicado respecto a las logias en el Buletin du grand orient de France a propósito de los años 1899-1900: “¡Que nadie pueda moverse más, si no lo quiere la masonería, absoluta dominadora de la tierra!”. Esta declaración es parte de las muchas expresiones de estupidez características del hombre liberal. 
  • En lo demás, se intentaban enmascarar las ambiciones privadas con una apariencia pública. E igualmente necesitaba salvaguardar aquel concepto de libertad que unía a masonería y liberalismo. Las dos vías  tendieron a homologarse, y de esta coincidencia de instintos secretos nace un partido político. Es cierto que nadie, en el ámbito de un pequeño grupo, podría mostrar que persigue un poder totalmente personal, pero ¿qué ocurre si más personas se le unen y mediante el número y el mutuo apoyo, se arriesgan a hacerse con aquel poder que no podría ser acaparado por un solo individuo? ¿Qué ocurre si un cierto número de personas se asegura el poder mediante la repartición de las fuerzas disponibles y la conducción de una actividad bien organizada y finalizada sin escrúpulos? Y todavía más, ¿qué ocurre si el espacio utilizado para alcanzar tales fines, denominado espacio de la libertad, es confundido con el terreno de juego de las intrigas?
  • El liberalismo presupone que todo aquello que él hace, lo hace en beneficio del pueblo. En efecto, se pone de parte del pueblo y lo sustituye por un “yo egoísta”.
  • El liberalismo  ha alejado al hombre de los altos valores, valores que él asume originariamente del pueblo, para absorberlos, remodelarlos y devolverlos de nuevo al pueblo. 
  • El liberal no expresa ninguna sociedad articulada, sino una sociedad disgregada. Justo or este motivo no puede elaborar valores comunes al pueblo y la sociedad. El liberal tiene solamente valores falsificados, los ha modificado en base a su voluntad y les ha dado una “elaboración” personal. Y justo esto ha determinado la ruinosa disgregación que hoy  ha producido entre los componentes de un mismo pueblo. La apelación al pueblo sirve a la sociedad liberal solamente para sentirse autorizado y ejercer su libre arbitrio. El liberal ha utilizado y difundido el eslogan de la democracia para defender sus propios privilegios sirviéndose de las masas. 
  • Pero al hombre liberal el pueblo le es completamente indiferente. El liberalismo es el partido del arribismo. Es el partido de quien ha entendido ofrecerse, entre el pueblo y los espíritus elevados, que son aquellos que, procediendo del pueblo, cumplen con sus deberes de forma creativa, sin cálculos cual expresión de un pueblo o una nación caracterizados por el espíritu creativo. Por el contrario, aquellos que pertenecen a esta clase intermedia no han acompañado el crecimiento de una nación, aquella en la cual se han introducido como cuerpos extraños. Ellos se sienten únicos, y no se preocupan de nadie y mucho menos del pueblo. Son totalmente extraños en la historia del pueblo en el cual actúan. No comparten sus tradiciones, y no han tenido participación alguna en su pasado. Ni tan siquiera comparten la ambición en el futuro. Ellos solo buscan las ventajas en el presente. La última idea está dirigida a la gran Internacional, en la cual son ignoradas las diferencias entre lenguas, razas y culturas: se debería ser gobernado como un único pueblo, de una familia formada por hermanos seleccionados de las inteligencias de todos los países, los cuales asumirían en sí mismos las prerrogativas morales del mundo en su totalidad. Ellos pliegan a la nacionalidad ante este internacionalismo, y para hacerlo se sirven también del nacionalismo. 
  • Los liberales, desde su concepción internacionalista, utilizan ahora el pacifismo o después el militarismo en función de las circunstancias. Lo utilizan de vez en cuando como medios para cumplir sus objetivos e intereses. Si el sentido de la duda hace que se pregunten: “¿Con qué objetivo vivimos?” su propio cinismo responde: “¡con el de vivir!” Así viven ellos y se crean el medio para poder vivir.
  • El liberalismo, convertido en nacionalista, se ha servido de las enemistades entre los pueblos como medio intrigante para sus objetivos políticos. Ha incitado a unos pueblos contra otros provocando la destrucción. 
  • El egoísmo es la característica del liberal, que abandona en el diluvio las cosas de las que vive. En contraposición a todo conservadurismo, que se conecte siempre con la fuerza del hombre, el liberalismo explota su debilidad. El liberalismo busca poner en práctica trucos para extraer fuera de su debilidad. Se hace de forma que se vive del perjuicio al prójimo, ocultando este desorden bajo la apariencia del ideal. Este es su cálculo. Cálculo hasta ahora realizado. 

  • El liberalismo ha destruido la civilización. Ha aniquilado las religiones. Ha destruido las patrias. Ha representado la disolución de la humanidad. Los pueblos de naturaleza no conocen forma alguna de liberalismo. Para ellos el mundo es una experiencia de vida unitaria que el individuo cumple con sus semejantes. Así perciben la vida como una lucha que les implica y les une. 
  • Aquellos pueblos que se fundaron sobre un principio solitario, o aquellas naciones que han dejado de ser pueblos, han dado al liberalismo todo el espacio que éste pretende. Tales pueblos, en un estrato inferior, han permanecido como masa, mientras que en el superior han estado constituidos por una clase privilegiada. 
  • El liberalismo tuvo comienzo con un falso concepto de libertad, nacido de un malentendido. Y terminó con un falso concepto de libertad, del cual continuaba sirviéndose cuando no defendía la libertad, sino sus propios intereses. 
  • Los ingleses hablaban siempre de libertad. Pero ellos procuraban su propia libertad a costa de dañar la libertad de los otros. 
  • Una cosa es el liberalismo en Europa, y otra el liberalismo en Alemania. Se sabe bien que el liberalismo de los países occidentales fue medio usado por el Tercer Estado, un juego destinado a afirmar el propio poder. éste supo engañar al pueblo con las promesas de 1789, y sobre todo supo explotarlo en su propio beneficio. Se sabe también que la libertad es la voz más atrayente del ternario de los eslóganes de los derechos humanos, con los cuales las masas han estado bajo tutela, y en lugar de ir hacia las peligrosas barricadas, se dejaron conducir hacia las inocuas urnas. 
  • Son liberales los dos partidos estadounidenses, y la única diferencia está en que los ingenuos que se encuentran en todos los partidos son liberales de buena fe, mientras los falsos lo son en buena fe. 
  • Actualmente los masones alemanes, que son todos liberales, tienden a excusarse cuando se hacen notar las intrigas de las logias alemanes ante la guerra, y juran no saber nada, callando con esto sobre su función. Nosotros estamos dispuestos a creerles, no hay necesidad de que lo confirmen. Cada país tiene su propia masonería: a las logias alemanas se ha confiado la función de abandonarse a la buena fe alemana. Y el liberalismo tergiversó el concepto que procedía de Occidente y que penetraba en Alemania. 
  • Alemania fue rendida al liberalismo alemán, y cada ciudadano se confió con extrema ingenuidad. Así la derrota era segura, dado que tenía en la estupidez humana el mejor aliado. 
  • Ha sido siempre un privilegio de la juventud luchar por la libertad. Si la libertad fuese todavía una peculiaridad del liberalismo, entonces la juventud no lo abandonaría, sino que permanecería vinculado a éste. Pero el liberalismo no tiene nada que ver con la libertad. El hombre liberal cree siempre ser su abogado. Pero él. justamente, es abogado en un sentido totalmente equivocado, por el hecho de que lleva consigo el arte del acomodamiento, la capacidad de adaptar la realidad siempre a su propio beneficio. Él, como hombre de letras, hace guiños al libertinaje, y lo demás es asignado al artista, al aventurero o al criminal. Pero la sospechosa cercanía entre ellos y el liberal indica hasta qué punto este liberalismo constituye el elemento de disgregación que invade a los Estados, introduciéndose tanto en la vida de los individuos como de la comunidad. 
  • En el liberal, la juventud alemana identifica al enemigo. 

Capítulo IV

Democrático

La democracia es la participación de un pueblo en su destino

  • Se reconoce la democracia en un pueblo si éste sabe lo que quiere. 
  • La democracia es la participación del pueblo en su propio destino. Y el destino del pueblo, deberíamos decir, pertenece al pueblo. La pregunta es siempre la misma: ¿Cómo es realizable una efectiva participación?
  • El socialista decía: “cada pueblo tiene el parlamentarismo que merece”. ¡Cierto, cierto! Pero nosotros hemos llegado a otra conclusión: pensamos que el tiempo del parlamentarismo ha terminado. Y justo en esta tierra, en la que el parlamentarismo se ha comprometido fuertemente, más que en ningún otro país. Por lo demás, Alemania es un país demasiado noble para el parlamentarismo. 
  • La democracia o es la expresión de la autoestima de un pueblo o no es nada.
  • Una revolución no permanece nunca revolucionaria. Una revolución muestra siempre una tendencia a convertirse en conservadora. 
  • Algunos alemanes, que en la época de las masas habían permanecido individualistas, dirigieron su pensamiento hacia Nietzsche, que ha representado el polo opuesto respecto a Marx en la historia espiritual del siglo. Individualmente en el comienzo de los acontecimientos que hemos vivido, Marx, con su pensamiento, ha favorecido el desarrollo de aquel materialismo en el que han terminado los demócratas de la revolución. De hecho, y ante todo, Marx ha desarrollado un pensamiento materialista y una concepción materialista de la historia. Él había perpetrado un engaño infernal en los enfrentamientos de la humanidad al tratar la materia como idea. Sin embargo, es necesario tener presente que cada movimiento libera siempre un movimiento contrario. Así, cuando el marxismo cae en la red democrática, he aquí que con Nietzsche resurgía un pensamiento aristocrático. ¿Fue Nietzsche el verdadero representante de un movimiento tal de oposición, afirmándose después el la irrupción de las masas por el diagnosticada y despreciada como expresión del “triunfo de la mediocridad”?
  • Nietzsche fue el combatiente que luchó contra todo aquello que es masa, ausencia de articulación y jerarquía. Él, “en la era del sufragio universal, en la cual cada uno puede apelar al juicio frente a cada uno”, se ha sentido el restaurador de un orden jerárquico. Él hablo de las “terribles consecuencias de la igualdad” diciendo: “Toda nuestra sociología no conoce otro instinto que aquel del rebaño, o sea, de la suma de ceros, en la cual cada cero tiene iguales derechos, y donde es virtuoso ser cero”. Pero Nietzsche ha diferenciado la base biológica del pueblo, proletariado y democracia. 

  • El mismo marxismo, cuya doctrina contemplaba la resolución del problema del proletariado, no ha hecho nunca la pregunta ni ha respondido a ella: ¿Cómo ha surgido el proletariado?
  • Marx dirigió sus objetivos al proletariado por sus vínculos naturales. Como hebreo no tenía patria. Dijo al proletariado que era falsa la afirmación por la cual una tierra y un pueblo habrían constituido una unidad. Lo convenció de que su único bien común fuese el interés económico que unía a los proletarios de todos los países y más allá de los limites estatales o lingüísticos. 
  • Marx prestó atención a la plusvalía solamente como totalidad, para poder decir a la clase proletaria que la fábrica le pertenecía: como si las masas hubiesen inventado las máquinas, construido las fábricas y hecho las empresas. 
  • No entendió cómo el problema residía en el excedente de los hombres respecto al espacio. Vio solamente que éstos buscaban un lugar, una ubicación conectada con la posibilidad de trabajo, y que esta posibilidad de trabajo no era más que su “armada de reserva industrial”. Pero, de hecho, él observaba un estadio tardío del sistema de producción capitalista y lo juzgaba en base a la particular situación de Inglaterra. 
  • Todavía busca afirmarse la palabra de Marx en su poder sobre las masas: “La liberación de la clase trabajadora solo puede ser obra de la misma clase trabajadora”. Pero las masas están en un error. Y más poderosa que estas palabras que intentan seducir, es la realidad que ha sido tergiversada. Aquí el proletariado experimenta en sus propias carnes, que no existen clases oprimidas sino en su conciencia, y que existen naciones oprimidas. ¿No deberá entonces rebelarse el proletariado en conexión con la lucha de liberación que afrontará la nación a la cual él pertenece?
  • Marx pone el acento sobre la exigencia de la clase trabajadora de liberarse en sí misma. No creemos que un pueblo solo pueda liberarse, y ponemos el acento sobre la pregunta: ¿Nunca podrá liberarse la clase trabajadora como tal?
  • El marxismo, con la génesis del proletariado, ha errado en la comprensión de su sociología como de su psicología. 
  • Debemos, si queremos tener una respuesta a aquella pregunta, entender exactamente el aspecto psicológico. ¿Quién es el proletariado de una nación? ¿Qué significa ser proletario?

  • Es proletario aquel que quiere ser proletario.
  • No es la maquina, ni la mecanización del trabajo, ni la dependencia salarial en el ámbito del sistema de producción capitalista lo que hacen al hombre proletario, sino la conciencia proletaria. 
  • El mundo ideológico del proletariado es simple. Esta es su fuerza. Pero este mundo, entre otras cosas, es angosto, inadecuado en sus presupuestos, privado de fundamentos, privado del sentido del crecimiento, privado de una visión estructural y de conjunto. Y en esto está su debilidad, su falta de visión y, en un cierto sentido, su falta de perspectiva. El ostracismo que lo caracteriza le es innato. Originariamente, todos nosotros, en cuanto hombres, hombres primordiales, somos proletarios, sentados desnudos sobre la dura tierra. Pero inmediatamente surge una estructura ordenada, a la cual es preciso adaptarse. Quien no alcanza el desarrollo suficiente para adecuarse a tal sistema permanece en lo bajo, no se eleva, antes se precipita. 
  • Una masa se forma a través de generaciones, y también su formación es una elección. El gran peso de la masa permanece. El proletariado existe siempre. El socialismo es un intento de acelerar este crecimiento en nombre del desarrollo. Pero el proletariado continúa existiendo. Detrás del cuarto estado, todavía en formación pero que rápidamente se convertirá en burgués, urge decidir el quinto y el sexto estado, que quizás no representan a una sola clase sino a una nación entera esclavizada, con banderas de las cuales hoy nadie conoce los colores. El proletariado es para siempre. 
  • Aquel que no quiere ser proletario se distingue del proletario por los valores que produce en sí mismo y que le dan una sensibilidad espiritual más profunda y una perspectiva más amplia. 
  • El proletario concibe el mundo como él lo ve. Pero él está en condiciones de ver solo su mundo proletario, no aquel que existe a su alrededor. El proletario piensa de forma astuta pero en términos breves. No tiene tradición alguna de pensamiento. Piensa de forma ingenua, y puesto que afirma hacer solo aquello que considera justo, cree actuar de forma justa. si pensásemos de forma histórica, entonces sabríamos, desde una profunda experiencia de los hombres, que el ascenso de proletariado ha representado una verdadera desilusión. 
  • El no proletario se separa siempre de la masa proletaria: este es un hombre dotado, un hombre responsable de sí mismo, partícipe de los valores espirituales de una gran nación y que tiene la fuerza para ir más allá de las clases. El proletario no está nunca seguro de que sus hijos y las generaciones sucesivas no sean ya proletarios, no saben si lo querrán ser todavía, desde el momento en el cual sean insertos espiritualmente en un común contexto social. En efecto, una revolución puede acelerar este proceso. En una revolución la voluntad política del proletariado tiende a la violencia, no al poder. Y la violencia actúa de forma eficaz, pero es pasajera. Solo el poder es duradero. Y siempre surge de una revolución el hombre que, siendo proletario y no pensando de forma conservadora, se debe comportar de manera conservadora, en la medida que debe obedecer a la voluntad de la vida. 
  • La revolución ha confundido la literatura con la política. Ha pensado en la enfatización de la paz, de la libertad y la igualdad como si fuesen expresiones políticas. De este error iluminista deriva la ausencia de paz, de libertad e igualdad que caracterizan nuestra vida. Es un error de diletantes. El proletario no tenía tradición política alguna. Su escuela era el partido. Pero el partido no tenía genio alguno. El genio siempre viene producido por el tiempo y la eternidad. 
  • La ley del conservadurismo creativo solamente tiene eficacia para el trabajo político, y toma continuamente forma en su gran y eterno contenido. La revolución ha confundido la literatura con la política. Ha penado en la enfatización de la paz, de la libertad y la igualdad como si fuesen expresiones políticas. De este error ilusionista deriva la ausencia de paz, de libertad e igualdad que caracterizan nuestra vida. Es un error de diletantes. El proletariado no tenía tradición política alguna. Su escuela era el partido. Pero el partido no tenía genio alguno. El genio siempre viene producido por el tiempo y la eternidad. 
  • El conservador no limita su pensamiento a la economía, sino que expande su vida hacia poderosas emociones, a ideas y proyectos, que definen una vida en sentido histórico. Piensa por encima del tiempo, en los acontecimientos eternos de la naturaleza humana, que insertan la vida cotidiana en un largo curso histórico. Pon en relación las enseñanzas legadas por todos los tiempos y todas las partes del mundo con las necesidades vitales de su pueblo, que para él representa el centro natural de la humanidad. Reencuentra en la nación al propio yo como comunidad. Tiene en su esencia todo cuanto pertenece al hombre, su realidad terrena, su voluntad vital y sus finalidades. Habrá liberación para el proletariado cuando eleve su pensamiento por encima de la economía, y cuando busque construir este mundo proletario en el interior de un mundo histórico. Todo dolor humano expresa nobleza. Solo el dolor proletario no ennoblece. La impotencia no puede ser nobleza. Y es impotente aquel que piensa solo en términos económicos y no comprende la realidad espiritual. 

  • Quien abandona el pensamiento proletario deja de ser proletario.

  • Siempre es posible que a una primera revolución siga una segunda: en la socialdemócrata, en la comunista, en la parlamentaria, en la terrorista, en la estatal-política, en la mundial-revolucionaria. Pero la segunda revolución provocará un surgimiento todavía más rápido de un contra movimiento conservador, que representará, como unión de los pueblos de Europa, la única posibilidad de vida tanto para los individuo como para los pueblos.
  • El conservador es aquel que no reniega de nada, mientras todo es negado, que sabe mantenerse todavía íntegro mientras todos vacilan. 
  • Es reaccionario buscar una vía de escape político allí donde ha habido un fin histórico.
  • Es conservador ver continuamente un comienzo.

  • El comunismo alemán ha admirado siempre, y solamente, al ejemplo ruso, pero nunca ha ofrecido un ejemplo alemán.
  • ¡El comunismo ha hecho de la revolución mundial solo una política de partido y en esto ha naufragado!
  • Es cruel quitar a los hombres toda esperanza. Pero aquí debe ser cortada una esperanza que conduce a la locura y la ruina. No existe ningún Reich milenario. Existe solo, y siempre, el Reich de la realidad de una nación hecha en su propia tierra. 
  • Hoy, los trabajadores ven las cosas desde un solo punto de vista. No ven que todo cuanto acontece concierne a todo el pueblo. Se sienten como una nueva clase social. Entran por primera vez en nuestra historia y piensan que pueden no tener en cuenta esta historia, ellos que hasta ahora no habían tenido ninguna participación en la misma. Han creído ser llamados por la propia fuerza a dar inicio a la historia actual, y que habrá un futuro totalmente desvinculado del pasado. Pero ya han experimentado en este presente que no se podía alcanzar un objetivo prefijado sin la posesión de aquellos valores que han constituido la constante de aquellos compatriotas que han edificado nuestra historia. Tampoco la clase obrera alemana cae fuera de la historia alemana, sino que adquiere significado solamente cuando participa con conciencia. Y esta conciencia la podrá recibir solo cuando retome la posesión de los valores propios compartiéndolos con sus conciudadanos, así como comparte la lengua y la historia. ¡Siempre hemos perdido en esta historia cuando nos hemos dividido!

  • El comunismo sabe ahora que la paz eterna sobre la tierra debe ser conquistada mediante la lucha. Sabe que renunciar a las masas significa renunciar a la victoria. 
  • La catástrofe que vivimos tiene su motivo más allá de Marx y de Nietzsche. La catástrofe va más allá del individualismo, herencia final y agotada, fenómeno de la época liberal provisto de fuerza aparente, expresión de una fase de renuncia y de transición. El futuro no pertenece a las problemáticas más allá de las personas de carácter.


Capítulo VI

Reaccionario

La política se deja conducir de forma retroactiva



  • El conservador vive en la conciencia de la eternidad, por encima de toda temporalidad. Pero al mismo tiempo ve el presente abierto hacia el futuro. 
  • Reaccionario es quien confunde política  e historia y querría que la historia fuese hacia atrás.

  • Existen católicos que creen en los valores de su patria de forma pura e incondicionada, así como los nacionalistas. Igualmente existen socialistas que no tienen ninguna confianza ante ninguna Internacional, y que antes se han convertido en patriotas. Y añadimos que la dictadura comunista es muy cercana, por diversos aspectos, a las dictaduras militares. 
  • Es reaccionario aquel que considera que la vida que hemos llevado desde 1914 es hoy bella y grandiosa. Por el contrario, es el conservador quien no se somete a ilusiones y autoengaños, y por amor a la verdad reconoce que eran tiempos terribles. 
  • La nación, con el estallido de la guerra, fue llamada a una participación en el Reich, entonces inesperada precipitada. Los cuatro años que se sucedieron demostraron que somos un pueblo de la emergencia. Pero la derrota reveló que no estábamos preparados para la emergencia. La guerra demostró nuevamente que el pueblo poseía una naturaleza buena, fuerte y pura. La fidelidad y la decisión con la cual el pueblo entró en la guerra, el valor, la resistencia, la capacidad de soportar manifestaciones durante su curso, mostraron al mundo que nos acusaron de aquello por lo que vale este pueblo acusado. Pero la derrota demostró a la nación que estábamos totalmente privados de ideales políticos. Solo con la experiencia de la guerra y la derrota nos obligó a considerara aquello que, desde hace tiempo, estaba perdido, y la nación recibe ahora este contenido político; pero lo recibe tarde, como prueba terrible, y nadie saber si no será demasiado tarde. 
  • Las revoluciones son solamente infrahistorias. Marx las ha llamado motores de la historia. Pero si insertamos las revoluciones en la historia y queremos permanecer en una perspectiva materialista, debemos entonces definir las revoluciones en sus encuentros con la historia: grandes catástrofes que provocan víctimas, y que pueden tener consecuencias imprevisibles al presentarse con la accidentalidad de una catástrofe casual. 


Los años verdes, Jukio Mishima


  • Si uno duda de todo, acaba siendo un filósofo al que no le queda más remedio que encerrarse en su estudio. Si, por el contrario, uno no duda de nada, podrá saborear una felicidad a ras de tierra. 

  • Un malentendido es evidentemente responsable de que el sentimentalismo sea atribuido por lo general al temperamento femenino. Pero lo sentimental, esa capa de maquillaje que cualquier hombre rudo y simple se coloca sin darse cuenta en el corazón, es un atributo masculino. 

  • Las personas aprenden el individualismo de una sociedad en estado normal, igualmente el adolescente, antes de eso, aprende el heroísmo de una sociedad anormal. El aumento de la amplitud de vibraciones de una sociedad provoca convulsiones en el individualismo. El heroísmo es, así, un individualismo que grita elocuentemente contra la sociedad misma. Y de tanto gritar, los adolescentes que maduraron en la década de los 30 acabaron quedándose roncos. 

  • Aunque tardamos mucho en darnos cuenta, la verdad es que odiamos a nuestro padre porque es la persona que más se parece a nosotros mismos. 

  • La filosofía alemana carece de válvula de seguridad; además, el freno jamás le responde. 

  • La política suele encargarse de que la verdad fracase. 

  • En las personas tímidas  la decisión y el impulso son semejantes al paroxismo. En realidad, sin embargo, tales personas carecen de valor para ejecutar acciones temerarias sin cerrar los ojos. Para este tipo de individuos la decisión de emprender una acción es como realizar por sí mismos una operación quirúrgica en su cuerpo de carne y hueso. Es, por lo tanto, cruel criticarlos porque se anestesien antes. 

  • En todos los patriotismos late una sombra de narcisismo. Quizás por eso, todos los patriotismo parecen necesitar vestirse de atractivos uniformes. 

  • Si uno quiere tener una desilusión, hasta la misma desilusión puede ser objeto de una ilusión. Si ser hombre significa estar siempre deseando algo, también puede significar estar siempre olvidando el objeto de deseo. 

  • La ciencia podría cambiar fácilmente las facciones feas o bellas de las mujeres, lo cual no dejará de ser un gran problema para todas ellas. Si todas las mujeres, gracias a la ciencia, fueran guapas, dejaría de haber referentes comparativos entre guapas y feas. En tal situación, ya no existiría la felicidad que ocasiona el que una fea se vuelva guapa, ni la que hace que una guapa se sienta tan especial por ser guapa.

  • El materialismo es un hijo natural del prejuicio capitalista que afirma: “no hay nada que no se pueda comprar con dinero” o “con dinero se puede comprar cualquier felicidad”. 

  • “La sociedad” es la ilusión más humana de todas las ilusiones posibles producidas en la era moderna. Ya no se busca la forma original del ser humano en el individuo, sino tan solo en la sociedad. “La sociedad” de nuestra era moderna busca solamente el deseo, como hacían los hombres primitivos; es una sociedad que vive, se mueve, ama y duerme como los primitivos. La razón de que la gente lea ansiosamente en el periódico los artículos de sucesos, se debe al deseo de conocer “la vida y las noticias” de cada mañana de este hombre primitivo. Es el deseo de un lacayo, de un lacayo que ambiciona el éxito social para alcanzar, como mucho, el nivel de vida de su señor. 



Socialismo Fascista, Pierre Drieu La Rochelle, 1933-34


  • Lo que el proletario gana de un lado, lo pierde del otro. Cuantas más ventajas adquiere, más carácter pierde. Por otra parte, sus dificultades se confunden cada vez más con las de las otras clases. 

  • Tener el poder no es tener acceso a la mayor parte de las funciones medias o inferiores de la administración, no es tampoco tener un acceso casi exclusivo a ciertas ramas, es tener en la mano los mecanismos de mando. 

  • En realidad no hay nunca sino una pequeña élite que gobierna y que, para gobernar, se apoya en una o varias clases, de hecho siempre sobre un complejo de clases. 

  • Una clase no gobierna, apoya un equipo de gobierno. Esa idea del gobierno de las otras clases por una clase nace del siguiente error: se confunde el poder político con los privilegios sociales. 

  • La masa de una clase no gobierna, en consecuencia, durante un gran cambio político y social, una clase gobernante no es reemplazada por una de las clases gobernadas. Hay un simple remplazo de una élite de gobierno por otra, animada por un nuevo espíritu, armada con una nueva técnica. En 1789, la burguesía no remplazó al gobierno de la nobleza porque esta no gobernaba, no había gobernado nunca; pero un equipo de gobierno de un nuevo tipo remplazó a un equipo de un tipo superado. 

  • Lo que cambia, sobre todo es la técnica: bajo la apariencia del régimen representativo, la técnica burocrática es definitivamente abstracta, complicada, refinada. Y alrededor de la nueva élite política se forma una nueva esfera social de privilegiados y aprovechados. De la misma manera que la nueva élite obedece a nuevas consignas (actúa sobre la opinión con manifiestos, discursos, prensa, elecciones, maniobras parlamentarias, y ya no a través de intrigas cortesanas, con una presión indirecta sobre las clases), la esfera privilegiada, siguiendo nuevas aspiraciones, busca el dinero que da prestigio y ya no el prestigio que da dinero. 

  • A despecho de las figuras del sufragio universal y la representación parlamentaria, no hay remplazo en la soberanía de una clase menos numerosa por una clase más numerosa; no hay ampliación en la base en el orden del gobierno. La relación de cantidades permanece fija; el flujo social pasa a través de estos términos como el agua de un río a través de las esclusas. 

  • Tenemos el derecho de devolver el razonamiento de Marx y proponer: “Igual que la burguesía no ha remplazado a la nobleza como clase gobernante, el proletariado no remplazará nunca a la burguesía en esa relación”. La dictadura política del proletariado para ser un mito construido como contrapartida del mito de una dictadura de la burguesía, una imposibilidad en el futuro, frente a una irrealidad en el pasado. 

  • Que no se nos diga que en el curso de nuestro razonamiento hemos jugado con las palabras: son Marx y Engels los que emplean las palabras con ligereza. Ya que, o se contradicen, o en su espíritu uno de los términos de la contradicción en que caen pese a si mismos, es más fuerte que el otro. En efecto, cuando adelantan que “la potencia gubernamental moderna no es sino una delegación que gestiona los intereses de la clase burguesa”, su análisis sumario tiene el aire de acercarse poco a la relación real de una clase en su masa con la esfera gubernamental. Entreven que hay una distancia entre la clase que se aprovecha y el círculo gobernante. Pero, por otra parte, de forma contradictoria, hablan de la soberanía política total asumida por la clase burguesa. Y prometen esa soberanía política total a otra clase, la proletaria. Ese es el fondo de su concepto. 

  • La potencia gubernamental no puede ser delegada por una clase, porque hay varias clases. 

  • Los marxistas, después de Marx, se han agotado corrigiendo esas formulas absolutas; pero nunca han querido renunciar a las mismas. De ahí, su continua decepción delante de la historia europea desde hace tres cuartos de siglo.

  • No puede haber gobierno de clase -ni directo, por la razón psicológica que pocos hombres puede gobernar a la vez, ni indirecto-, por el motivo social  de que colocado siempre delante de un complejo de clases, un gobierno no puede subsistir sino reconociendo todas las clases que están en ese complejo y no negando ese complejo en provecho de una de ellas. 

  • La monarquía en Francia se estableció antaño entre la nobleza antigua de la espada, la nueva nobleza de la toga, el clero, el tercer estado. Y sucumbió porque no fue capaz de actualizar los cálculos de su equilibrio. Los gobiernos que se han sucedido desde 1789 han debido trabajar constantemente por el equilibrio entre la burguesía rica, la mediana y pequeña burguesías, el campesinado y el proletariado, entre industria, comercio, agricultura, profesiones liberales. Todos aquellos que han descuidado o calculado erróneamente ese equilibrio han perecido. 

  • Allá donde antaño se sentaba un noble ahora se sienta un burgués. 

  • Negamos que exista el remplazo de una clase por otra. 

  • En contra de lo que cree Marx, no se forma nunca una nueva clase frente a la antigua. 

  • Marx y Engels cometieron el error de mirar siempre hacia Francia, y de presentar en consecuencia el proceso ruidoso y evidente del 89 como modelo de toda evolución social. 

  • No hay remplazo de una clase por la otra, sino fusión de las dos clases en una sola bajo una nueva regla vital. Lo que después de todo, acabó por hacerse también en Francia. Y se realiza también en Italia y Alemania. 

  • Para que haya lucha de clases, hace falta en efecto suponer una cierta estabilidad en los grupos antagonistas. Pero su tema de la lucha de clases descansa de nuevo ahí en una propuesta en modo alguna demostrada. En este punto, como en otros, Marx ha aceptado los prejuicios de su tiempo.

  • El proceso que Marx nos propone del reemplazo de clases las unas por las otras acaba por disolverse delante nuestro. Existe siempre una vasta y vaga clase superior que cambia de época en época de costumbres, técnica, espíritu, y sin duda alguna en parte de contenido humano, pero no hay sustitución de clases. 

  • Una clase no puede ejercer el poder político , que pertenece siempre a una élite independiente de las clases. Así pues no ha habido un poder ejercido sucesivamente por nobleza y burguesía. Ni lo habrá por parte del proletariado. La lucha de clases de Marx para la conquista del poder, carece de objeto. 

  • Según el lenguaje marxista, se ha proclamado la dictadura del proletariado. Pero no es sino una palabra: la masa proletaria no gobierna tampoco con Stalin, a través del sutil filtrado de la jerarquía soviética, como tampoco la masa burguesa bajo los Napoleón, o a través de los equipos de ministrables durante la Restauración. Y el proletariado no es la clase privilegiada; la nueva clase privilegiada en Rusia es una burocracia, una nueva clase que se compone , según el proceso que hemos indicado, de elementos tomados en todas partes. Los bolcheviques, intelectuales alimentados de historia, han pretendido, según una falsa interpretación de esa historia, confiscar la revolución rusa inmensa e indefinida en provecho del proletariado como creían que había hecho antes que ellos la burguesía. Pero simplemente han creado un nuevo equipo gubernamental tan estrecho o más estrecho que los demás, y una nueva clase de privilegiados. 

  • En Rusia, dictadura del proletariado quiere decir dictadura del partido proletario y, más exactamente, en nombre del partido, dictadura del jefe del partido. En los países fascistas el escamoteo es aún más cínico. 

  • Vemos en esta fuerza la abstracción que en Mussolini y Hitler el marxismo están tan presente como en Lenin y Stalin. 

  • Lejos de que haya una dictadura de clase, ni siquiera hay una dictadura del partido; hay una obediencia del partido. En Moscú como en Roma o Berlín.

  • La prensa, como antes el asiento parlamentario, se ha convertido en un verdadero instrumento del gobierno, a principios del siglo XX. Sigue siéndolo, fundiéndose poco a poco en la radio. La radio destruye la necesidad del procedimiento parlamentario y nos devuelve a formas antiguas de la vida pública. Los gobernantes de nuevo puede hablar directamente a la masa y a toda la masa: eso nos devuelve a la ciudad antigua o medieval, a la horda germánica o gala y a una más intensa demagogia y a la forma por excelencia de la demagogia, la dictadura. En la paz como en la guerra los progresos de la ciencia se vuelven fácilmente contra los hombres. No más necesidad de intermediarios, no más necesidad de diputados. Desde que el Sr. Gaston Doumergue habla personalmente al pueblo, los diputados franceses bien podrían ponerse un uniforme como los alemanes. El Parlamento es una institución asesinada por la prensa y la radio como los ferrocarriles, en que los parlamentarios no pagan el viaje, son asesinados por el auto y el avión. El dictador es un periodista como Mussolini, o mejor aún, un sonámbulo del micrófono como Hitler. Demagogia del siglo XX, el héroe susurrante viene a seducirnos en la cama. 

  • ¿Acaso el espíritu de Nietzsche no se encuentra en el corazón de todos los grandes movimientos sociales que se han desarrollado frente a nosotros durante los últimos veinte años? Nietzsche ha determinado en Mussolini, lo sabemos, ¿Pero acaso, no ha influido sobre Lenin?

  • Cuando el futuro jefe del partido socialista italiano, Mussolini, comienza a leer a Nietzsche -sería curioso saber si es en el mismo momento en que lee a Marx o poco después- ¿podemos decir que deja entrar así en su espíritu una sustancia que destruirá puramente al otro? No; nietzscheanismo y marxismo se destruyen por su esencia exclusiva, pero renacen en partes importantes en la forma social completamente nueva que surge de la amalgama de sus influencias. 

  • Es evidente que las revoluciones de Roma y Berlín han extraído directamente todo su impulso del antimarxismo por excelencia, del relativismo y del pragmatismo nietzscheano. 

  • No podemos dejar de pensar que nadie ha criticado más que Nietzsche el espíritu alemán, y que sin embargo nadie ha sido más alemán que Nietzsche. 

  • La masa de la izquierda no practica el pacifismo nada más que para no practicar el socialismo. 

  • Bien, aquí está; el mundo de la derecha y el mundo de la izquierda, que descansan sobre las mismas bases mezcladas -geográficas y sociales- participan de la misma combinación político-económica , pero se separan en la división de los beneficios. 

  • A bulto, el mundo “nacional” de derecha es más bien el que toma los beneficios económicos , y el mundo “social” de izquierda los beneficios políticos. A bulto, el mundo radical es el mundo que se une a la máquina política más que a la máquina económica. Y el mundo socialista, a través de los sindicatos de los empleados, funcionarios y obreros que trabajan en los grandes servicios públicos, también. El mundo de la izquierda, secretamente nacional, vagamente social, no es en absoluto socialista, aún menos proletario. El burgués y campesino más que obrero, y muy funcionarizado.

  • Profundamente, los mundos de la derecha y la izquierda se apoyan mutuamente y no pueden separarse. Unos y otros dentro del marco nacional, unos y otros a caballo en todas las clases, participan del sistema económico político de la democracia capitalista. 

  • El mundo de extrema izquierda es incapaz de derribar el capitalismo, como el mundo de extrema derecha es incapaz de derribar la democracia, porque los dos mundos de izquierda y derecha se sostienen entre sí.

  • Los corruptores aman aún más a los corrompidos, que los corrompidos a los corruptores. 

  • Ya no se dice izquierda y derecha en un país fascista. Ya no hay sino capitalismo contra socialismo, enlazados en una lucha a muerte. 

  • La gente de izquierda no sabe de qué se trata. Dicen: “El fascismo, es la última defensa del capitalismo. Es un último triunfo del capitalismo”. Pero no, como en Moscú, se trata en Berlín y en Roma de una reacción mucho más pura. De una reacción como no se había soñado desde el Sr. Joseph de Maistre. La reacción pura y simple. E incluso como no se había vuelto a ver desde el combate entre el sacerdocio y el imperio. Ya que se nos da una teocracia pura en donde lo espiritual y lo temporal se confunden por fin. Es la gran reacción que ya conoció la Roma Imperial. Y sin embargo lo quiero. La libertad está cansada, el hombre debe volver a sumergirse en su fondo más oscuro. Digo eso, yo el intelectual, el eterno libertario. 

  • Necesito tan pocas cosas. 60.000 francos año. Dos habitaciones y un cuarto de baño. Algunos taxis. Dos trajes, uno de cambio. Uno o dos viajes por Europa. He renunciado a Asia y a los niños. Soy un monje. Contemplativo, disfrutaría tanto de un aparato estatal como siendo pobre he disfrutado del capitalismo. Ni siquiera necesito estar cerca de los jefes para disfrutar de un mecanismo que adivino. 

  • Lo que me preocupa, es la salud física y moral de los hombres. Sufro por el cuerpo de los hombres. El cuerpo humano es innoble, al menos en Francia. Horrible, pasearse en las calles y encontrarse con tantas dolencias, fealdades o cosas inacabadas. Esas espaldas combadas, esos hombros caídos, esos vientres hinchados, esas piernas delgadas, esas caras apáticas. No, sufro demasiado, yo élite, necesito reaccionar contra esto. 

  • ¿Y esa gente en que cree? Se les ha hecho creer en sí mismos: es estúpido. Hace falta darles un dios. Puesto que ya no queda un dios en el cielo, démosles un dios en la tierra. Los dioses nacen en la tierra, después ascienden al cielo.

  • ¿Qué diferencia entre mussolinismo, hitlerismo o estalinismo? Ninguna. 

  • Si Francia comenzase ahora a buscar un dictador, lo haría con retraso. Ya que habéis pensado que la moda de los dictadores pronto pasará en Europa. Para mí, creo que ese entusiasmo hacia un remedio de caballo no resistirá a la muerte del primero de aquellos que vemos gobernar hoy. ¿Habéis pensado en la gran desilusión, el día en que uno de nuestros grandes hombres se largue? Ese día la Europa del siglo XX comenzará a meditar sobre los inconvenientes de la dictadura; como ya tuvo ocasión de hacerlo Europa en el siglo XIX después de Waterloo y Sedan. Y un dictador que muere en su lecho deja un hueco tan grande como un dictador derrotado. 

  • Cuando Mussolini o Hitler, o Pilsudski, o Stalin, mueran, se producirán sucesos que mostrarán a los europeos el inconveniente capital de la dictadura, que es que un día se acaba. Entonces, rascándose el mentón, delante de un sillón vacío, un teléfono descolgado, grandes pueblos descubrirán que un dictador organiza todo un Estado a su medida, que construye la máquina buscando el intenso rendimiento que puede producir bajo una dirección genial. Pero que el día en que el genio ya no se encuentre remplazo para el mecánico sublime; hay diez candidatos mediocres que se combaten y hace falta rechazar. Hace falta mucho tiempo para reducir los engranajes a la media de los gobernantes que nos traen lo ordinario de las temporadas. Precisamente  en el momento en que los franceses partirán en busca de un dictador, verán a rusos e italianos regresar al arte de superarlo. 

  • Me parece imposible que en tres o cuatro años, vivan al mismo tiempo dictadores durante más de una veintena de años. Ciertamente Stalin, Mussolini y Hitler son jóvenes . Pero si llegan a viejos, no podrán mantener sus países en el estado de tensión en que se encuentran desde hace ya tanto tiempo. 

  • Las mismas causas que precisan de una dictadura, al atenuarse, hacen difícil, sino imposible, su mantenimiento. Una dictadura es siempre consecuencia de una revolución, no se necesitan tanto de un gran jefe para comenzar una revolución como para fijar sus resultados. Cuando se comienzan a implantarse sólidamente, ya no se necesita al dictador. Por el contrario, se vuelve molesta, ya que  impide que la vida recupere su agilidad. Mussolini o Stalin pueden morir, lo esencial del régimen que han establecido les sobrevivirá, (si analizo severamente la idea de la dictadura, no creáis que por eso soy antifascista), pero con otro ritmo. Ahora bien, su demasiado prolongada presencia impedirá el establecimiento de ese nuevo ritmo. 

  • Europa, si la siempre presente y benéfica muerte no la ayuda, encontrará bastantes más dificultades para desembarazarse de sus dictadores que las que ha encontrado para aceparlos. 

  • Ciertamente, los marxistas de buena raza colocan en su amor fraterno hacia Lenin algo de humano y razonable, pero las masas no les han seguido de manera igualmente medida. Me parece en todo caso indudable que el ejemplo de Moscú ha desencadenado sobre Europa una ola de monomanía dictatorial. Allá, como en tantos otros puntos, el fascismo de Roma o Berlín, de Varsovia o Ankara, me parece haber derivado de la corriente llegada de Moscú más que de haber reaccionado contra él. 

  • El fascismo no surge de la dictadura, es la dictadura la que nace del fascismo. El fascismo ha salido del cerebro de Mussolini como Minerva de la frente de Júpiter. Ha tenido en Italia todo el movimiento, todo el esfuerzo de una generación  que ha buscado y encontrado el fascismo y que al mismo tiempo o después se ha buscado y encontrado en Mussolini. Un individuo no puede comenzar nada, no puede crear todas las piezas de una maquinaria política: no puede sino tomar en sus manos un impulso colectivo, unirlo y proyectarlo. Para un elegido hacen falta muchos convocados. Hace falta que muchos hombres busquen, reflexionen, actúen, para que después el mejor de ellos, impulsado por ellos, a su vez los impulse. 

  • La espera en que vemos en muchos franceses hoy es estéril. Es un signo de irreflexión y debilidad. No se espera un hombre. Los hombres deben trabajar, arreglárselas por sí mismos; y si se ayudan bien, un jefe los ayudará. Un jefe es la recompensa de numerosos esfuerzos continuados. Es lo que vemos leyendo la historia no tan solo de Mussolini, sino de Hitler, Lenin, Stalin, Kemal. 

  • Antes de ser dictador, Mussolini fue durante largo tiempo uno de los jefes del partido socialista. Hitler tardó dos años en triunfar, entre otros veinte jefes, otros veinte pioneros. Lenin estaba en el seno de una pléyade numerosa y brillante en la que había tres o cuatro émulos, uno de los cuales ha podido tomar honorablemente su lugar. 

  • La guerra moderna es en todos los aspectos una abominación. Me he esforzado desde hace quince años en demostrar y hacer sentir que esa guerra, en efecto, destruye todos los valores viriles. 

  • La revolución rusa fue una guerra llevada a cabo por hombres que no temían la violencia, que la saludaban como una necesidad. Los revolucionarios rusos no tan solo han destruido a sus adversarios, también han destruido en sus filas a aquellos que dudaban en emplear la violencia. La larga lucha y la feroz victoria de los bolcheviques contra los otros partidos autoproclamados revolucionarios (mencheviques, socialistas revolucionarios etc.), ha sido la lucha y la victoria del espíritu guerrero en la revolución contra el espíritu pacifista. Masacres, hospitales y prisiones, he aquí los jalones de la guerra civil tanto como de la guerra militar. Las revoluciones italiana y alemana han sido hechas también por hombres que admitían francamente la violencia contra los hombres que escapan de ella o la negaban. 

  • Sin juventud no hay guerra. 

  • Un comunista francés habla sin cesar contra la “guerra capitalista”. Pretende con ello decir que no hay guerras sino por culpa del capitalismo. 

  • Por otra parte, si una guerra estalla entre la URSS y no importa que otro país, está dispuesto a apoyar esa guerra. La apoyará como una molesta, pero ineludible necesidad. ¿Pero acaso no ha pasado lo mismo con todas las guerras?

  • Si queremos rechazar la guerra absolutamente hace falta colocarse en el único terreno en el que la sociedad no es un absoluto. Pero para todos aquellos que son absolutamente sociales como los nacionalistas y los comunistas, la guerra es un medio social del que no pueden escapar. 

  • Napoleón nunca hizo la guerra sino por razones tácticas. El belicismo puro no existe sino en la literatura. 

  • La guerra explota, en cinco años. Francia y Alemania se lanzan la una contra la otra. Francia solo sería derrotada, aun más seguramente que en 1914; durante algunos años, habrá un joven francés contra dos jóvenes alemanes rearmados. Así pues, los otro deberán intervenir. Todos los demás. No estarán de más. 

  • Italia sabe bien que, marchando con Alemania, se encontrará en un estado de inferioridad absoluto respecto a sus compañeros de combate al día siguiente de una victoria. Eso va de por si  y no es eso lo que me interesa. 

  • Mirad del otro lado. ¿Qué hace Polonia? Marcha contra Alemania. ¿Estáis seguros? Planteo la cuestión porque miro más lejos. 

  • En efecto, ¿qué hace Rusia? Aunque enfrentada con Japón, Rusia marcha contra Alemania. Porque Alemania (hitleriana o no) supone para Rusia un peligro mayor que cualquier otro grupo humano. Alemania es aun para Rusia el gran vecino cuya superioridad técnica no ha sido abolida. Y a continuación, hay entre el semisocialismo de los fascistas alemanes y el semifascismo de los comunistas rusos el mismo odio familiar que entre el imperialismo  de los Romanov y el de los Hohenzollern y los Habsburgos. En ambos lados, misma base fuertemente nacional, por debajo la misma tendencia hacia la evangelización mundial. La que lleva a la lucha. 

  • Así pues, Rusia marcha contra Alemania. ¿Pero entonces? Ahí  os espero. Que Polonia marche o no con o contra Alemania, Rusia la invadirá. Y esto imprimirá su carácter capital a la nueva gran guerra. Como amiga o enemiga, Rusia invade Polonia y todos los jóvenes países eslavos que le son limítrofes, y los países bálticos. Rusia invade Rumania, Polonia y Estonia. Y en todos esos países se proclaman Soviets -tanto si Moscú los mueve como si no. De ser necesarios, los comunistas locales forzarán la mano a los generales y comisarios rusos. La ventaja rusa parece probable porque Polonia, lo sabemos, ha absorbido demasiados territorios en 1918. Toda la zona polaca limítrofe de Rusia en profundidad y desde el Sur al Norte, encierra poblaciones ucranianas, ruso blancas y lituanas que ya están siendo trabajadas por el nacionalismo. Ese nacionalismo, es verdad, amenaza tanto a Rusia como a Polonia. Pero con su hábil política de nacionalidades, Rusia, por débil que pueda ser aún, industrial y militarmente, rica con la fuerza vital de su juventud, encontrará sin duda ahí un terreno propicio para su ofensiva o su defensa. 

  • La futura guerra europea será mucho mas claramente que la anterior una guerra social al mismo tiempo que una guerra internacional. 

  • Pero la próxima vez será la lucha a toda costa entre fascismo y comunismo. 

  • ¿Se hará Occidente comunista por odio hacia Alemania?