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Ensayos, George Orwell


El arte de Donald Mcgill (Septiembre 1941)

El impulso de aferrarse a la juventud a toda costa, de mantener intacto el propio atractivo sexual, de ver incluso en la edad madura un futuro para sí mismo, y no solo un futuro para los hijos, es algo de reciente invención y desarrollo, que se ha establecido aún de un modo muy precario. Probablemente desaparezca cuando nuestro nivel de vida se reduzca, cuando aumente la tasa de natalidad.

La sociedad tiene siempre que demandar de los seres humanos un poco más de lo que obtendrá en la práctica.

Cuando la cosa se pone fea, el ser humano demuestra su heroísmo. Las mujeres afrontan el parto y las tareas del hogar, los revolucionarios callan en las cámaras de tortura, los barcos se van a pique sin dejar de disparar contra el enemigo cuando el puente de mando está anegado. Pero el otro elemento que está presente en el hombre, ese perezoso, cobarde, adúltero y moroso que reside en todos nosotros, nunca será suprimido del todo, y en ocasiones necesita que se le escuche.



Dinero y armas (Enero de 1942)

Nos reíamos del mariscal Goering cuando decía, unos años antes de la guerra, que Alemania tendría que elegir entre armas o mantequilla, pero solo se equivocaba en el sentido de que su país no necesitaba preparar una agresión contra sus vecinos y, por tanto, arrastrar al mundo entero a la guerra.

Leer es una de las diversiones más baratas que existen y no genera desperdicios. La publicación de diez mil ejemplares de un libro no usa más papel, ni más mano de obra, que la impresión del periódico del día, y cada ejemplar puede ir pasando por cientos de manos antes de llegar a la trituradora para reciclar el papel.

Antes de la guerra, el pueblo tenía muchos incentivos para derrochar, al menos hasta donde se lo permitían sus medios económicos. Todos trataban de venderle algo a alguien y el hombre de éxito, tal como se lo concebía entonces, era el que vendía más bienes y recibía a cambio más dinero. Sin embargo, ahora hemos aprendido que el dinero en sí carece de valor y que solo los bienes cuentan. Al aprender esto hemos tenido que simplificar nuestras vidas y recurrir cada vez más a los recursos de nuestra imaginación, en lugar de a los placeres sintéticos manufacturados para nosotros en Hollywood o por los fabricantes de prendas de seda, alcohol y chocolate. Y, bajo la presión de esta necesidad, hemos redescubierto los placeres simples -leer, caminar, la jardinería, nadar, bailar, cantar- que casi habíamos olvidado antes de la guerra, durante los años del dispendio.

Rudyrad Kipling (Febrero de 1942)

Como Kipling se identifica plenamente con la clase oficial, posee una cualidad que las personas "ilustradas" rara vez poseen, y es el sentido de la responsabilidad. La izquierda de la clase media lo odiaba tanto por esto como por su crueldad y su vulgaridad. Todos los partidos de izquierdas de los países altamente industrializados son en el fondo una falacia, ya que se dedican a luchar contra algo que en realidad no desean destruir. Tienen objetivos internacionalistas y, al mismo tiempo, pugnan por mantener un nivel de vida con el cual esos objetivos son incompatibles. Todos nosotros vivimos de robar a los culis asiáticos, y quienes son "ilustrados" entre nosotros sostienen que habría que concederles la libertad a esos culis, si bien nuestro nivel de vida, y por tanto nuestra "ilustración", exigen que esos robos no dejen de producirse. Una persona humanitaria es siempre un hipócrita, y el modo en que Kipling entendía esta realidad es tal vez el secreto central de su poderosa capacidad para crear frases reveladoras. Sería difícil dar en el clavo del pacifismo tuerto de los ingleses con menos palabras: "Burlándoos de los uniformes que velan por nuestro descanso". Es cierto que Kipling no comprende los aspectos económicos de la relación entre los culis y los reaccionarios.... Capta con toda claridad que los hombres solo pueden ser sumamente civilizados mientras otros hombres, ineludiblemente menos civilizados, velen por su descanso y les den de comer.

Es aleccionador tomar un mapa de Asia y comparar la red de ferrocarriles de la India con la de los países vecinos.

Resulta extraño, por ejemplo, oír a los locutores de las emisoras de radio nazis referirse a los soldados rusos llamándolos "robots", tomando de ese modo prestada, de manera inconsciente, una palabra acuñada por un demócrata checoslovaco al que hubieran matado sin dudarlo en caso de haber podido echarle el guante.

También es posible que fuera Kipling quien por vez primera pusiera en circulación el uso de la palabra "hunos" para hacer referencia a los alemanes.